Cataluña, ante el peligro del desgobierno
Tras una contienda que expuso la fractura de la región, según las encuestas ningún bloque logrará la mayoría parlamentaria; Arrimadas podría dar la sorpresa
Ningún bloque lograría la mayoría en los comicios de la semana próxima BARCELONA (De nuestro corresponsal).– Tras una campaña insólita, con candidatos en prisión y meses de caos por la ofensiva independentista, Cataluña se acerca a las elecciones regionales del próximo jueves en un escenario de incertidumbre total. Según las encuestas, ni el bloque constitucionalista, adelante en intención de voto, ni el separatista lograrían mayoría en el Parlamento para formar gobierno, lo que impediría superar la fractura abierta por el proceso independentista.
BARCELONA.– “¡Queremos votar!” Esas dos palabras fueron el grito de guerra de la crisis que fractura a Cataluña. Unos exigían un referéndum; otros, unas elecciones para echar al gobierno separatista. Al cabo de tres meses dramáticos las urnas se abrirán el jueves próximo. Ahora lo que une a los dos bandos es una pregunta endiablada: ¿y si no fuera suficiente?
La campaña más insólita de la historia de España –con candidatos presos o prófugos– se acerca al final sin arrojar certezas sobre la salida al conflicto. Casi todas las encuestas vaticinan un tablero ingobernable, sin mayorías claras, mientras unos líderes maniatados por los vetos cruzados se resisten a hablar de pactos.
La gran novedad que revelan los sondeos publicados ayer –los últimos que permite la ley– es la posibilidad de que Inés Arrimadas, de Ciudadanos, salga primera. Sería un golpe brutal para el independentismo después de la revuelta que terminó con la fallida proclamación de la república, a fines de octubre.
Esquerra Republicana (ERC), Junts per Catalunya (JxC) y los anarquistas de la CUP luchan dificultosamente para repetir la mayoría parlamentaria que tenían hasta que el presidente Mariano Rajoy destituyó el gobierno de Carles Puigdemont e intervino las instituciones catalanas, en aplicación del artículo 155 de la Constitución. Les pasan factura la división de votos entre ellos, la complicación jurídica de sus candidatos y el desastre económico que provocó la crisis.
Pero si Arrimadas lograra ser la más votada tendría muy complicado formar un gobierno. Su intención de voto ronda el 25% (32-35 diputados), igualada o apenas por arriba de ERC, según los distintos sondeos. Con los otros partidos que defienden la unidad de España –el socialismo y el Partido Popular (PP)– no alcanzaría las 68 bancas necesarias para llegar al poder.
“Lo que se vislumbra es que ni los nacionalistas ni los constitucional is tas tienen mayoría, por lo que la clave la tienen los comunes”, señala Narciso Michavila, presidente de la consultora GAD3. Con los comunes alude a Catalunya En Comú, el partido aliado de Podemos y que conduce la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
La frase de cabecera de su cabeza de lista, Xavier Domènech, es: “No estamos ni con la independencia ni con el bloque del 155”. No se mueve de la ambigüedad, a pesar de que los sondeos le auguran un resultado peor al ya bastante malo de 2015. Otra anomalía de esta campaña: la solución reside en manos de un partido que podría salir quinto, con 9% de los votos.
Pablo Iglesias, el líder de Podemos en el orden nacional, verbalizó lo que muchos temen cuando dijo que prefería una repetición de elecciones antes que un mal pacto.
Lo que ellos proponen suena quimérico: un acuerdo de izquierda a uno y otro lado de la trinchera nacionalista. Es decir, entre ERC, los socialistas y los comunes, incluso con la CUP. Todos los demás lo descartan de plano.
“El ambiente está muy crispado. Los espacios de contacto entre personas que piensan diferente saltaron por los aires”, señala el politólogo Oriol Bartomeus, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona.
En la campaña son habituales las agresiones de baja intensidad entre militantes de distintos bloques, hay declaraciones agresivas de los candidatos y mucho victimismo, sostenido sobre todo en la queja independentista por el encarcelamiento de algunos de sus líderes, como el ex vicepresidente Oriol Junqueras, cabeza de lista de ERC.
“Hay que pelear a todo o nada para que Rajoy no siga mandando en Cataluña”, arengó ayer Puigdemont (JxC) en un contacto por videoconferencia con sus seguidores. Su fuga a Bélgica le dio una visibilidad que no tiene Junqueras, que lleva un mes y medio en una cárcel madrileña acusado de rebelión.
Ellos libran una batalla sutil por el dominio del frente nacionalista. ERC empezó como favorito claro. JxC descontó. La división abre la puerta a que Arrimadas quede primera.
“Nuestra prioridad es sumar una mayoría y reponer al legítimo presidente”, dijo Elsa Artadi, jefa de campaña de la lista de Puigdemont.
Si lo logran se abrirían otros interrogantes: ¿dejará Rajoy que asuma otro gobierno rupturista? ¿Y quién será el presidente, si Junqueras está preso y Puigdemont sería detenido en caso de retornar a España? “El artículo 155 no tiene fecha de caducidad”, advirtió Rajoy esta semana. Es decir, la intervención termina el día que se forme un gobierno, pero podría reactivarse si los independentistas volvieran a la carga con el proceso secesionista.
“El momento es de una complejidad enorme –opinó Meritxell Batet, vocera adjunta del socialismo en el Congreso español–. Los resultados serán endemoniados. El día posterior a las elecciones todo será mucho más difícil que hoy. Hace falta que nos impliquemos todos en la solución.”
Miquel Iceta, el candidato socialista, se presenta como el nexo posible entre el constitucionalismo y los comunes. Incluso se muestra tolerante con los separatistas (prometió que peleará por un indulto en las causas sobre la rebelión). El problema es que su techo sigue bajo, con entre 15% y 17% y alrededor de 20 bancas.
Una paradoja de esta campaña es que después de la agitación social de los últimos meses todo pueda terminar igual o casi, con una división social granítica y un bloqueo político.
No es que nadie haya cambiado, sostuvo el politólogo José Fernández Albertos. Los sondeos reflejan que hay independentistas frustrados con el deterioro económico que produjo la deriva de Puigdemont y también antinacionalistas enojados con la respuesta de Rajoy. Pero las fronteras son muy rígidas para saltarlas ahora. Y, en todo caso, los pocos que lo hacen en una dirección se cancelan con los que van en la otra.