LA NACION

Sterling, el Siete Magnífico que brilla con Guardiola

- Miguel Simón

Ami madre le encanta hablar de fútbol y cuando me aconseja piensa que es la “Chosen One” (elegida), por eso la llamo Mourinho”. En este relato quizá se encuentre el secreto del gran crecimient­o de Raheem Sterling. Con “Mou” en la casa y Pep en el campo de entrenamie­nto, la fórmula no podía fallar. Si a estos factores le agregamos la madurez que el tiempo y las experienci­as van entregando, no hará falta profundiza­r demasiado para entender la actualidad del “Siete Magnífico” del Manchester City. En la corriente Premier League ya le ha dado a los Ciudadanos nueves puntos mediante goles decisivos en los últimos diez minutos, útiles para ganar cuatro encuentros y empatar uno.

La perseveran­cia de mamá Codine cumplió un rol vital en la vida del jugador nacido en Jamaica, que a los cinco años se mudó a Londres, lejos de fantasear por entonces con un futuro de gloria deportiva y prosperida­d económica. También lejos de imaginar que cuatro años después su papá ausente sería asesinado en Maverley, uno de los barrios más peligrosos de Kingston. La infancia transcurri­da en la zona de Wembley le marcó el rumbo. La construcci­ón del moderno templo futbolero formó parte de su paisaje cotidiano. La sombra del nuevo y simbólico arco acompañó sus paseos en bicicleta. La Catedral se convirtió en una meta y en un tatuaje en su brazo izquierdo, constituid­o por un niño con la casaca diez y un balón en sus manos, mirando el imponente estadio.

La rapidez siempre lo distinguió. Una virtud extraordin­aria en general, pero común y natural en los futbolista­s con raíces jamaiquina­s que se destacan en el Reino Unido. Herederos del paraíso de la velocidad son Danny Rose, Kyle Walker, Aaron Lennon, Oxlade Chamberlai­n, Theo Walcott, Daniel Sturridge, Andros Towsend, Nathan Redmond, Demarai Gray, Frazier Campbell y Scott Sinclair. Todos ellos surcan en definitiva los mismos carriles que recorrió John Barnes, aquel wing –hoy rapero y comentaris­ta, originario de la capital del reggae– que con su ingreso ante la Argentina, en México 86, a falta de dieciséis minutos, casi arruina con sus desbordes el día más maradonian­o de la historia. Un centro para el gol de Lineker y otro que obligó al salvataje de Julio Olarticoec­hea empleando “la nuca de Dios”, generaron un final recordadís­imo por angustia y suspenso.

Pep Guardiola posee varias pruebas grupales de su trabajo ascendente en Manchester City. Está invicto en el ámbito doméstico y es el conjunto más productivo, el segundo menos vencido, el que realiza más pases (supera por 1800 al Arsenal, segundo en esa tabla) y el que mayor posesión logra. En el rango individual el catalán puede mostrar varios casos de “potenciami­ento”. Si bien De Bruyne, Stones, Fernandinh­o y Otamendi se destacan por su evolución, Sterling les saca ventaja. Tanto es así que ya le propusiero­n un ajuste de contrato que elevará su salario a 340 mil euros semanales, convirtién­dolo en el mejor pago de la Liga inglesa. De paso, con semejante oferta, la dirigencia pretende bloquear cualquier intento de seducción del Real Madrid. Incómodo en las prácticas a dos toques con el Ingeniero Pellegrini agradece la propuesta actual, con la cual duplicó el número de gambetas, subió la cantidad de remates y afinó la puntería de manera notable .“Ahora estoy jugando más directo y a fondo. Al cien por ciento. Guardiola quiere que haga lo simple al máximo nivel”. Los vientos han cambiado mucho desde aquel comienzo de la Euro 2016, cuando, invadido por comentario­s negativos, decidió abandonar sus posteos en Instagram y autodenomi­narse “Hated One” (el odiado). De los doce disparos que acertó al arco en la Premier nueve terminaron en festejo. Para que “Mamá Mou” aplauda en la tribuna y Pep sonría en el banco.

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