La llama de la violencia amenaza la democracia
La violencia es mala. Si esa violencia es fruto del cálculo político, peor. Y si se la alimenta con las divisiones de una sociedad marcada por desencuentros trágicos, es todavía más grave. el lunes no sólo estuvo a punto de saltar una sesión legislativa. Se buscó una reacción en cadena: si estallaba el congreso, la fisura pronto quebraría la estabilidad del Gobierno y, por extensión, las bases mismas del sistema democrático. Pero esto no debería sorprender. La coherencia interna del kirchnerismo no muestra dobleces. dentro o fuera del gobierno, persigue de la misma forma una sola meta: imponer su dominio sin medir los costos.
La estrategia fue evidente. Hubo una correspondencia entre la locura de la calle, protagonizada por una minoría fuera de sí, y las voces de los diputados kirchneristas y sus aliados en el recinto. afuera, las fuerzas de seguridad recibían casi pasivamente una agresión feroz que iba in crescendo, mientras adentro los legisladores kirchneristas, ayudados por los massistas y la izquierda extrema, denunciaban una represión deseada que en verdad no existía. Pedían, en nombre del pueblo apaleado, el levantamiento de la sesión. Una vieja táctica K: atacar y victimizarse. extendieron el relato durante cinco horas, acaso esperando un muerto que no llegó. Podría haber llegado y hoy la historia sería otra.
el kirchnerismo juega con fuego y se alimenta del odio ideológico que avivó durante su gobierno. ese odio irracional, capaz de identificar al gobierno de macri con la dictadura, palpable el lunes entre las fuerzas de choque, es su capital y su instrumento político. Lo manipula con cinismo sin medir las consecuencias. es nosotros o el incendio. o el incendio a secas, ya que el fuego de la destrucción puede significar para el populismo agónico la reconquista del poder.
No se puede esperar otra cosa del kirchnerismo. Pero sorprende que el sistema político ayude desde las instituciones a mantener su vigencia.
con el apoyo de sus diputados a la estrategia de la violencia, Sergio massa, esclavo del rédito inmediato, demuestra que no puede levantar la vista de la baldosa en la que está parado, acaso porque carece de un norte al que dirigirse. La ambigüedad del resto del peronismo, en sus diversas variantes, resulta en cambio más inquietante.
Sin líder, desorientados, los peronismos no kirchneristas no vislumbran aún el camino que podría llevarlos de nuevo al poder y parecen presos de una disyuntiva de hierro: colaborar o impedir. es difícil predecir cómo se resolverá esta indefinición, pero los antecedentes no son buenos: fuera del gobierno, jugaron siempre a obstruir, esperando que el cuerpo extraño metido en su propiedad empezara a derrapar. Una vez en la banquina, con la ayuda de un empujón certero, el intruso por fin desbarrancaba. Sin embargo, hay una novedad que pone en duda esta receta. en el páramo de sequía y corrupción que dejó cristina Kirchner, perciben algo nuevo en la sociedad: un hartazgo profundo de las viejas prácticas del viejo partido, capitalizado por supuesto por macri.
¿colaborar, entonces? eso también tiene su precio. en un país inviable, con un déficit insostenible, el Gobierno propone cambios de fondo. esto, de llevarse a cabo, supone desmontar mafias y privilegios decantados durante décadas. muchas de estas prebendas y negocios pertenecen a la corporación peronista, tanto en su vertiente política como sindical. colaborar significaría entonces renunciar a estos privilegios.
Sin embargo, en un país donde la lucha por el poder ha sido la lucha por alcanzar esos privilegios, la disyuntiva del peronismo es aplicable a todos los sectores, incluidos los empresarios. Todos saben que la argentina está en una situación terminal, todos claman por un país normal, más racional, pero ¿quién está dispuesto a ceder algo? Somos una sociedad corporativa signada por la lucha de intereses sectoriales. esto explica las distorsiones estructurales del país y las dificultades que existen para superarlas.
es difícil cambiar una cultura instalada desde hace más de medio siglo, pero ese es el mayor desafío de cambiemos. Puesta en perspectiva, y más allá de sus eventuales aciertos o iniquidades, la reforma previsional es el primer paso de una serie de cambios que se pretenden de fondo. de allí, también, las reacciones que produjo.
Hoy la principal batalla del Gobierno es cultural y debe aprender a librarla con la palabra. La acción sola no alcanza. en todo país hay intereses enfrentados, pero aquí los intereses dividen. La palabra puede trazar una hoja de ruta para el conjunto. Una plataforma donde discutir y disentir. Un diálogo que conjure la violencia.
El kirchnerismo juega con fuego y se alimenta del odio ideológico que avivó durante sus años en el gobierno