Independiente
Cómo vivió su año de transformación, desde un enero con dudas hasta una final continental
Hay años inolvidables en la historia de Independiente. Este último será recordado como el de la recuperación futbolística y espiritual. Un proyecto que edificó Ariel Holan y que, después de 12 meses de trabajo, desencadenó en un equipo ambicioso, respetuoso de su ADN, que mañana buscará consagrarse campeón de la Copa Sudamericana ante Flamengo, en el Maracaná. Los primeros días del Rojo, sin embargo, no fueron fáciles. La evolución llegó con el transcurso del tiempo.
Enero
Acababa de comenzar el año y Holan, antes de asumir, ya había sido muy criticado. Salvo los Moyano, varios integrantes de la comisión directiva lo miraron de costado, casi con desprecio. En su primer entrenamiento, durante la mañana del seis, el DT desplegó todas sus herramientas de trabajo: la utilización de drones y cámaras, sumado a su nutrido cuerpo técnico compuesto por 12 colaboradores, lo colocaron en el medio de un intenso debate público.
Tras una dura pretemporada, al equipo se lo notó confundido. En el torneo de verano empató 0 a 0 con Atlético de Tucumán, perdió 3 a 0 con Racing y, una semana más tarde, en la revancha del clásico, volvió a caer, esta vez por penales. Liderada por Pablo Bebote Álvarez, la barra entraba en escena y tenía su primer contacto con el entrenador.
Febrero
El plantel, como había prometido Holan antes de asumir, fue depurado. Varios de los referentes –Denis, Vera, Cebolla Rodríguez, Ortiz y Pellerano– fueron desafectados. Nery Domínguez, Erviti y Gigliotti fueron contratados. La semilla de un equipo ganador se plantó durante el mes de febrero.
Marzo
La noche del 18 Independiente jugó su primer partido oficial del año. Holan no podía tener un rival más accesible para su debut. San Martín de San Juan, en Avellaneda, parecía ser la oportunidad perfecta para que el nuevo entrenador torciera las prematuras críticas. Pero el Rojo, con Erviti y Gigliotti desde el arranque, apenas empató 0 a 0. En el último día del mes, después de haber postergado dos partidos, igualó 1 a 1 con Vélez, de local.
abril
La paciencia se agotaba y, como si fuera poco, en el duelo de ida de la primera etapa de la Copa Sudamericana, ante Alianza Lima (Perú), Independiente empató 0 a 0. A Gigliotti le atajaron un penal. Era la tercera igualdad consecutiva, las tres en Avellaneda. Desde las tribunas se escucharon los primeros silbidos. La impaciencia ganaba terreno.
El Rojo recién se despertó la tarde del domingo 9, en Paraná, ante Patronato, con una goleada 5 a 0 que le dio oxígeno a un plantel angustiado. El sábado siguiente volvieron las dudas: en el Libertadores de América empató 1 a 1 con Atlético de Rafaela. El equipo estaba preso de su inconsistencia.
Pero en Córdoba tuvo una reacción que significó el respeto de sus rivales: el 19, en un partido postergado de la 15a fecha, le ganó 2 a 0 a Talleres. Una victoria sobre Arsenal y un empate con Estudiantes cerraron abril. Independiente renacía entre altibajos. El saludo histórico, por pedido del técnico, volvía a hacerse costumbre.
Mayo
El equipo de Holan estaba germinando. El primer domingo de mayo, en el estadio Marcelo Bielsa, le dio una lección de fútbol a Newell’s, que venía en un óptimo nivel. A puro vértigo –el rasgo distintivo durante el primer semestre–, Independiente lo aplastó 4 a 2 y dio signos de que, detrás de las críticas de la prensa y de los hinchas, había un trabajo preciso del DT. La confirmación ocurrió una semana después: en el Libertadores de América, el local le ganó 2 a 0 a Racing.
Entre tantos festejos, el 17 casi se lleva un traspié memorable: en el estadio de Quilmes, Independiente, por los 32avos de final de la Copa Argentina, empató 0 a 0 con Deportivo Camioneros y recién se impuso en los penales. Fue un susto que quedó en el olvido cuando, 72 horas