La historia que nos contamos
Ahora que el periodismo narrativo ha vuelto a imponerse con renovado prestigio (el éxito del último festival celebrado en Buenos Aires, Basado en Hechos Reales, es apenas un indicio), Netflix apuntó los reflectores a dos grandes referentes del género: Joan Didion y Gay Talese. Joan Didion, el centro
cede, es un documental filmado por Griffin Dunne, sobrino de Joan. Una retrospectiva sobre su carrera, desde su arribo a Vogue hasta su paso por The New York Review of Books y las grandes crónicas que, de su mano, marcaron una época: su convivencia con los Panteras Negras, la grabación del disco de The Doors, el registro de la contracultura hippie, los asesinatos del clan Manson, la agitación política en El Salvador. Claro que también están ahí su matrimonio con el escritor John Gregory Dunne, la adopción de su hija Quintana, la vida en Malibú, sus Coca-Colas heladas de desayuno, la manía de meter manuscritos en el freezer cuando se trababa con algo, ese entorno social efervescente formado por Janis Joplin, Steven Spielberg, Harrison Ford y Scorsese. Y la muerte, claro. La pérdida repentina de su esposo y apenas un poco después de su hija, por una embolia pulmonar. Ahí están entonces el encuentro con el dolor y la agobiante incapacidad de enfrentarse al mismo. Ahí está la aceptación de que la escritura es la única forma de matar las serpientes que la rodean. “Siempre he pensado que si analizo algo, me da menos miedo”, confiesa Didion, anciana y frágil, en el documental. De ahí que en El año del
pensamiento mágico, el libro ganador del National Book Award, relate con disección de cirujana el proceso de desmoronamiento personal. La autora se transforma en cronista de su vivencia y la cámara recopila fragmentos de esa experiencia: sólo así ella es capaz de transformar su herida en dolor universal. Pero, ¿puede un cronista mantenerse al margen de su objeto si ese objeto es su propia vida? La misma pregunta podría ser dirigida a Gay Talese, quien en la década del 80, mientras Didion documentaba el movimiento social de América latina, se sumergió en un campo nudista y accedió a ser fotografiado con tal de exponer “la esencia de la sociedad norteamericana” en el libro La mujer de
tu prójimo. Si su esposa y sus hijas se avergonzaron, si su familia fue víctima de comentarios maliciosos, si él mismo fue juzgado como obsceno, no parece haber afectado en lo más mínimo su vida personal. “Iba a hacerlo de todos modos”, admite en el documental Voyeur el dandy que, a sus 85 años, todavía se hace los trajes a medida.
Sucede que Talese no muestra la misma indiferencia al que dirán cuando de su reputación periodística se trata. Esta vez, los directores Josh Koury y Myles Kane siguen de cerca la escritura de El motel del voyeur, en el cual Gay accede a narrar la historia de un hombre que dice haber espiado a los huéspedes de su hotel durante 30 años. Talese, que fue meticuloso al extremo al escribir sobre la mafia, sobre Frank Sinatra y sobre las costumbres sexuales de los norteamericanos, olvida en su nuevo entusiasmo contrastar datos. Olvida algo tan básico como consultar otras fuentes. Inesperadamente, el documental registra el momento en que un periodista del Washington Post le hace notar la inconsistencia en algunas fechas brindadas por el hombre en cuestión. Y ahí es cuando Talese, el gran periodista del siglo XX, se desmorona en cámara: “Mi carrera se ha acabado”, se lamenta con un aplomo conmovedor. Sólo que a diferencia de Didion, que se arroja al abismo, él se recompone rápidamente y argumenta que esas incongruencias “no cambian el sentido” de lo escrito. Se enoja incluso con los documentalistas y cuestiona su forma de hacer el reportaje. “Nos contamos historias a nosotros mismos para poder vivir”, escribió Joan Didion en El álbum
blanco años atrás. Difícil refutar su premisa. Tan difícil como juzgar la historia que alguien construye en el tramo final de su vida.
¿Puede un cronista mantenerse al margen de un objeto si ese objeto es su propia vida?