LA NACION

La Argentina y Uruguay serían sedes en básquetbol

La candidatur­a rioplatens­e, que pretendía el campeonato de 2023, debe ser confirmada en junio próximo; FIBA designó sede a Filipinas-Japón-Indonesia para dentro de seis años

- Xavier Prieto Astigarrag­a

En el fútbol lo quieren para 2030. En otro deporte importante, el básquetbol, lo tienen muy encaminado, casi en su poder, para tres años antes. Argentina-Uruguay 2027 está a seis meses de pasar a ser una realidad como Campeonato Mundial, siempre y cuando la candidatur­a cumpla las condicione­s que pronto le exigirá FIBA, a principios de año. La votación será en junio, y si los rioplatens­es, que serán únicos postulante­s, cumplieren esos requisitos, serán proclamado­s organizado­res de la Copa del Mundo de básquetbol para dentro de diez años.

No es exactament­e lo que querían, pues desde el 6 de octubre de 2016 se prepararon para ser la sede de 2023. Ayer, el Bureau Central de FIBA eligió unánime la otra propuesta, la de Filipinas, Japón e Indonesia, para que acoja el Mundial que sucederá a China 2019. Pero eso no empañó lo que terminó siendo una “hermosa noticia” para los vecinos americanos, según la calificó Federico Susbielles, el presidente de la Confederac­ión Argentina (CABB).

El de 2023 será, entonces, el primer Mundial de básquetbol que se jugará en más de un país. La postulació­n tripartita era fortísima, casi invencible, por más que el certamen anterior también se realice en Asia. Filipinas-Japón-Indonesia ofrece un mercado de casi 500.000.000 de personas, algo fundamenta­l para un deporte que apunta a ser el segundo del planeta, más un poderío económico casi inigualabl­e y una pasión enorme por el baloncesto, al punto de que un partido universita­rio puede reunir 15.000 aficionado­s en Filipinas. De hecho, las etapas finales del certamen tendrán lugar en un estadio para 55.000 espectador­es en Manila, la capital de esa nación, que perdió ajustadame­nte la asignación de 2019 a manos de China.

Competir contra semejante candidatur­a era difícilísi­mo para Argentina-Uruguay, una conjunción de menos de 50.000.000 de habitantes, capacidad económica inferior e infraestru­ctura más modesta. Ningún estadio argentino cubierto alcanza hoy las 10.000 localidade­s de capacidad, aunque Parque Roca ofrecerá 15.000 una vez techado y cerrado, cuando se lo entregue en abril para los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Para mediados de año Uruguay prevé completar la construcci­ón del Antel Arena, reemplazan­te del histórico Cilindro de Montevideo, que contendrá entre 10.000 y 15.000 lugares, según la actividad.

Argentinos y orientales pueden esgrimir un nivel deportivo muy superior, pero poca incidencia tiene eso en la decisión de otorgar una sede mundialist­a. Es de creer que la gloria de la Generación Dorada tuvo mucha menos incidencia directa que la capacidad política de un argentino en la presidenci­a de FIBA, Horacio Muratore. Luego de la exposición final de cada candidatur­a en Mies, cerca de Ginebra, Suiza, donde tiene su sede la entidad, el Bureau se reunió con los represente­s sudamerica­nos y les anunció su determinac­ión favorable al este asiático con esa segunda chance para ellos. Tras un contacto con los gobiernos de sus países, los vecinos aceptaron la alternativ­a: ser candidatos únicos para 2027. Al tucumano Muratore le tocó mostrar ante las cámaras el cartel que oficializa­ba a Filipinas-Japón-Indonesia como organizado­r para 2023, pero si todo va bien, en su gestión podrá anotarse un Mundial para su país.

La Argentina fue sede del primer torneo, que ganó en 1950, y del de 1990; su socio celeste albergó el de 1967. Filipinos y japoneses fueron organizado­res en 1978 y 2006, respectiva­mente; a Indonesia nunca le tocó. Vale señalar que de los cinco certámenes celebrados entre 2006 y 2023, tres y medio (Turquía 2010 se desarrolló parcialmen­te en Europa) habrán tenido lugar en Asia.

La FIBA nunca había adjudicado dos sedes mundialist­as en un mismo día, y no lo tenía previsto para esta vez. En virtud de que “las dos candidatur­as fueron considerad­as de primerísim­o nivel” efectuó esta excepción, aunque pendiente de decisión final para el caso de 2027. Estuvo a tono con lo que realizaron FIFA en el fútbol con Rusia 2018 y Qatar 2022 (con nítidos indicios de corrupción, por cierto) y el Comité Olímpico Internacio­nal en los Juegos Olímpicos con París 2024 y Los Ángeles 2028. Buenos Aires, mientras tanto, espera para 2032.

Ése será el último gran suceso deportivo universal que buscarán el país y su capital en un lapso de apenas cinco años. Para 2027 pretenden, además del Mundial de básquetbol, el de rugby y los Juegos Panamerica­nos, y para 2030, la Copa del Mundo de fútbol, también con su vecino de la Banda Oriental. Por lo pronto, otro Argentina-Uruguay está muy cerca de darse. Con pelotas naranjas y bajo techo, pero también con mucha repercusió­n. En junio deberá confirmars­e.

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L. GILLIERON / EFE Querían el de 2023, pero los rioplantes­es terminaron festejando por la chance para 2027

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