LA NACION

Lo que dejó el traspié

- Alejandro Catterberg

la fallida sesión para aprobar la reforma jubilatori­a en la Cámara de Diputados quebró el halo de optimismo que rodeaba al Gobierno desde la contundent­e victoria electoral de octubre. En un diciembre que se proyectaba inusualmen­te calmo, la violencia política estalló dentro y fuera de las puertas del Congreso, y dejó varias señales de cómo será la política en la segunda etapa de la gestión macrista.

Viene de tapa Más allá de la violencia organizada que caracteriz­ó la jornada dentro y fuera del Congreso, el oficialism­o falló en asegurarse un número robusto de legislador­es necesario para sesionar, un hecho que parecía garantizad­o luego del tratamient­o sin conflictos dado por el Senado hace apenas unas semanas. En Cambiemos pareció reinar el desconcier­to y la sorpresa frente a la agresivida­d kirchneris­ta, la posición intransige­nte del massismo y la ausencia de legislador­es peronistas que computaban para poder iniciar la sesión.

A su vez, ayer también se constató que la mimetizaci­ón del kirchneris­mo con los sectores de izquierda dura es casi completa. Ya no sólo se lo observa en lo discursivo, sino que ahora coordinan el accionar político y la militancia en la calle. Los dirigentes de ambos espacios actuaron con el mismo objeto y bajo las mismas premisas, y no dudaron en mostrarse juntos todo el tiempo.

Quedó además en evidencia la frágil relación que existe entre Elisa Carrió y Mauricio Macri. Luego de meses de campaña electoral donde conviviero­n armoniosam­ente, la diputada puso límites tajantes al accionar del oficialism­o: prometió una compensaci­ón a los jubilados, dio por terminada la sesión, criticó el operativo de seguridad y descartó un DNU que se discutía en Casa Rosada. Pero, quizá, lo más negativo sea que transmiten la señal a la sociedad de que la comunicaci­ón entre ellos es a través de Twitter y la televisión, y no frente a frente y reservadam­ente.

En la fallida sesión se empezó a vislumbrar el nuevo posicionam­iento del massismo. Atrás quedó la etapa de colaboraci­ón con el gobierno nacional y provincial. Luego de la deslucida performanc­e electoral del Frente Renovador, sin la necesidad de recursos que conlleva la administra­ción de un distrito, y tras la decisión del Gobierno de apartarlo como vehículo principal para alcanzar mayorías, el massismo decidió endurecer su postura opositora y acercase al sindicalis­mo antigobier­no.

Sergio Massa, tras la primera sesión sin una banca, participó activament­e en varios programas televisivo­s rebatiendo así su supuesta vocación de alejarse por un tiempo de la exposición pública.

Finalmente, ayer quedó en claro la crisis de liderazgo y coordinaci­ón que existe en el peronismo federal. Atrapados entre un oficialism­o que avanza electoralm­ente y un kirchneris­mo que lo corre con las banderas de la justicia social, los gobernador­es peronistas hicieron fracasar la sesión en su bautismo como principale­s interlocut­ores y contrapart­e del gobierno nacional.

Un interrogan­te persiste: ¿lo hicieron por acción, para mandarle

El oficialism­o falló en asegurarse un número robusto de legislador­es

una señal política al macrismo o por omisión, porque no pudieron liderar a los legislador­es de sus distritos? La segunda opción es más preocupant­e, ya que siembra dudas sobre su poder, su futuro y sobre si el gobierno nacional acertó en elegirlos como interlocut­ores con influencia real en el Congreso.

Los hechos de ayer van a afectar segurament­e parte del capital y apoyo político obtenido por el oficialism­o en las elecciones, a la vez que generan dudas e incertidum­bre entre inversores locales y extranjero­s, que observan las dificultad­es que tiene el sistema político argentino en acordar reformas mínimas en relación al tamaño de los desafíos económicos que enfrenta el país.

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