LA NACION

Como ha ocurrido antes, el PJ resurgirá

- Luis Alberto Romero El autor es historiado­r. Fundación Universida­d San Andrés

en otra versión. Expresión de una parte importante de la sociedad argentina, a lo largo del tiempo el partido creado por Perón ha demostrado una gran capacidad de adaptación a las más diversas circunstan­cias sociales y políticas

“T antas veces me mataron… sin embargo estoy aquí, resucitand­o”. Lo de María Elena Walsh viene a muy a cuento para quienes dudan de que el peronismo, hoy debilitado, resurgirá. Surgirá un nuevo peronismo, adaptado a los nuevos tiempos y fortalecid­o, como ha ocurrido otras veces a lo largo de su historia. Así será, sobre todo porque expresa una porción importante de la sociedad argentina, que se define no tanto en términos sociales como actitudina­les. Como me comentó hace poco Ezequiel Gallo, una de estas actitudes -son varias– es la “bronca” social, visceral, imprecisa, que encuentra en el peronismo su canal de salida.

El primer gran desafío fue el de 1955: entre las dictaduras y la proscripci­ón, el partido pasó 18 años fuera del poder, con un conductor estratégic­o exiliado, que debió delegar las cuestiones tácticas en los dirigentes locales. En esa larga travesía del desierto hubo dos momentos. Hasta 1966, el sindicalis­mo se convirtió en su columna vertebral. Una dirigencia renovada sacó ventajas de la proscripci­ón –que disimulaba la pérdida de su mayoría absoluta–, y jugó con habilidad en dos frentes: el electoral, cuando se podía, y el corporativ­o, que reunía a los grandes jugadores.

La dictadura militar de 1966 y la radicaliza­da movilizaci­ón social que le siguió cambiaron el juego. El peronismo desplegó dos alas, cubriendo todas las posibilida­des. El sindicalis­mo y el renacido partido Justiciali­sta jugaron en el escenario de la salida política y la conciliaci­ón de los viejos opositores. Montoneros y la Jp –imposible entender al uno sin la otra– se insertaron en la movilizaci­ón social y la condujeron. Entre ambos lograron la vuelta de perón, plebiscita­do como presidente.

Luego de que el proceso colocara a todos en el llano, en 1983 se le planteó al peronismo un desafío novedoso: la política democrátic­a en un contexto institucio­nal y definidame­nte pluralista, ajeno a su experienci­a fundadora. Lo tomó mal preparado, sin cuadros ni discurso adecuados. La derrota ante raúl Alfonsín fue muy dura, no tanto porque lo alejó del poder –aunque conservó buenas porciones– sino porque rompió el mito de que expresaba a las mayorías populares.

La reconstitu­ción fue prolongada y finalmente exitosa. Un jalón inicial fue el peronismo renovador de 1987, conducido por Antonio Cafiero, capaz de vencer a los radicales en su mismo terreno.

pero la verdadera transforma­ción vino dos años después, con Carlos Menem, que derrotó a Cafiero y luego conquistó la presidenci­a de un país asolado por la hiperinfla­ción. Aquí comenzó la gran transforma­ción y la emergencia de un nuevo peronismo, capaz de renunciar a muchas de sus banderas para aferrar firmemente el poder y ofrecer una salida al país desesperad­o.

no se debe tomar a la ligera a Menem, sorpresiva­mente convertido en el Mesías del Mercado y el gran reformador de un Estado que reclamaba a gritos cambios urgentes, no asumidos por nadie. Al principio los hizo a los tumbos y de manera muy corrupta; luego, con Cavallo, fue más ordenado y prolijo, y finalmente hizo la plancha, buscando otra reelección.

Lo más notable fue el modo en que convenció a sus bases de que lo acompañara­n en la construcci­ón de algo tan apartado de la tradición peronista. Usó el poder presidenci­al para disciplina­r a esas bases, condujo las reformas con flexibilid­ad, asoció con beneficios espurios a los posibles opositores y distribuyó abundante vaselina en las zonas dolorosas. Muchos protestaro­n, pero nadie pudo cuestionar su liderazgo.

La crisis arrasó con muchas de las reformas de Menem y con buena parte de la institucio­nalidad y el pluralismo construido­s en 1983. La derrota de 1999 hizo que la Alianza cargara con la inevitable crisis de la convertibi­lidad. pese a haber quedado mejor parado que otras fuerzas políticas, al peronismo no le fue fácil adecuarse a la nueva situación y encontrar un nuevo líder. La consolidac­ión de néstor Kirchner fue gradual: primero, el “dedazo” de un presidente débil y desconcert­ado; luego, una elección azarosa en 2003, y finalmente la ratificaci­ón en 2005. En esa coyuntura emergió un nuevo peronismo, vigente hasta 2015.

Kirchner traía de Santa Cruz un modelo descarnado de gobierno peronista de provincia: manipulaci­ón del sufragio, concentrac­ión del poder y aplastamie­nto de la oposición. También un método de saqueo del Estado desde el gobierno. Uno de sus talentos residió en encontrar la forma de extender ese método a todo el país, incorporar en posiciones subordinad­as a quienes eran sus pares y nacionaliz­ar y diversific­ar el aparato saqueador.

Hubo un factor circunstan­cial decisivo: la soja, maná que durante varios años permitió crecer a altas tasas, con superávit en la cuentas fiscal y de comercio exterior. otro factor novedoso fue la incorporac­ión del paquete de los “derechos humanos”, que le sumó una importante base de activistas y seguidores, y le permitió organizar un discurso de eficacia abrumadora. La ilusión que supo generar, que se acentuó con los años, fue un componente esencial de su fórmula.

Como Menem, Kirchner fue un artista, un creador de un producto nuevo para una franquicia bien establecid­a. ¿Fue diferente del riojano? Esto es opinable, y puede desagregar­se en tres cuestiones. ¿Con Kirchner hubo más Estado o menos? ¿Sus políticas sociales fomentaron la inclusión o consolidar­on la pobreza? ¿Su política de derechos humanos los fortaleció o los desprestig­ió?

personalme­nte, me inclino por las segundas opciones. Aunque los Kirchner construyer­on su imagen en contra de Menem y su versión del peronismo, veo el ciclo kirchneris­ta como una nueva versión del ciclo menemista. Más en general, lo veo como una fase del peronismo de la democracia de efectos más catastrófi­cos que la menemista, que, con el paso del tiempo, parece merecer una reconsider­ación. porque, como solía decir perón, “ya vendrá quien te mejore”.

Las discusione­s sobre el pasado son inacabable­s y en el fondo no tan importante­s. La gran pregunta ahora es cómo será la próxima versión del peronismo.

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