El placer de usar ropa que jamás estrené
Después de años de dejar en segundo plano cuestiones relacionadas con mejorar mi calidad de vida, en noviembre del año pasado decidí ir a una nutricionista. Pero más allá de la calidad profesional que encontré en ella, creo que la clave de mi éxito fue mentalizarme en cambiar mis hábitos alimenticios y bajar de peso de verdad y para siempre.
Desde entonces, cada paciente que llegó a su consultorio por recomendación mía y quería “bajar como Pablo”, ella les dijo que primero debían tener mi fuerza de voluntad y mi perseverancia. Para resumir: la clave de mi éxito fue tomar esa decisión en la cabeza antes de encontrar a la profesional adecuada.
Sostener los cambios fue lo más sencillo. Porque jamás estuve “a dieta”, sino que modifiqué mis hábitos alimenticios. Por ejemplo, antes no desayunaba, o no probaba bocado por 16 horas, desde la cena hasta el almuerzo del día siguiente. No se me ocurre volver a hacer esa locura.
Tal vez una gran ayuda fue relajar y comer “mal” cada tanto, por ejemplo, en invierno, cuando el cuerpo me pide un chocolate. Comprobé que la prohibición le hace mal a la cabeza. De 96 kilos bajé a 81 y ahora estoy estabilizado en 83. Cuando paso de 84 (mi nuevo peso tope), inmediatamente ajusto las clavijas por una semana.
Desmiento que se baja de peso haciendo sólo deporte. En 2015, y con 97 kilos, corrí cuatro media maratones y seguí pesando lo mismo. La clave es la fusión entre comer bien, descansar mejor y entrenarse adecuadamente.
Lo más importante es que reduje a la mitad mi grasa visceral (la más peligrosa de todas) y de iniciar con porcentajes iguales de músculo y grasa, hoy, un año después, el primero duplica a la segunda. Eso es mucho más importante que el numerito que marca la balanza, porque significa que fue una disminución de peso prolija, controlada y adecuada.
Lo peor de todo fue desprenderme de ropa que sé que nunca más voy a usar (XL o XXL), aunque como premio puedo ponerme camisas y pantalones que jamás pude estrenar.
Tal vez, una gran ayuda fue relajarme y comer “mal” cada tanto