Holan, el DT que inculcó un estilo y devolvió las ilusiones
Fanático del Rojo, llegó al club hace un año y, tras ser observado de reojo, convenció a todos
Ariel Holan es el hombre que le devolvió la ilusión a los hinchas de Independiente. En el fútbol de una sociedad infectada de exitismo como la argentina, el entrenador llegó al club con la vacuna que le permitió al equipo recobrar su mística. Propuso un estilo de trabajo singular y convenció a sus jugadores más allá de los sistemas, y a los fanáticos, de darle tiempo al proyecto sin poner en primer plano el resultado desde el primer día. No pasó un año desde su nombramiento aquel 29 de diciembre de 2016 y anoche, en el Maracaná, donde nació la leyenda sagrada del espíritu copero de los Rojos, vivió otra de esas noches imborrables de su niñez que recuerda como si fuera hoy. Aquel niño que disfrutaba de los partidos subido a los hombros de papá Ramón en Avellaneda era el hombre que ayer, a los 57 años, estaba al frente del equipo en una demorada vuelta olímpica continental, en este caso de la Copa Sudamericana.
Su amor por Independiente es infinito. Tiene clara la fecha de nacimiento de ese sentimiento que creció mientras se crió en el club y no se alteró cuando su vida profesional tomó otros carriles. Después de 53 años, en las retinas siguen asomando intactas aquellas imágenes del festejo de la Copa Libertadores de 1964, en la sede. Tenía apenas 4 años. y como vinieron más celebraciones de ese tipo en años siguientes, aquella rutina con el padre (un mecánico de instrumental de autos que falleció en 1979 por un accidente en su propio taller) la tomó como propia con sus hijas, Melanie y Sofía. Ahora le toca vivir situaciones especiales, mucho más potenciadas que las que vivía en su posición de entrenador de hockey, y logra tener un reconocimiento que excede logros como el sellado anoche. Toda una paradoja que, justo ahora, deba correrse del lugar de hincha y controlar su pasión “porque soy el técnico y tengo que vivirlo como una bendición”, como ha repetido una y otra vez. Aunque en algunos casos no pueda contener las lágrimas.
Egresado de la Escuela Nicolás Avellaneda y maestro nacional de educación física, Holan revela que luego de cada partido como el de anoche no duerme. La intensidad que le pone a todo y su rol en la institución hacen que la procesión vaya por dentro infinidad de veces. Hay que guardar las formas, salvo que aparezca el barrabrava Bebote Álvarez para amenazar y entonces haya que pisar más firme, incluso yendo a la Justicia, como lo hizo en una de las pesadillas que puede recordar en esta etapa soñada.
Esposo de Silvina, una hincha de River, y con un nieto (Felipe) de 2 años al que hizo socio diablo antes de nacer, el entrenador rompió el molde al adaptar al fútbol el uso de la tecnología. Sabe que no va a ganar partidos porque utilice un drone en los entrenamientos, pero sí que le dará una mayor visión de lo que necesita corregir. En medio siglo, pasó de caminar por las vías del tren, luego de viajar desde Lomas de Zamora para llegar a la por entonces cancha de la Doble Visera para poder ver lo que trascendía muy poco, a sentir que la ciencia aplicada al trabajo era parte inevitable de sus días.
Su paso previo por Defensa y Justicia fue la primera experiencia como DT en el fútbol, tras once años trabajando como ayudante de campo en diversos clubes (en Independiente, fugazmente), y quedó su legado. Obsesivo, innovador, ambicioso, arriesgado cuando llegó a El Halcón no sintió que debía pensar más en el arco propio que en el del rival. Les inculcó a sus jugadores que un grupo humilde podía tener la vara de sus aspiraciones más arriba. Le creyeron y no sólo mantuvieron la categoría, sino que se clasificaron para la edición anterior de esta Copa Sudamericana que se definió anoche. En Independiente buscó replicar eso desde el primer momento, para que volver a sentir una identidad no fuera una quimera.
En el hombre al que todavía le brillan los ojos cuando recuerda “el gol de Bochini a Zoff, de cucharita, tras una pared con Bertoni” en la final Intercontinental de 1973 que el Rojo le ganó a Juventus, hay un sentimiento que está impregnado en la piel. Es un buen ejemplo aquél, ya que tiene que ver con la audacia, con la capacidad adquirida para fortalecerse en situaciones adversas o desfavorables. Del entrenador de las divisiones inferiores de hockey del club Alemán de Lomas de Zamora no quedaron ni los peculiares lentes negros anchos que utilizaba. Todo eso forma parte de un pasado mejorado.
Para los hinchas de Independiente, como él, un orgulloso socio hace 20 años, ese grito “que de la mano de Holan, la vuelta vamos a dar” que asegura no haber escuchado nunca, tarde o temprano iba a ser realidad.