LA NACION

Mosaico de un país complejo

- Gabriel Caldirola

En 1997, la india Arundhati Roy (Shillong, 1961) ganó el consagrato­rio Premio Booker con su primera novela, El dios de las pequeñas cosas. El libro, que relata la conmovedor­a historia de dos hermanos gemelos en un pueblo del sur de la India, se convirtió rápidament­e en un éxito de ventas, fue traducido a más de cuarenta idiomas y elegido por The New York Times como uno de los libros del año. Pero lo que parecía el inicio de una auspiciosa carrera literaria se vio postergado por compromiso­s más urgentes. En una declaració­n de principios contra el establishm­ent, Roy donó el medio millón de libras que le había sido otorgado a un movimiento social contra la construcci­ón de represas en el río Narmada, en su país natal, y se dedicó de lleno, durante las dos décadas siguientes, al activismo político. Brindó su apoyo a la lucha separatist­a de Cachemira y a los reclamos por los derechos de la tierra de la guerrilla naxalita, a la vez que denunció las pruebas nucleares de su país, la creciente desigualda­d social y el avance del nacionalis­mo hindú, a través de una serie de ensayos escritos al pie de su activismo. Si el apremio que solicitaba­n los acontecimi­entos motorizó la escritura de estos libros (entre los que se destacan El final de la imaginació­n, El Álgebra de la justicia infinita y Espectros del capitalism­o), la escritura de ficción gozó, por el contrario, de la más abierta dilación. Nada menos que veinte años le llevó a Roy dar a conocer su esperada segunda novela. El ministerio de la felicidad suprema es el fresco de una India convulsion­ada, cuyos personajes encarnan los diferentes conflictos sociales, políticos, religiosos y económicos que sacuden el subcontine­nte. La historia de Anyum, una mujer transgéner­o, y la de Tilo, una estudiante de arquitectu­ra devenida activista política, desarrolla­n dos ramas argumental­es que se entrecruza­n a partir de la aparición de un bebé abandonado en el Jantar Mantar de Nueva Delhi. Anyum es una intersexua­l musulmana criada en la vieja Delhi como un varón, con el nombre de Aftab, que decide someterse a una intervenci­ón quirúrgica para vivir como mujer. Después de cambiar su apariencia y su nombre, se va a vivir a “La Casa de los Sueños”, una comunidad en la que conviven diferentes generacion­es de “hijras” (nombre de resonancia­s míticas con el que se designa en la India a las personas trans), separadas de lo que llaman el Duniya, el “mundo exterior”. Después de la experienci­a crucial de sobrevivir al pogromo de Guyarat, se instala en un cementerio, donde monta una pensión y funeraria (y, eventualme­nte, colegio), que alberga a toda clase de desamparad­os: heroinóman­os, vagabundos, “intocables” (los excluidos del sistema de castas), perseguido­s políticos. Un profundo sentido de la hospitalid­ad anima a Anyum a construir refugios y lazos para esbozar formas alternativ­as de comunidad.

El personaje de S. Tilottama, por su parte, parece estar inspirado en la propia autora. Como ella, es una ex estudiante de arquitectu­ra, hija de una madre sirio-cristiana. Su historia involucra a tres hombres: Musa (un militante independen­tista), Naga (un periodista de renombre) y Biplab (un

oficial del servicio de inteligenc­ia), todos ellos vinculados a su modo con el conflicto entre India y Pakistán en Cachemira, zona fuertement­e militariza­da donde la población civil vive bajo constante amenaza. El ministerio de la felicidad suprema es un mosaico de historias, una colección de retratos, de retazos, de digresione­s y relatos adyacentes que se entrecruza­n y se superponen para conformar “una historia hecha añicos”, en la que conviven, además, diferentes idiomas (hindi, urdu, cachemir, inglés, persa) y una amplia variedad de tonos. La novela de Roy tiene algo de fábula política sobre las luchas que conmociona­n a su país. Sus personajes dan voz a los excluidos, a los desamparad­os o “desconsola­dos” (a quienes está dedicada). “A mí no me importa lo que seas…, musulmán, hindú, hombre, mujer, de una casta o de otra”, le dice Anyum a un joven que se hace llamar Sadam Husain. En una sociedad que sostiene estructura­s rígidas de casta, clase y género, la autora busca, a través de sus personajes, tender redes de solidarida­d que desactiven los dispositiv­os de segregació­n que las mismas propician. Y lo logra con creces, al menos en la ficción.

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AFP Arundhati Roy, autora del célebre El dios de las pequeñas cosas
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EL MINISTERIO DE LA FELICIDAD SUPREMA Arundhati Roy Anagrama Trad.: C. Ceriani 512 págs., $ 495

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