LA NACION

El Hipódromo de Palermo transforma­do en pista de baile

La banda del cantante Jay Kay desplegó todo su arsenal rítmico de su más reciente producción discográfi­ca, Automaton

- Mauro Apicella

Hasta los hechos eventuales pueden generar cierta rutina. de mi gusto por la música sinfónica, cada vez que voy a un concierto en el Teatro coliseo, dejo el auto en el estacionam­iento subterráne­o de la plaza que está enfrente. apenas termina el espectácul­o parto a paso rápido, para evitar largas colas en la caja donde se paga y en la rampa de salida. recuerdo un día que no tuve demoras en la caja, pero vi que ya había una fila de varios autos que apuntaba hacia la barrera. Subí al mío, avancé hasta donde pude, en dirección a la salida, y esperé pacienteme­nte. encendí la radio (en mi coche la música siempre se escucha a buen volumen) y lo primero que sonó fue un hit de Jamiroquai. Y al ver que varios de los recién llegados a la fila para pagar en la caja golpeaban el piso con sus pies, siguiendo el ritmo, subí el volumen para que la espera de todos fuera más amena. así fue: gente que minutos después de ver a una orquesta sinfónica de europa del este hacía leves movimiento­s con sus pies y con la cabeza, como si asintiera sutilmente, al ritmo de Jamiroquai.

Y más allá de que ahora elijo un taxi para el regreso a casa, durante el concierto de Jamiroquai, en el Hipódromo de Palermo, la sensación es similar. Hay algo en su música, en los viejos hits, y en las canciones del último cd, Automaton, que publicó este año, que provocan una gestualida­d totalmente espontánea. Por supuesto que la de las miles de personas que vinieron a este recital es totalmente voluntaria. No hay aquí actos reflejos, sino respuestas concretas hacia un artista por el que se pagó una entrada.

además, casi siempre es muy cool lo que Jamiroquai produce. Ya desde el primer tema, “Shake it on”, hasta “Virtual insanity” (último bis de la noche); ya sean con los títulos de Automaton, o esos que fueron grandes hits a lo largo de su carrera. Todo forma parte de un baile continuo que, aun a riesgo de ser un poco monótono, en una noche como esta (al aire libre, con 21°c y sin viento), ofrece el clima ideal para esas dos horas de concierto.

a propósito de esto: ¿por qué si esta noche ideal viene de un día de 38°c de térmica, el cantante Jason Kay (ese que fundó la banda y al que, simplement­e, llamamos Jamiroquai) sube al escenario con guantes y una campera deportiva cerrada hasta el cuello? Jay Kay es, sin duda, un artista singular. Tanto como el casco que estrenó para este disco. eso sí que es una rareza. Parece una especie de actualizac­ión del clásico ornamento indígena iroquese de grandes plumas que popularizó este cantante, desde el comienzo de Jamiroquai, a principios de la década del noventa. Pero también se asemeja a la estatua de la Libertad de los estados Unidos. además tiene un arsenal de Leds de colores diferentes y aletas que suben y bajan, como los flaps de un avión, o como las plumas de un pavo real de carlos regazzoni, o como una sofisticad­a maquinaria de la escudería robótica de daft Punk.

me lo quedo mirando durante un tema completo y me pregunto quién manejará los cambios de luces y los movimiento­s de las aletas. ¿Será el operador de luces, por Wi-Fi o bluetooth? ¿Será el mismo Jay Kay? ¿estará todo programado y sincroniza­do con la música, con anteriorid­ad?

en toda la propuesta de Jamiroquai puede encontrars­e una actualizac­ión. Los grandes éxitos “cosmic Girl”, “alright” y “Space cowboy” suenan renovados, pero en su punto justo. Sin exageracio­nes. “automanon”, que es la canción que dio título al último cd, suena entre lo más clásico de Jean michel Jarré (sobre todo en la intro del tema) y el capital cities de In a Tidal Wave of Mystery.

La “cosmic Girl” de hace dos décadas era pura seducción (y de otra galaxia) y ponía al corazón del cantante “en gravedad cero”. era mucho más finisecula­r que la “Summer Girl” del último disco de la banda inglesa. Vale contar (aunque el tema “Summer Girl” no es parte del repertorio del recital porteño) que esta es la que lo vuelve a enamorar y la que le genera una necesidad obsesiva; al mismo tiempo, es la que nada deja pasar por alto y le gusta hablar de política.

Jamiroquai se actualiza y va a la electrónic­a, pero, en el fondo, sigue poniendo a trasluz su esencia: esa manera de leer y mixturar la música disco, el funk y el soul, como lo hacía en los noventa, y esa capacidad para hacer que la gente baile durante dos horas, como aquellos zapatos caros que, veinte años atrás, luego de un concierto de música clásica, taconeaban el piso de un estacionam­iento subterráne­o, al ritmo de “Space cowboy”.

 ?? RodRigo Néspolo ?? Jay Kay, al frente de Jamiroquai
RodRigo Néspolo Jay Kay, al frente de Jamiroquai

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