¿Qué es un gol en la vida de Independiente? Barco se recibió de ídolo
Qué es un gol en la vida de Independiente? Mucho. Y muchos. Del antológico gol de Vicente de la Mata a River, en el ‘39, ya no queda espectador que pueda relatar aquel collar de gambetas, pero la hazaña respira en los libros de historia, lo mismo que aquel tanto fundacional de Mario Rodríguez, el primer descorche del Rey de Copas, en el ‘64 ante nacional en Avellaneda; Ricardo Bochini y Daniel Bertoni hubieran dado mucho más que lo que llevaron como hinchas a Río de Janeiro para que los dejaran entrar en el anchuroso campo para tirar una pared como la que fabricaron en el olímpico de Roma, hace casi medio siglo, ante la Juventus; José Percudani habría ido corriendo desde su Bragado natal hasta Río para replicar aquel pique japonés y sensacional contra el Liverpool... no fue necesario.
A la colección de gemas engarzadas en la red que engalana la historia del cuadro rojo de Avellaneda, acaba de sumársele la conquista de Ezequiel Barco. A Independiente no le era desconocida la dulzura de un título en el Maracaná, pero en la memoria sólo podía contabilizar las anotaciones de Cristian Domizi y Javier Mazzoni en la Doble Visera: de Río se había marchado triunfal, pero sin conquistar un tanto.
Fue de penal, después de el VAR (que ya lleva un tiempo inventado...) convalidara la sanción –aunque en la repetición pareció menos infracción que en el primer golpe de vista– del árbitro Roldán. Pero hay que calibrar el temple del chico Barco, categoría ‘99, para entender la dimensión de la empresa, asumiendo la responsabilidad en una condición hostil, ante una hinchada feroz que se jacta de tener más integrantes que habitantes la Argentina. Patear en esa circunstancia habla de coraje.
Si alguna vez, en alguna charla casual de concentración, un compañero de plantel como Juan Sánchez Miño le transmitió la angustia que supone un penal marrado en una circunstancia decisiva –como le sucedió el año pasado ante el Chapecoense, por la misma Sudamericana–, el chico no demostró haberlo escuchado.
Hace muchos años, el alemán Peter Handke escribió un libro magnífico, “El temor del arquero ante el tiro penal”, que Wim Wenders llevó a la pantalla. Difícilmente el pibe Barco lo haya leído o la haya visto, pero nunca se notó: el miedo en el Maracaná, a la hora del penal decisivo, lo tuvo César, el arquero local.
Pudo haber sido Gigliotti el autor del gol que quedara en la historia. Barco no tenía problemas en compartir el cartel: no quiso robárselo y por eso acabó despejando un defensor brasileño. Así, el penal que convirtió con el aplomo de un veterano copero acabó volviéndose la certificación del título.
¿Qué es un gol en la vida de Independiente? En noches como la de Barco, un diploma de consagración.