LA NACION

Filmar bajo las instruccio­nes de Michel Gondry

En la Usina del Arte, una cronista realiza una película amateur bajo indicacion­es del director francés junto a un grupo de desconocid­os

- Denise Tempone

Estoy vestida de novia frente a nueve personas. No tengo idea de quiénes son. Es la primera vez en mi vida que las veo. Lo único que sé, porque lo dice la consigna, es que durante las próximas tres horas voy a tener que inventar, rodar y mirar una película junto a ellas. Y que en algún momento yo voy a ser una novia. Eso no lo dice nadie, eso lo decidí yo cuando vi el vestido blanco, hermoso, disponible en los percheros que nos ofrecieron para caracteriz­arnos. No soy la única que decidió su rol de manera caprichosa. Marfa, una compañera de taller que es rusa, escribe poemas eróticos y publica sus bombachas en Instagram, sucumbió a un tapado de peluche animal print y se cubrió la cabeza con una peluca plástica platinada. Mis otros compañeros, ahora mismo, coquetean con trajes de policía y travestism­o. Si no fuera por un protocolo que nos arrima a la coherencia, esto sería un kindergart­en. Pensar que hace minutos nada más parecíamos colegiales en su primer día de clases.

Nada rompe el hielo más rápido que el absurdo. La solemnidad fue expulsada hace media hora, cuando la instructor­a de este taller de películas amateurs nos explicó que en 45 minutos debíamos elegir “simplement­e por la cara” al director, al camarógraf­o y a alguien que tomara notas. También un género en el que quisiéramo­s incursiona­r, sin debates ni argumentos. Ser expeditivo en tareas creativas requiere entregarse, con amor, al ridículo. Hacerlo en forma colectiva cohesiona a un grupo velozmente. Pero aunque nos sentimos curiosamen­te cómodos siendo excéntrico­s, el espíritu de pandilla no aparece hasta que descubrimo­s que todos, pero todos, estamos de acuerdo en algo: hagamos lo que hagamos, tenemos que incluir un videoclip. ¿Acaso no nos metimos en esta por amor a Michel Gondry? Votamos (en el universo Gondry, todo se vota). “Un falso documental”, siete votos. “Un videoclip”, ocho. “Humor negro”, cinco. Otras categorías, como “erótico”, “policial” y “comedia”, quedan desplazada­s. “Un falso documental sobre un videoclip con humor negro” es lo que naturalmen­te decidimos filmar.

Con eso en claro, estampamos nuestras firmas en un largo contrato que nos advierte, entre otras cosas, que Gondry podría terminar usando nuestras imágenes en su nuevo

film. La idea nos vuelve locos. Esta novia, un par de rockstars y el director de un falso documental estamos listos.

Es difícil no conocer a Michel

Gondry. Tal vez en el mundo exterior, fuera de este taller, no muchos conozcan su cara y apenas estén familiariz­ados con su nombre. Pero decididame­nte nadie que haya vivido aunque sea de refilón la cultura pop de MTV, especialme­nte en la era A.I. (Antes de Internet), puede desconocer su obra. Los más arty lo ubicarán a través de sus clips con Björk (“Army of me”) o Massive Attack (“Protection”); los pisteros sabrán por él a través de Daft Punk (“Around the world”) y Stardust (“Music sounds better with you”), mientras los poperos lo amarán por Kylie Minogue (“Come into my world”). Hasta los rockeros tendrán algo que agradecerl­e por sus trabajos con The Rolling Stones (“Give me Shelter”), Lenny Kravitz (“Believe”) o Radiohead (“Knives out”). ¿Cómo no tener fe en lo que estamos por hacer? ¿Cómo no entregarse por completo al instructiv­o que el director de Eterno resplandor de una mente

sin recuerdos y La ciencia de los sueños dejó para esos pibes (y no tanto) lúdicos de clase media que viven en grandes metrópolis del mundo completame­nte atravesado­s por la estética, el ritmo y la filosofía del videoclip?

Antes de aterrizar en la Usina del Arte, esta “fábrica de películas”, que, según el director, “no es un happening ni es pedagogía”, pasó por Nueva York, San Pablo, Río de Janeiro, París, Johannesbu­rgo, Moscú y Tokio, entre otras ciudades. Consiste en un puñado de interesant­es lecciones que Gondry aprendió a lo largo de su carrera convertida­s en tareas que celebran la adrenalina del do it yourself, de filmar ya, con quien sea, y con lo que haya a mano. Y lo que hay, en esta ocasión, no es nada menor. En su paso por cada ciudad, Gondry deja escenograf­ías montadas con todo lo que alguien puede necesitar para contar muchas cosas: oficinas, quirófanos, trenes, campings, bosques, autos, bares y hasta cárceles. Deja también vestuario (¡este vestido de novia!) y enormes carteles repletos de consejos, a prueba de tontos, en el camino. Sus indicacion­es son tan vehementes que la única forma de fallar en la experienci­a es atemorizar­se, no vivirla. Todo en este espacio celebra el ensamble, el bricolaje, el mix de géneros, la fusión y también la confusión. “No se queden con un solo género. No elijan un solo título. No usen una sola escenograf­ía, mezclen, hagan, no tiene por qué ser lógico”, invita, como esos amigos agitadores que todos amamos tener. Y eso explica los nombres de algunas de las películas que ya se realizaron en estos talleres. Cita en Marte para un sándwich, Kissing french cops o Gore School Musical son sólo algunos de los títulos que podemos ver en el videoclub al que van a parar todas las produccion­es.

Aunque Gondry asegura haber estado trabajando sobre la idea de esta fábrica durante más de diez años, fue recién en 2007 cuando pudo realizar la primera prueba. En su

film Por favor rebobinar, incorporó la participac­ión de vecinos del barrio en el que estaba rodando, en Nueva Jersey, para recrear escenas de clásicos como Robocop.

Ellos no sólo actuaron, sino que trabajaron en diferentes instancias de la filmación de la historia de dos amigos dueños de un videoclub que borran por error las cintas magnéticas de cada película. La solución, para no ir a la ruina, es apelar al barrio y filmar de vuelta cada película solicitada. Luego de comprobar que el proceso de producción comunitari­o funcionaba, el director decidió replicar el método y abrirlo a gente desconocid­a. Él pondría los reglas, la cámara, el vestuario, los consejos y los escenarios, y los asistentes lo ejecutaría­n con sus propias ideas. Esta “fábrica de películas amateurs” fue primero montada en lugares cool, como la galería de Jeffrey Deitch y el Centro Georges Pompidou.

Luego, Gondry salió al ruedo más profundame­nte y llevó la experienci­a a suburbios que también supieron celebrarlo, por su constante relación con la cultura callejera a través de la música.

Una hora es lo que tenemos para concretar nuestro falso documental, Restos de un videoclip, una vez que nuestra instructor­a nos da la bienvenida al set de escenograf­ías. No podemos editar, nos recuerda: tenemos que confiar en nuestra capacidad de resolución inmediata. En la emergencia, el talento se despliega y algunos de mis compañeros se revelan como verdaderos artistas.

Marfa habla en ruso durante todo el rodaje y su aire exótico se complement­a de maravilla con las habilidade­s acrobática­s de Lumiere Tetsuo, un director de cine que no está dirigiendo, sino encarnando a una rockstar que morirá en pocos minutos en manos de otro director inescrupul­oso. Me dejará a mí vestida de novia, camino al altar. Cuando todo termine, entre risas y entusiasmo­s, casi no podemos prestarle atención a la proyección de la película finalizada, pero tal como dicen las indicacion­es la guardamos en una cajita de DVD empapelada con un collage que nosotros mismos armamos con recortes de revistas.

La experienci­a finaliza y, se supone, es hora de despegarno­s. No podemos. Nos divertimos demasiado juntos como para que la tarde se termine. Decidimos prolongar nuestro encuentro una hora y cuarto más, visitando la muestra digital de la amiga de nuestro amigo Gondry, Björk, justo enfrente de donde se dicta el taller. Hablamos de las cosas que hicieron juntos y de las que vamos a hacer juntos, nosotros también. Hace tres horas, ni siquiera nos conocíamos.

En su paso por cada ciudad, Gondry deja escenograf­ías montadas No podemos editar, tenemos que confiar en nuestra capacidad de resolución

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Gentileza Actuar en la cinta que luego el director podrá usar en sus films fue parte de la apuesta

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