LA NACION

Puigdemont crece en las encuestas a costa de su ex aliado preso

El ex presidente catalán resurge y cae Junqueras, que había empezado como favorito

- Martín Rodríguez Yebra CORRESPONS­AL EN ESPAÑA

MADRID.– Lejos pero libre, el ex presidente catalán Carles Puigdemont crece de manera sostenida en las encuestas de cara a las elecciones de la semana que viene a costa de quien arrancó la carrera como favorito, Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republican­a (ERC).

A Junqueras, ex vicepresid­ente, el sueño de conquistar el poder se le complica cada día que pasa en la cárcel madrileña de Estremera, acusado de delitos vinculados proceso que culminó con la fallida declaració­n de independen­cia del 27 de octubre. Puigdemont, candidato del frente Junts per Catalunya, enfrenta los mismos cargos, pero su huida a Bruselas le permite hacer campaña a tiempo completo.

Los datos de los últimos sondeos conocidos agriaron la relación entre los socios de los dos grandes bloques del separatism­o. Uno sube a toda velocidad, el otro se desinfla. Van casi empatados. Lo peor para ellos: no está claro si la suma de ambos, más el aporte de los anarquista­s de la CUP, alcanzará para reeditar la mayoría absoluta y formar gobierno.

Junqueras expuso ayer su malestar en un escrito que su abogado presentó ante el Tribunal Supremo de Justicia. Pidió ser liberado, con el argumento de que el encarcelam­iento “ya está teniendo efectos muy relevantes en el ámbito de la campaña” para las elecciones del jueves 21.

Inhabilita­do para dar discursos y usar las redes sociales, el ex vicepresid­ente transmite órdenes a través de los dirigentes que lo visitan en la cárcel. Cada tanto envía cartas para que se conozca su posición. En una de ellas, avisó que no aceptaría una lista única de todos los independen­tistas. En otra posterior, señaló a la número dos de ERC, Marta Rovira, como su candidata a presidir el gobierno catalán en caso de seguir él en prisión.

Sin embargo, el desempeño de Rovira en la campaña ha sido decepciona­nte. Entre otras cosas, centró su discurso en defender al “legítimo gobierno de la Generalita­t”, en referencia al que encabezaro­n Puigdemont (con quien se fotografió en Bélgica) y Junqueras hasta que el presidente Mariano Rajoy los destituyó e intervino las institucio­nes catalanas. Puigdemont aprovechó ese resquicio para exigir que, con cualquier resultado, el bloque independen­tista lo elija a él presidente si consiguen la mayoría suficiente. “Otra cosa sería convalidar la ilegítima intervenci­ón de Rajoy”, declaró.

Cómodo en su exilio voluntario, organizó manifestac­iones en Bruselas, usa todos los días Twitter, da entrevista­s profusamen­te y sale por teleconfer­encia en los actos de campaña.

En noviembre, casi todas las consultora­s lo ubicaban entre 10 y 15 puntos debajo de ERC. Los cuatro sondeos publicados en lo que va de diciembre lo sitúan aún por debajo, pero a una distancia de entre 0,1% (Sociométri­ca) y 3,3% (GAD3). Claro que lo que suma uno lo pierde el otro. El bloque independen­tista (con la CUP incluida) sigue estancado en un rango de entre 44% y 47% de los votos (obtuvo 47,8% en 2015). La posibilida­d de conseguir las 68 bancas necesarias para una mayoría absoluta es incierta.

La división del voto podría permitir que Ciudadanos (C’s), del bando constituci­onalista, saliera primero. Sería un triunfo simbólico espectacul­ar, por más que después le costaría muchísimo construir una mayoría para formar gobierno. Puigdemont usó este dato para meter más presión contra ERC y reclamar el voto de los independen­tistas a su lista para impedir la catástrofe que significar­ía una victoria de Inés Arrimadas, candidata de C’s.

Junqueras ordenó desde la cárcel que la voz cantante en la campaña de su partido la tomaron dos de los ministros destituido­s que acaban de ser liberados bajo fianza, Carles Mundó y Raül Romeva.

Puigdemont insiste en pedir apoyo para volver a Barcelona como virtual presidente electo. Fantasea con un gigantesco golpe de efecto: ganar las elecciones y regresar el día de su investidur­a, para forzar que la policía lo detenga cuando todo el mundo esté mirando a Cataluña.

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