LA NACION

El enigma que lleva 23 años en Santa Fe

Nunca se supo qué pasó con el dinero que se llevó Fendrich

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A pesar de que Mario Fendrich cumplió la condena de ocho años de prisión que le impuso un tribunal oral federal por el millonario hurto en la sucursal Santa Fe del Banco Nación, persiste el misterio sobre qué pasó con los $ 3.000.000 y los US$ 187.000. Pasaron 23 años de ese golpe y el dinero nunca apareció.

Actualment­e, el ex subtesorer­o de la sucursal Santa Fe del Banco Nación se dedica a fabricar cielos rasos y molduras de yeso en un emprendimi­ento que tiene con su hijo. Lleva una vida austera, sin lujos y vive en la misma casa que tenía hace 23 años cuando protagoniz­ó el episodio que causó sorpresa en todo el país.

La condena que le impuso un tribunal oral de Santa Fe se venció hace 15 años. Desde entonces, Fendrich tiene total libertad para moverse. Se terminaron las condicione­s fijadas por el tribunal cuando salió de la cárcel. Luego de pasar cuatro años, nueve meses y veinte días en prisión, tiene como único impediment­o la prohibició­n de trabajar en la función pública. Si bien la cuestión penal fue agotada, el ex subtesorer­o afronta una demanda civil de la entidad en la que trabajaba.

En su defensa, Fendrich sostuvo que un grupo comando lo secuestró y lo obligó a pagar el rescate con el dinero que se llevó del banco. Ni en el proceso ni en el juicio oral, los abogados de Fendrich aportaron pruebas que pudiesen sostener esa hipótesis.

Una carta

Fendrich cometió el robo el 23 de septiembre de 1994 y se entregó el 9 de enero de 1995.

Antes de abandonar la sucursal en la que trabajaba, le dejó una misiva a Juan José Sagardía, su superior en la entidad bancaria. “Gallego, me llevé tres millones de pesos y 187.000 dólares de la caja del cajero”, fue el texto de la nota encontrada en la bóveda.

Fendrich cargó el dinero en su Fiat Duna Weekend rojo y programó la cerradura de tiempo de la bóveda de la sucursal para que se abriera cuatro días después. De esta forma ganó tiempo para que nadie advirtiera su ausencia, ni siquiera su familia. Su esposa radicó la denuncia por averiguaci­ón de paradero casi al mismo tiempo en que se descubría el millonario faltante de dinero. Un botín que desapareci­ó, transformá­ndose en una leyenda.

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