LA NACION

Margaret Atwood, una mujer que abre la boca y dice lo que piensa

En su primera presentaci­ón pública, la escritora canadiense habló de feminismo, naturaleza y literatura, una pasión temprana

- Cecilia Martínez

“Si escribís sobre cualquier mujer que abre la boca y dice lo que piensa, van a decir que sos feminista”. La advertenci­a la hizo anoche la poeta, novelista y activista canadiense Margaret Atwood durante la primera conferenci­a que dio en su visita a Buenos Aires, una conversaci­ón formal entre viejos conocidos con el director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel. Allí, en la Sala Jorge Luis Borges, se habló del lugar de las mujeres en la sociedad, de ecología, de ciencia y... de literatura.

El encuentro, que tuvo entre el público a escritoras como Claudia Piñeiro e Inés Fernández Moreno, recorrió la trayectori­a de la autora, que comenzó pidiendo un saludo para todos los que se quedaron fuera del auditorio y siguieron el encuentro desde una pantalla. Atwood, de 78 años, eterna candidata al Premio Nobel, llega al país para participar en diversas actividade­s, en un año del particular renacimien­to de dos de sus grandes obras: su ficción distópica El cuento de la criada (1985) y su novela Alias Grace (1996), ambas adaptadas en exitosas series.

A pedido de Manguel, se empezó por el principio: habló de los años de su infancia y de sus primeros contactos con la naturaleza al norte de Quebec. Recordó los paisajes de lagos, rocas, vegetación y pájaros (juntos hicieron el sonido de algunas especies que habitan en esos parajes) y explicó cómo rápidament­e abandonó una posible vocación de botánica para dedicarse a una pasión temprana: la escritura. El primer relato que escribió fue sobre hormigas, un insecto que con ironía –dijo– no encuentra motivador, e hizo memoria sobre cómo pasaba las tardes cuando llovía: “Con mi hermano, escribíamo­s historias”.

En los 60, cuando las editoriale­s eran renuentes a publicar novelas de canadiense­s, comenzó a hacerlo en revistas. Eran años de movimiento­s feministas, con referentes como Simone de Beauvoir, de quien Atwood dijo: “Se quejaba de que las mujeres usaran vestidos rosas, pero yo no tenía ni vestidos; ya hubiese querido usarlos en lugar del overol de mi hermano”. Sobre el lugar de la mujer en la sociedad, se explayó en diversas ocasiones. Insistió en que el feminismo “es un término tan grande que necesitás saber qué piensa el otro para entender de qué hablamos”. Consideró, por otra parte, que “las mujeres no son ángeles, son personas, pero eso no es una excusa para no darles igualdad de derechos, porque los hombres tampoco son ángeles”.

Sobre El cuento de la criada, llevado a la televisión por el servicio de

streaming Hulu y protagoniz­ado por Elisabeth Moss, observó: “Cuando salió la novela, mucha gente me decía: me encantó, es igual a la escuela de mujeres a la que fui. La pregunta que se hace este relato es: si los Estados Unidos tuvieran un gobierno totalitari­o, ¿cómo sería ese totalitari­smo?”. Considerad­o una especie de biblia para ciertos sectores del feminismo, el libro acaba de ser reeditado por Salamandra y produjo un nuevo fenómeno de lectores.

Como consejo a las nuevas generacion­es de escritores, dijo: “Escriban, escriban, lean, lean, lean. Cuando leemos a otros autores estamos cultivando nuestro estilo y aprendiend­o técnicas narrativas. No se sientan inhibidos, el tacho de la basura está hecho para ustedes. Escriban todos los días y sigan leyendo”. En su caso, contó que, como rutina, escribe al menos dos páginas diarias.

Tras el encuentro de ayer, la escritora, que también es miembro de Amnistía Internacio­nal y que integra la comisión directiva del organismo Birdlife Internatio­nal, participar­á mañana de un nuevo acto en la Biblioteca Nacional, a las 19, donde su pareja, el novelista canadiense Graeme Gibson, presentará The

Bedside Book of Birds y The Beadside Book of Beasts. Para quienes no puedan asistir, también esa charla se transmitir­á en vivo a través de la web de la Biblioteca.

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Fabián Marelli Después de la conferenci­a en la Biblioteca Nacional, Atwood firmó ejemplares

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