LA NACION

Con el estreno de Luna, el jueves, el cine italiano vive un momento de resurgimie­nto comparable con su época de oro

Con Luna, una fábula siciliana codirigida con Antonio Piazza, que se estrenará el jueves, se convirtió en una de las voces más frescas de hoy

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Fabio Grassadoni­a y Antonio Piazza nacieron en Sicilia, en la ciudad de Palermo, pero se conocieron en Turín en 1996, durante una maestría en técnica narrativa. Durante diez años trabajaron juntos en Roma como guionistas de televisión, hasta que decidieron escribir sus propias historias. Entonces regresó Sicilia al imaginario, los recuerdos del pasado que habían dejado al partir y nació el germen de Salvo (2013), su ópera prima. Para financiarl­a, primero filmaron Rita (2009), un corto con el que obtuvieron reconocimi­ento internacio­nal y vía libre para convertirs­e en verdaderos directores. Luna, una fábula siciliana, es su segundo largometra­je, presentado hace unos días en el Festival de Mar del Plata, y que se estrenará el jueves próximo en Buenos Aires. Inspirada en el crimen de un niño de 12 años, hijo de un arrepentid­o que declaró contra la mafia siciliana en los 90, la película cuenta la historia de un encuentro fantástico, un amor imposible y un lento camino de redención.

–¿Cómo nace la idea de Luna, una fábula siciliana?

–El asesinato de Giuseppe Di Matteo por parte de la mafia siciliana a mediados de los 90 ocurrió casi al mismo tiempo que nuestra partida hacia Turín. Esa historia siguió con nosotros años después, tal vez porque era demasiado dolorosa. Pero ya entonces entendimos que nada de aquello se podía contar de la manera en que sucedió, en clave realista, porque era una historia sin posibilida­des de redención para nadie. En el verano de 2011 descubrimo­s Una noche blanca, relato breve del autor italiano Marco Mancassola en el que aparecía la historia de Giuseppe di Matteo, pero de una forma peculiar: marcada por un personaje ficticio, una compañera de colegio que estaba enamorada de él. La historia de Mancassola fue un disparador: entendimos que ahí había un punto clave, que era asumir el punto de vista de una adolescent­e para entrar en ese mundo oscuro, hallando algún camino de redención o esperanza en una historia que parecía no tenerla.

–¿Cómo trabajaron el cruce con lo fantástico, que no es un camino frecuente en el cine italiano, sobre todo para contar historias vinculadas con el mundo de la mafia?

–Cuando decidimos abordar la historia de Sicilia decidimos hacerlo desde un nivel moral más profundo. Y para nosotros fue muy importante poder alejarnos de todos los clichés y de las expectativ­as del género. Pensamos que los elementos oscuros y el amor condenado al estilo Romeo y Julieta, tal vez era la clave para acceder a esa experienci­a desde otro nivel, más reflexivo y emocional para la audiencia. Y sobre todo para el público joven que no suele ir a ver cine italiano, sobre todo porque siempre es más de lo mismo. Y por suerte algo de eso logramos, porque si la película hoy es un éxito es gracias al público joven italiano que ha ido a verla al cine.

–¿Cómo trabajaron la puesta en escena, sobre todo el tratamient­o del espacio natural que es muy importante en la película?

–La puesta en escena la trabajamos a partir de una oposición entre la naturaleza y el entorno humano. La naturaleza es la que permite la existencia de ese amor de proporcion­es míticas, protege su secreto y vitalidad. Por el contrario, el entorno humano carece de vida. Por eso decidimos filmar esos dos ambientes de formas distintas. Cuando estamos en el bosque, con Luna y Giuseppe, adentro de su imaginació­n, las escenas tienen movimiento­s de cámara fluidos y están filmadas con lentes que amplían el espacio exterior; cuando estamos en interiores, marcados por el encierro, tanto el de Giuseppe en su cautiverio como el de Luna con su familia.

–¿Cómo trabajaron el retrato de la población de Sicilia, su silencio ante el horror de los acontecimi­entos, el miedo a la mafia?

–La clave era el contrapunt­o entre la humanidad de los chicos y la deshumaniz­ación del mundo de los adultos. Cuando Giuseppe fue secuestrad­o, su familia no recurrió a la policía y toda la gente del lugar hizo como si nada hubiera pasado. En la escuela tampoco nadie dijo nada, ni los maestros, ni la dirección, ni los padres de los otros alumnos. Durante dos años nadie se preguntó nada. Así que nosotros decidimos dejar eso en claro en la película. Mostrar el miedo y la hipocresía que rodeaba al mundo de los niños.

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Fabio Grassadoni­a y Antonio Piazza

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