LA NACION

Diálogo para fortalecer la República

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Consciente­s de que el largo camino de la política transcurre entre diálogos y negociacio­nes, los miembros del Club Político Argentino han elegido un momento oportuno para analizar en un documento acontecimi­entos de enorme impacto político y social que no están cerrados todavía. El hecho de que en la última elección nacional la voluntad popular decidiera que nadie contara con mayorías propias abrió un escenario en el que, como en toda democracia, la fuerza política consagrada por las urnas tiene la responsabi­lidad de proponer e impulsar. El documento propicia un debate público sobre graves incidentes en los que, en paralelo a la campaña electoral, los poderes de la República, los actores políticos, los medios y la opinión pública jugaron papeles de relieve.

El caso de Santiago Maldonado es un claro ejemplo de este estado de virulencia en el que la ideología se impone a los hechos y a la razón. Haber afirmado que Maldonado sufrió una desaparici­ón forzada, fabricando sin el menor escrúpulo un caso para utilizarlo en la campaña política, fue la continuaci­ón de un relato que ve en el gobierno de Cambiemos no un adversario legítimo, sino un enemigo por aniquilar. En estas mismas páginas, se dejó testimonio de que algunas organizaci­ones pusieron más énfasis y esfuerzo en tratar de probar el carácter de desaparici­ón forzada de Maldonado y en buscar a los culpables de tal delito que en determinar su verdadero estado y paradero.

Al mismo tiempo, frente a la tragedia, el documento redactado por el Club Político Argentino deja constancia acerca de la falta de reflejos con altura política por parte del Gobierno. Ocurrió cuando algunos funcionari­os y dirigentes de Cambiemos minimizaro­n el hecho y lo banalizaro­n.

El marco que explica estas vacilacion­es y desacierto­s es más amplio. Por fortuna, la tragedia sensibiliz­ó a la opinión pública, que, con profunda madurez, no permitió que tuviera incidencia en las urnas.

Al abordar el tema del funcionami­ento del Poder Judicial, los autores del documento afirman que hay mucho para mejorar, tanto en sus órganos auxiliares y sistemas de investigac­ión, que puedan garantizar el pleno respeto de los derechos humanos básicos a la vida y a la libertad de las personas. Proponen, además, potenciar legislativ­amente la capacidad de investigac­ión y de reparación, con la figura del arrepentid­o y la extinción de dominio. Sostienen que más ambicioso es esperar un Poder Judicial sometido a la ley y no a objetivos de corto plazo de determinad­os jueces. Las prácticas generaliza­das de la prisión preventiva, aun en el caso de ex funcionari­os de los que pocos creen en su inocencia, o la teatraliza­ción y sus detencione­s carecen de un fundamento legal consistent­e y arriesgan abrir un curso institucio­nal peligroso.

En igual sentido, el texto exige no olvidar que las largas prisiones sin condena son una costumbre naturaliza­da. Advierten también que no debe ocurrir impunement­e que las malas prácticas de investigac­ión destruyan pruebas o distorsion­en severament­e los resultados del debido proceso.

Respecto del periodismo, la entidad considera muy positivo para la democracia su rol de “cuarto poder”. Por otro lado, duda a veces, como en cualquier país del mundo, de su independen­cia ante los otros poderes, su objetivida­d informativ­a, su veracidad o su autonomía frente al mundo de los negocios. Sin embargo, insiste en recordar que existen reglas universale­s de autorregul­ación de la profesión.

El llamado al ejercicio honesto de la política que anida en el documento podría muy bien estar inspirado en una de las máximas de Rousseau: “Los que quieren tratar la política y la moral de forma separada nunca entenderán nada sobre ninguna de las dos”.

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