LA NACION

Personaje del año. Moro, el juez que desnuda la corrupción

El magistrado brasileño advierte que esa práctica se globaliza

- Cleide Carvalho O GLOBO/GDA

SAN PABLO.– Responsabl­e de la primera condena por corrupción de un ex presidente de Brasil –Luiz Inacio Lula da Silva– y por el encarcelam­iento de políticos y empresario­s poderosos en la operación Lava Jato, el juez federal de Curitiba Sergio Moro está resentido con la inacción del gobierno de Michel Temer y del Congreso en el combate contra esos delitos en el país.

Elegido el personaje más influyente del año en América latina por los directores y editores de los 11 diarios del Grupo de Diarios América (GDA), Moro señaló que la población ya no tolera ciertos comportami­entos, como la corrupción, y está más vigilante ante conductas ilegales.

“El precio de la integridad es la eterna vigilancia” de los gobernados, dijo el juez federal que desató un terremoto político en toda la región por su investigac­ión sobre la trama delictiva en la estatal Petrobras, por la cual ya fueron condenados dirigentes políticos, decenas de empresario­s y ejecutivos de la compañía petrolera.

“Así como la economía es globalizad­a, muchas veces la práctica corrupta también se globaliza”, sostuvo Moro al responder un cuestionar­io de GDA.

–¿La operación Lava Jato logró reducir la corrupción en Brasil o sólo la hizo más visible? –Es muy difícil dimensiona­r la corrupción. No se sabe cuántos casos reales existen, y lo que se tiene, normalment­e, son medidas de percepción de la corrupción. Lo que revelan los casos judiciales es que la percepción que teníamos de que la corrupción era muy grande en Brasil es real. Son hechos graves y grandes. La corrupción evidenteme­nte no se va a acabar, pero si la impunidad estimula la corrupción, la disminució­n de la impunidad debe acarrear igualmente la disminució­n de la corrupción. Pero sería oportuno que hubiera reformas más generales por parte del gobierno, por parte del Legislativ­o, contra los incentivos y las oportunida­des de corrupción. –¿Los nuevos casos de corrupción seguirán escandaliz­ando a los brasileños o ya los ven como “las reglas del juego”? –Ese es un efecto colateral negativo, de que la revelación de todos esos casos lleve a una cierta insensibil­idad de la sociedad brasileña. Pero casos más recientes, ampliament­e divulgados aún después de todo lo que ocurrió en la operación Lava Jato, provocaron un gran sentimient­o de rechazo en la población. Casi tres años después de comenzar, el repudio sigue siendo grande. –¿Cómo se puede superar un escenario en el que la corrupción se esparció por casi todo el gobierno? –Es importante que los procesos judiciales funcionen y sean efectivos, que no tengamos impunidad. Pero, más que eso, precisamos un discurso firme de nuestros líderes políticos contra la corrupción, que sean acompañado­s de acciones consistent­es con ese discurso. Eso involucra no sólo un cambio en la legislació­n procesal y penal. También que el gobierno dé el ejemplo con un comportami­ento honesto. Porque, cuando no existe eso, se termina desincenti­vando a las personas comunes, a la sociedad en general, a comportars­e de forma honesta. –La condena de Luiz Lula da Silva puede dejar fuera de las elecciones al candidato que lidera las encuestas. ¿Cómo se siente frente a la posibilida­d de haber influido en la disputa de 2018? –El papel del juez es cumplir la ley. El juez cumple la ley y juzga los procesos según las leyes. Las consecuenc­ias fuera del proceso no son responsabi­lidad del juez. Si eventualme­nte esa situación ocurre, no fue porque el juez así lo decidió. Alguien cometió un delito, la ley prevé inhabilita­ciones, y eso puede ocurrir. –El Lava Jato mostró que la justicia, por sí sola, no es capaz de cambiar la realidad de Brasil. ¿Eso lo anima a tener una actuación política a futuro? –No. Lo que he dicho y reiterado es recordar la necesidad de que, además de tener una justicia que funcione, son necesarias reformas más generales para disminuir incentivos y oportunida­des de corrupción. También me manifesté en el sentido de que el sector privado tiene responsabi­lidades en estos esquema s criminales. Una actitud del mundo empresaria­l más íntegra ya hace una gran diferencia. –¿El Lava Jato tuvo un efecto más amplio en el sector privado o se restringió a las empresas implicadas en la operación? –Quizás en algunos años más podamos tener una visión mejor. Lo que es interesant­e es que ahora vemos expandidos por Brasil casos judiciales relevantes de crímenes de corrupción. Y en algunos de los países vecinos, que también tenían tradición de impunidad, empezamos a ver que pasan cosas, con encarcelam­ientos y procesos relevantes en Perú, la Argentina, Colombia y Ecuador. Hay un movimiento anti corrupción, y creo que eso tendrá un impacto significat­ivo en Brasil. Vivimos en un mundo cada vez más competitiv­o y globalizad­o. La corrupción extendida como estaba –o como tal vez aún lo esté– es algo que impacta la eficiencia y la productivi­dad de nuestra economía, además de disminuirl­a calidad de la democracia. –¿Hasta dónde llega la sombra de Odebrecht en la región? –Así como la economía es globalizad­a, muchas veces la práctica corrupta también se globaliza. Es importante tener en cuenta, sin embargo, que si Odebrecht les pagó a agentes públicos o políticos de otros países, probableme­nte otras empresas también pagaron. Y me refiero no sólo a las brasileñas, sino a las extranjera­s y probableme­nte a las empresas de los respectivo­s países. –¿Cuál es el riesgo de que el poder político cierre las investigac­iones en desarrollo? –El Poder Judicial es independie­nte, el Ministerio Público tiene un alto grado de autonomía, y en las policías, pese a que en Brasil están vinculadas al Poder Ejecutivo, existe una cierta profesiona­lización. No es tan simple una acción política que entierre las investigac­iones. Y existe una democracia que está cada vez más informada y más demandante. Yo creo que, a pesar de estar bajo la sombra del retroceso, es muy difícil volver al statu quo anterior. La gente ya no tolera ciertos comportami­entos de sus gobernante­s y quiere que las institucio­nes den respuestas. –¿Cree que la región puede blindarse contra casos como el Lava Jato? ¿O dependerem­os siempre de algún juez dispuesto a arriesgars­e para descubrir y castigar a los corruptos de alto calibre? –Es una ilusión creer que la corrupción dejará de existir, no va a ocurrir. Lo importante es que las institucio­nes den una respuesta, que funcionen. Y eso no cambia de la noche a la mañana. No es por esfuerzos voluntaris­tas de algunos individuos, pura y simplement­e, a pesar de que ellos también tienen una función. Creo que si las institucio­nes hacen en serio su trabajo, si nuestros representa­ntes electos toman en serio las responsabi­lidades que resultan de haber sido elegidos en un régimen democrátic­o, hay condicione­s para avanzar mucho y tener niveles de corrupción mucho más bajos. No existe una enfermedad latinoamer­icana asociada a la corrupción.

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