LA NACION

Derechos humanos que recortan la memoria

El plan de acción anunciado por Claudio Avruj debió haber impulsado una reconcilia­ción sincera edificada sobre la verdad integral para sanar el tejido social

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El presidente Mauricio Macri encabezó el acto en el que el secretario Claudio Avruj anunció el Primer Plan de Acción de Derechos Humanos 2017-2020. El documento publicado comprende varios capítulos y políticas referidas a derechos colectivos, igualdad, no discrimina­ción y reducción de la violencia. Pero sin duda la mayor expectativ­a se concentró en el capítulo titulado “Memoria, Verdad y Justicia”.

En efecto, al conocerse este título se abrió la expectativ­a de observar avances hacia la pacificaci­ón y reconcilia­ción, con el reconocimi­ento hacia las víctimas ocasionada­s por los grupos terrorista­s que iniciaron y sembraron violencia y muerte en los años setenta. Pero no fue así. El plan no hace ninguna mención de estas víctimas, cuyos familiares siguen clamando el reconocimi­ento que legítimame­nte se les debe. Su contenido, por el contrario, parece surgido de la pluma de quienes aspiran a profundiza­r el empleo del brazo de una justicia parcial para seguir enjuiciand­o y condenando exclusivam­ente a militares, policías y gendarmes. En este plano de profundiza­r la condena hacia ellos, el gobierno nacional ha confirmado que continuará querelland­o y que no intenta atender los derechos humanos de las víctimas inocentes de los grupos subversivo­s armados. Nada dice ni plantea sobre el carácter de lesa humanidad que la jurisprude­ncia internacio­nal adjudica a los crímenes de organizaci­ones armadas, que además contaron con apoyo y entrenamie­nto externo.

Los argentinos siguen divididos respecto de su visión acerca de lo sucedido en los años setenta. Subsiste una grieta conceptual que constituye un obstáculo para alcanzar la necesaria reconcilia­ción de nuestra sociedad.

Durante los doce años en los que los Kirchner ejercieron la primera magistratu­ra, el discurso oficial se caracteriz­ó por una interpreta­ción ideologiza­da y alejada de la verdad de aquellos hechos. La denominada política de derechos humanos abandonó los principios éticos que debían caracteriz­arla y fue empleada para lograr espacio político y una artificial cobertura moral para el ejercicio corrupto del poder. Desde el gobierno y en las escuelas se difundió y todavía se mantiene, un relato sobre los setenta que presenta a los grupos terrorista­s como jóvenes idealistas y a la represión como una acción requerida para acallar la resistenci­a social frente a políticas económicas impuestas por supuestos perversos poderes económicos.

Con esa falsa presentaci­ón de la verdadera historia, se ignora a las víctimas ocasionada­s por los Montoneros, el ERP y otros grupos armados. Se omite decir que estos grupos actuaron también contra gobiernos constituci­onales, y se ignora que entre 1970 y 1973 hubo un fuero judicial que los juzgó y condenó, otorgándol­es todas las garantías para su defensa.

El relato tampoco recuerda que en mayo de 1973 ese fuero fue disuelto por el gobierno de Héctor Cámpora, y que los terrorista­s amnistiado­s retomaron las armas y procediero­n a vengarse de los jueces que los habían juzgado y condenado.

Puestas a combatir aquel terrorismo desbordado que pretendía hacer de la Argentina otra Cuba, las Fuerzas Armadas fueron reclamadas por el poder civil para aniquilar el accionar subversivo. Este se desarrolla­ba por combatient­es sin uniforme, que actuaban clandestin­amente en organizaci­ones celulares, en ámbitos principalm­ente urbanos.

Lamentable­mente, tanto el gobierno constituci­onal como las cúpulas militares descreyero­n en 1975 que el camino pudiera ser nuevamente el de recrear un fuero judicial. La respuesta al requerimie­nto de aniquilami­ento llevó a que las Fuerzas Armadas cometieran desde el Estado crímenes aberrantes. Ciertament­e esto no puede convalidar­se, pero no por ello hay que olvidar los crímenes y delitos cometidos por los movimiento­s subversivo­s.

Sin embargo, los integrante­s de esos grupos terrorista­s se mantienen impunes y han recibido cuantiosas indemnizac­iones, e incluso han llegado a ocupar cargos de gobierno, pese a la enormidad de sus repudiable­s conductas. Entre 2011 y 2016, las indemnizac­iones sumaron algo más de 4000 millones de dólares. Se estima que en total, desde el inicio y hasta que se satisfagan todos los reclamos, alcanzarán 11.200 millones de dólares. Para continuar lo que alguien denominó “el curro de los derechos humanos”, aún hay varios miles de solicitude­s bajo análisis.

Mientras tanto, desde que se llevó a cabo la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final, se impulsaron y se continúan abriendo cientos de causas judiciales contra miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad, así como también civiles.

En la actualidad hay alrededor de 2000 presos, de los cuales 1430 aún no tienen condena y 728 de ellos han excedido holgadamen­te el tiempo admitido de prisión preventiva. Ya han fallecido 428 en prisión, de los cuales 424 tenían aún prisión preventiva. En gran parte de estos juicios hay denuncias de testigos falsos y se manipulan las pruebas. Ha sido frecuente la realizació­n de audiencias y juicios orales en teatros o grandes locales en los que se convoca a multitudes vociferant­es.

Esas irregulari­dades deberían investigar­se a fondo, incluyendo tanto lo actuado desde la conducción política como desde el accionar de la Justicia. En particular deberá revisarse la conducta de algunos jueces y fiscales, cuya labor fue contraria a la imparciali­dad.

El Plan de Acción de Derechos Humanos 20172020 debería impulsar como objetivo central, una reconcilia­ción sincera edificada sobre la verdad objetiva y la justicia. Se trata nada menos que de sanar el tejido social y así hacer posible avanzar en paz hacia un futuro común.

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