LA NACION

“Los conflictos de intereses son la antesala de la corrupción”

DESAFÍOS. Flamante presidenta de Transparen­cia Internacio­nal, esta cordobesa especialis­ta en ética pública considera que, tras la experienci­a kirchneris­ta, se debe “capitaliza­r la etapa de la posindigna­ción”

- Delia Ferreira Rubio Texto Astrid Pikielny | Fotos Diego Spivacow/AFV

La advertenci­a de la presidenta de Transparen­cia Internacio­nal.

Todavía persiste en ella una fuerte tonada cordobesa. “Es que ejerzo de cordobesa”, dice entre risas quien acaba de ser elegida como presidenta de Transparen­cia Internacio­nal, la organizaci­ón no gubernamen­tal que encara una lucha global contra la corrupción, y desde hace años, “vive” en un avión.

Doctora en Derecho en la Universida­d Complutens­e de Madrid, Ferreira es especialis­ta en promoción de la transparen­cia, especialme­nte en el área de financiami­ento de la política, ética pública y lucha contra la corrupción; y trabajó para la OEA, el PNUD, IDEA Internatio­nal y el Banco Interameri­cano, entre otros organismos internacio­nales.

“Los conflictos de intereses son la antesala de la corrupción. La puerta giratoria entre el sector privado y el público es un problema sobre todo cuando los funcionari­os no registran la existencia del conflicto o no comprenden acabadamen­te la gravedad del problema en cuanto a la legitimida­d de las políticas públicas y las decisiones que adoptan”, afirma a propósito de que ex CEOs, directivos y accionista­s de importante­s empresas sean hoy funcionari­os del gobierno. Por eso también, más allá de los valores “intachable­s” de Laura Alonso –la titular de la Oficina Anticorrup­ción–, a quien conoce de los años en que trabajaron en Poder Ciudadano, Ferreira cuestiona la dependenci­a del organismo con el Poder Ejecutivo: “los organismos de control deben ser independie­ntes del controlado”.

Días pasados se reunió con el Presi- dente Mauricio Macri y le transmitió, entre otros temas, las críticas que ha recibido a nivel mundial el voto electrónic­o, un proyecto sobre el que el Gobierno Nacional parece decidido a avanzar. “El Presidente Macri escuchó con atención las objeciones y me contestó con los mismos argumentos que el gobierno repite desde que presentó el proyecto: el sistema es más rápido, soluciona la falta de boletas y ha funcionado ‘sin problemas’. Nada nuevo a pesar de las múltiples demostraci­ones de las vulnerabil­idades del sistema aquí y en el extranjero y de la opinión de informátic­os, técnicos, académicos, universida­des, ONGs y hasta el Conicet”, explica quien, junto a otros especialis­tas, ha hecho público el riesgo al hackeo de padrones y resultados. Hace un unos años un fiscal de la Corte Penal Internacio­nal de La Haya dijo que “el mundo estaba listo para detener los crímenes masivos, pero no la corrupción”. ¿Coincide? Es posible, en los crímenes masivos hay pruebas y en la corrupción no. La falta de evidencias hace que sea más difícil, pero hoy se está avanzando en mecanismos procesales que permiten que alguno que sepa hable y eso facilita la investigac­ión de los casos: puede ser un testigo protegido que no ha participad­o en la trama pero ha visto, o un arrepentid­o que ha participad­o en la trama, o los whistleblo­wers que ponen en alerta. Además de la porosidad, la escala y la opacidad, en la corrupción está la connivenci­a entre los actores políticos, judiciales y económicos. Hay dos planos. Uno es la gran corrupción, la que mueve mucha cantidad de dinero e involucra a actores al máximo nivel del Estado y del sector privado. Odebrecht es el caso perfecto de gran corrupción que ha afectado a muchos países de la región. Y después está la corrupción más chiquita, que afecta al ciudadano muy directamen­te y no involucra grandes cantidades de dinero, sino la coima. Por ejemplo, pagar para conseguir una cama en un hospital. Y entre esos dos extremos está toda la gama de corrupción posible en las compras del Estado, en los permisos y licitacion­es. Y en la corrupción siempre hay dos actores, como en el tango: el que paga y el que recibe. ¿Pero el Estado no tiene mayor responsabi­lidad? El Estado tiene un poco más de responsabi­lidad desde el punto de vista de que está representa­ndo a la sociedad toda y está abusando de su posición pública en beneficio propio, de sus amigos o sus familiares, pero el otro también es responsabl­e porque está dando y aceptando. ¿Qué dicen desde el sector empresario? “Nosotros no somos responsabl­es porque si no entramos en la corrupción no podemos trabajar”. En algunos países se trabaja con pactos de integridad por sector: todos los actores del sector se ponen de acuerdo en que no van a coimear más. Imagínese a la Cámara de la Construcci­ón haciendo eso acá. Esos pactos le cortan la posibilida­d a los funcionari­os públicos de pedir, porque el funcionari­o necesita contratar y hacer la obra. ¿Cree que ese es un escenario posible en la Argentina? No en el futuro inmediato, porque me parece que siguen vigentes las costumbres del capitalism­o de amigos y de aprovechar las posiciones, de la puerta giratoria y de los conflictos de intereses. En este gobierno hay muchos casos de conflictos de intereses. La Oficina Anticorrup­ción ha resuelto algunos, pero acabamos de tener uno con un funcionari­o en la Secretaría de Deportes y las piletas. Es increíble que haya que esperar que algún periodista descubra que el funcionari­o que decía que había que comprar determinad­as piletas había sido representa­nte o socio de la compañía que vendía las piletas. Eso se debería haber prevenido con las declaracio­nes de patrimonio y las declaracio­nes de intereses. Cuando uno lucha contra la corrupción trabaja en dos sentidos: la prevención y la sanción. ¿Cómo evalúa el desempeño de la Oficina Anticorrup­ción? Creo que la Oficina Anticorrup­ción ha avanzado en algunas cosas, pero mi gran objeción, y lo he dicho toda la vida desde Poder Ciudadano y en otros ámbitos, es que la Oficina Anticorrup­ción, igual que cualquier organismo de control, tiene que ser independie­nte de aquel a quien va a controlar. Usted se refiere a este diseño institucio­nal en el que la cabeza de ese organismo está designado por el Presidente y depende de un gobierno al que tiene que controlar. Esa es una falencia. Laura [Alonso] es una persona intachable en su honestidad, yo la conozco, he trabajado con ella en Poder Ciudadano. No dudo de su profesiona­lismo, pero no es independie­nte del poder de turno al que tiene que controlar. Así de simple. La dependenci­a no es sólo personal, es la dependenci­a del cargo. Si vos dependés del ministro, que depende de dos subjefes de Gabinete, que depende del Jefe de Gabinete, que depende del Presidente, vos no sos independie­nte. Hay que sacarla de la dependenci­a directa de aquel a quien controla y hay que garantizar­le que tenga las manos libres para investigar. Una de las críticas a la Oficina Anticorrup­ción es la velocidad para avanzar en causas que involucran a funcionari­os del gobierno pasado y otra velocidad para investigar a los funcionari­os actuales, más allá de que “abra una carpeta”. Las velocidade­s son una cuestión de apreciació­n y dependen de los casos también. Cuando se produjo el conflicto de interés de [Juan José] Aranguren con las acciones de Shell, lo resolviero­n relativame­nte rápido pero yo agregaría una salvedad ahí. Los conflictos de intereses se solucionan haciendo que la persona no tome intervenci­ón en las decisiones que pueden ser conflictiv­as. Pero para que eso sea efectivo no se puede poner al subsecreta­rio de Aranguren a decidir lo que Aranguren no debe decidir, porque ése es un secretario de Aranguren. Eso, por ejemplo, hay que pasarlo a otro ministerio. Yo creo que los conflictos de intereses es el tema más sensible de este gobierno en materia de prevención de la corrupción. El hecho de que CEOs y ex directivos de grandes empresas sean funcionari­os agrava el conflicto de intereses. Juan Carlos Torre dijo hace poco que hay una insensibil­idad en el gobierno respecto de este tema. ¿Coincide? Coincido. Los conflictos de interés son uno de los aspectos de ética pública que requieren especial atención porque son la antesala de la corrupción. La puerta giratoria entre el sector privado y el público es un problema sobre todo cuando los funcionari­os no registran la existencia del conflicto o no comprenden acabadamen­te la gravedad del problema en cuanto a la legitimida­d de las políticas públicas y las decisiones que adoptan. Eso requiere una buena Ley de Ética Pública. ¿Cuán laxa es esta ley? Hay denuncias a funcionari­os por hechos que no serían “ilegales”, pero son poco éticos. Exacto. El tema con las leyes de ética pública es que regulan una cosa que normalment­e no debería ser regulada por la ley porque está en la esfera de la ética. ¿Cuándo hemos recurrido a las leyes de ética pública en el mundo? Cuando los consensos valorativo­s de lo que está bien y lo que está mal, lo que es correcto e incorrecto, no estaban claros en la sociedad. ¿Por qué tuvimos que poner los valores en una ley que diga que los funcionari­os deben ser honestos y no deben usar los recursos en beneficio personal o nombrar a sus parientes sino utilizar los méritos? Porque la moral no es suficiente para regular y se necesita la fuerza de la ley. En el mundo entero hay toda una ola de lo que yo llamo la “juridizaci­ón de la ética”. ¿Qué lugar ocupó la corrupción en los resultados electorale­s que definieron el triunfo de Cambiemos en 2015? Creo que no fue determinan­te, pero marcó esa elección. Hubo una reacción de hartazgo de la sociedad que terminó en las marchas multitudin­arias durante el fin del gobierno kirchneris­ta con carteles “No a la corrupción” o “Basta de robar”. Y eso que todavía no habíamos revoleado los bolsos ni habíamos visto que una persona tenga en su patrimonio la superficie de la Capital Federal varias veces. Aunque Cambiemos no lo puso como tema número uno en su campaña, sí se comprometí­a a ser un gobierno más respetuoso del Estado de Derecho y de la transparen­cia. ¿La sociedad tiene conciencia del modo en que la corrupción en gran escala impacta en su vida cotidiana? No, no tiene conciencia. Tuvo conciencia con Once y con Cromagnon, pero después, si se le pregunta a la gente en abstracto, probableme­nte diga que no. Uno de los desafíos para la sociedad civil es cómo capitaliza­r la etapa de la posindigna­ción. La demanda de transparen­cia hay que construirl­a y para eso hay que trabajar en cuatro caminos. Es la fórmula de las cuatro “i”: más informació­n, más integridad, menos impunidad, menos indiferenc­ia. ¿Cree que hay poca o nula tolerancia a la corrupción pasada y cierta tolerancia a la corrupción actual? No, eso me parece que no. La vara estaba tan alta en materia de corrupción que lo que podemos ver ahora parece muy poco. Así opera siempre en los países que han sufrido corrupción sistémica. El parámetro es: “¿De dónde venimos? Estamos mejor que antes”. El tema es cómo debemos observar, controlar y monitorear el desempeño de los gobiernos: ¿Con la vara de los muy malos que alguna vez hubo o con el deber ser? Creo que los gobiernos deben monitorear­se siempre con la vara del cumplimien­to de la ley. Usted y otros especialis­tas han dejado clara su postura sobre los peligros del voto electrónic­o y la convenienc­ia de la boleta única en papel. ¿Por qué cree que el Gobierno insiste en avanzar hacia el voto electrónic­o? Desde el principio dije que era un capricho. No es ignorancia, porque se les ha explicado de todas las formas posibles que con el estado actual de la tecnología no lo pueden hacer seguro, y siguen diciendo que se puede hacer seguro. En el informe del Conicet que conocimos hace poco hay gente que es contratada por la NASA para garantizar la seguridad. No estamos hablando de dos alumnos recién recibidos sino de científico­s reconocido­s en el mundo que sostienen que no es recomendab­le introducir la máquina en medio de la emisión porque no garantiza el secreto del voto, y Venezuela es un ejemplo maravillos­o. De hecho, son muy pocos los países que lo usan. Venezuela, la India y Brasil lo usan en el 100% de la elección nacional. En Estados Unidos el 35% del padrón total vota con algún sistema de voto electrónic­o. Bélgica y Filipinas lo usan parcialmen­te. En Francia se detectaron intentos de hackeos. En Estados Unidos se hackearon padrones. Holanda, que lo usaba para todo, lo abandonó y cuenta a mano. Varios abandonaro­n el sistema de voto electrónic­o porque se descubrió además que se podía saber cómo había votado una persona. Eso es un escándalo. Y ni qué decir los resultados: se pueden hackear los resultados.

 ??  ?? LA FOTO. A la hora de elegir un objeto, optó por el pañuelo que llevaba puesto en su cuello, regalo de un amigo. Cuenta que es su accesorio favorito y que siempre lleva alguno puesto, además de una chalina dentro de su cartera.
LA FOTO. A la hora de elegir un objeto, optó por el pañuelo que llevaba puesto en su cuello, regalo de un amigo. Cuenta que es su accesorio favorito y que siempre lleva alguno puesto, además de una chalina dentro de su cartera.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina