LA NACION

En su libro Tigres en la lluvia, el autor Martín Graziano recupera un catálogo desconocid­o del gran músico argentino

En Tigres en la lluvia, de Martín Graziano, el autor se centra en El jardín de los presentes, de Invisible, y recupera la conversaci­ón sobre el material inédito y pirata del artista

- Martín E. Graziano

En los 70 compuso obras fundantes y un profuso repertorio inédito

De Almendra a Banda Spinetta, hay al menos tres discos perdidos

Todas las noches, un spinettian­o tiene el mismo sueño: con una linterna en la mano, rompe el candado y abre la puerta de la bóveda. El aire, enrarecido por la humedad y el tiempo inerte, llena su cabeza de alucinacio­nes. En el suelo, dispersas al tuntún, se apilan algunas cajas pintadas de moho. Con la mano libre, levanta las solapas: son rollos de cinta rubricados con unas palabras escritas en bolígrafo. Dicen Almendra, Tórax, Pescado Rabioso. Dicen Invisible, Banda Spinetta, Jade. Dicen una palabra clave: inédito. Ahí se interrumpe el sueño y siempre se despierta sudoroso y con la misma pregunta: ¿quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido?

Desde el hipotético single de El Huevo, el Flaco inauguró su paso por los setenta con discos fundantes y un profuso repertorio inédito. Un tesoro que sobrevivió en casetes, acetatos, imágenes y palabras: la memoria esférica de los miles de fanáticos que rastrillan el fondo del océano spinettian­o. En ese paisaje sobresalen, como montañas, los jirones de sus tres grandes discos perdidos.

EL SEÑOR DE LAS LATAS

La noticia corrió como reguero de pólvora. En marzo de 1970, las revistas Pinap y Pelo anunciaron que Almendra estaba trabajando en una ópera-rock. Tan influencia­dos por Tommy (el nombre informal del proyecto fue Tomasito) como por María de Buenos Aires (el grupo había peregrinad­o en tropa a su estreno), Spinetta vislumbrab­a una

suite jalonada por sus canciones, el trabajo arreglísti­co de la banda y algunos personajes del incipiente rock argentino.

El argumento era ambicioso. “En el primer acto, un mago de agua llega a una ciudad cualquiera –explicaba el Flaco en Pinap–. En su tránsito por la ciudad, el mago se encuentra con un niño y le pregunta qué puede hacer para conseguir su meta: la búsqueda de la pureza. El niño le dice que debe hallar cinco trovadores, que serán Litto Nebbia, Moris, Tanguito, Javier Martínez, Roque Narvaja y un sexto –que está loco– caracteriz­ado por Miguel Abuelo, quien al fin le va a sugerir la clave para su búsqueda. El mago peregrina por la ciudad, encuentra a cada uno de los trovadores y finalmente el loco le dice que debe esperar que los árboles le pidan tres deseos, siendo el último el más importante: que el mago se duerma. En el sueño, el mago es atormentad­o por todas las cosas que jamás podrá entender: ambición, odio, guerra y demás injusticia­s, y es condenado a perder su condición de mago y a despertar siendo un simple ciruja. El primer acto termina con el mago aún durmiendo. Cuando despierta de su profundo sueño deberá retroceder siete días de su vida para encontrar a quien debe mirar hasta el fin: ese cruce simbolizar­á el encuentro del hombre consigo mismo”.

Los Almendra garabatear­on un estreno para agosto en el Teatro Ópera y comenzaron los ensayos en la casa de Arribeños en el barrio de Belgrano. Del Guercio, Molinari y el manager Aníbal Gruart viajaron a Nueva York para comprar equipos y, tras su regreso, Almendra aceleró su proceso de desintegra­ción. Para agosto, en lugar de anunciar el estreno de El señor de las latas ya tenían la noticia de la separación. “Obertura” fue la única sobrevivie­nte del repertorio que llegó a Almendra II, el disco que fotografió la explosión. Otras esquirlas llegaron más lejos. “Canción para los días de la vida” fue grabada en A 18’ del sol (1977), y “Ella también” recién alcanzó el disco en

Kamikaze (1982). Temas como “El señor de las latas” y “Niño escobita de sol” se perdieron en la noche de los tiempos, pero “Historias de la inteligenc­ia”, “(Canción del) Mago de agua”, “Caminata” o “Viejos profetas de lo eterno” sobrevivie­ron en algunos piratas. A juzgar por esos fragmentos dispersos, la ópera parecía más cerca del lirismo del debut que del grupo radicaliza­do del doble.

PESCADO INÉDITO

En las paredes del cine-teatro Atlantic, el Odeón y el Metro quedó grabado el mural perdido de Pescado Rabioso. Un repertorio que, en conjunto, parece pintar un fresco subterráne­o y evanescent­e de la Buenos Aires de 1972. Entretejid­as con las canciones que eventualme­nte llegaron al estudio, Spinetta, Black Amaya y Bocón Frascino tenían oro en polvo: “La fiebre paranoica”, “Ella flota por mí”, el riff adrenalíni­co de “La tabla de la nada” (también conocido como “Chocolatin­ero”) o los blues de “Mañana a las diez” y “Suave nube dama”.

Ese repertorio, amasado entre fines del 71 y septiembre del 72, no era tentativo. De hecho, para la célebre autonota de la revista Pelo contestaro­n con las letras “Ya es el momento ya”, “Mensaje a las larvas” y un tema que pintaba para clásico como “Pibe”. “Personalme­nte, me sigue enloquecie­ndo «Pibe» –dice Alfredo Rosso, testigo de aquellos conciertos–. Pero recuerdo una intensa recepción para «La fiebre paranoica», quizá porque era un tema con una letra muy fuerte. Tenía un estribillo que arrastraba mucho a la gente y una zapada intensa en el medio”. En efecto. Sobre una base de hard-blues, Spinetta atravesaba las sombras del statu quo: “Con la noche y con el día / es tu cuerpo el que cruza la vía / si vences a la represión”.

Sumados al repertorio que llegó a Desatormen­tándonos, el conjunto dejaba vislumbrar un disco doble como debut: acaso uno de los mitos definitivo­s del rock argentino. “A pesar de la fama de Spinetta, la excusa oficial fue que Microfón no quería sacar un disco doble de una banda con la que no se sabía qué iba a pasar –apunta Rosso–. Entonces los desalentar­on. Otro motivo posible puede ser que el trío inicial ya estaba fracturado, de modo que estas canciones quedaron flotando en la nada. El Flaco nunca quería hacer temas viejos cuando había cambiado la estructura del grupo al cual pertenecía­n”.

LOS ESPACIOS AMADOS

En la Navidad de 1976, Spinetta compuso “Tanino” con su hijo Dante en la cuna. Esa canción es la punta del ovillo para una nueva etapa: un lirismo extremo en el marco de una violencia extrema. El eslabón perdido entre El jardín de los presentes (Invisible) y su inmersión definitiva en las aguas jazzística­s. Aquel primer verano de la dictadura, Spinetta conoció a un músico del extrarradi­o rockero como Diego Rapoport y comenzó a edificar un ensamble con Osvaldo López y Machi Rufino. Aquella primera formación de Banda Spinetta grabó el material de A 18’ del sol, pero rápidament­e cambió (ingresaron Eduardo Zvetelman y dos ex Piazzolla como Ceravolo y Ricardo Sanz, y expandió su horizonte tímbrico con los vientos de Gustavo Moretto y Bernardo Baraj).

“Era un período en el que primaba la idea de fusión: Weather Report mandaba en la escena mundial –dice Baraj–. Lo que el Flaco planteaba era una formación que respondier­a a esa sonoridad, pero a partir de su creativida­d, de su música y sus canciones. Respondien­do a esta idea, el grupo tenía muchos espacios destinados a la improvisac­ión. A la posibilida­d de que cada uno tocara lo que sintiera”.

En ese marco, Spinetta drenó un repertorio que se agrupó bajo el título Los Espacios Amados: una serie de conciertos programado­s para los lunes de abril, mayo y junio de 1978 en el Astral. Allí convivían instrument­ales arduos (“El Turquito”, “Bahiana split”, “Los espacios amados” y “Covadonga”, arrastrado desde Invisible) con otras perlas donde confluía la búsqueda armónica con su sensibilid­ad cancioníst­ica: la suite conocida como “Tríptico del eterno verdor”, “Estrella gris”, “Las alas del grillo”, la mencionada “Tanino” y “Tu destino es el de morir de amor” (una colaboraci­ón autoral con Guillermo Vilas). “En el último período de la banda, hicimos un demo con cuatro temas –revela Baraj, para asombro del spinettian­o–. Tenía como finalidad la presentaci­ón del material para el disco que Luis después fue a grabar a Estados Unidos. Eso se hizo en estudio. Debe estar en algún lugar, pero yo nunca me encontré con ese material”.

El spinettian­o cierra el diario: este es el alimento para su sueño de hoy.

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dante cosenza El Flaco Spinetta en los años 80, en tiempos de Jade

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