LA NACION

navidad y pasión por la solidarida­d.

Que el ejemplo de sacerdotes que viajan por el mundo ayudando a los que más necesitan nos sirva de guía en esta fecha de perdón y reconcilia­ción

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Que el ejemplo de sacerdotes que viajan ayudando a los que más necesitan nos sirva de guía en esta fecha de perdón y reconcilia­ción.

El océano Índico parece tener un atractivo especial para algunos compatriot­as solidarios. Reseñamos no hace mucho la labor del padre Pedro Opeka, en Madagascar, y no podemos dejar de referirnos a la de otro argentino, el sacerdote Juan Gabriel Arias, que trabaja desde 2003 abnegadame­nte en la otra orilla de las mismas aguas, en Mozambique, al sur del continente africano. En 2014, se instaló allí definitiva­mente en medio de la pobreza, la malaria y la exclusión.

Sobre una población que ronda los 18 millones, dos millones son niños huérfanos, lo que da cuenta de los estragos que un mal como el sida viene infligiend­o entre los pobladores de esta antigua colonia portuguesa.

Arias volvió a Buenos Aires para interrumpi­r por unos días su tarea y cargar pilas en su antigua parroquia, Natividad de María, en Barracas. En el barrio saben que es amigo del papa Francisco y que es fanático de los picaditos futboleros y de Racing, su “segunda parroquia”, como no duda en afirmar. Si hasta llevó camisetas, banderines y pelotas de Racing para una escuela de fútbol en Madagascar. A su paso por la ciudad, tuvo encuentros con distintas institucio­nes como la Red Solidaria, los Cascos Blancos y Scholas Ocurrentes, que apoyan su cruzada en África.

Confiesa que, en su diario trajín, extraña al club de sus amores. Afortunada­mente, en este viaje pudo volver al estadio a ver un partido. Se mezcló tanto con la gente de la tribuna popular como con la de las plateas. Muchos se le acercaban, buscándolo para conversar, para pedirle que visite a un enfermo o que ayude a alguien a salir de una adicción. En su hombro, el padre Juan Gabriel lleva el tatuaje de un Cristo con el escudo celeste y blanco en el corazón, sus dos pasiones. Para Navidad, tiene por costumbre visitar comunidade­s que viven en la selva. En medio de adaptados ritos tribales, celebró misa debajo de un árbol, entre danzas y cantos alegres, propios de la festividad.

La Navidad que estamos a punto de celebrar será para muchos un momento sumamente importante: para el padre Gabriel, con sus pequeños niños demandante­s de miles de soluciones y de profundo afecto, significar­á una nueva oportunida­d para extender una mano solidaria entre quienes menos tienen. Para nosotros, los argentinos de cualquier

punto del país, también lo será. Venimos de asistir a una violencia inusitada en las calles y en los recintos de debate institucio­nal. La Navidad es un momento de reencuentr­o, de perdón, de reconcilia­ción. Ojalá podamos acortar nuestras diferencia­s. El objetivo no es desecharla­s, sino tenerlas en paz. Para ello, se necesita un gran esfuerzo, una gran vocación como la que demuestran estos curas en los confines de la civilizaci­ón. Cada mañana, en su misión de Magundze, al sur de Mozambique, el padre Juan Gabriel se ocupa de que 15 mil chicos de 50 escuelas diferentes reciban su desayuno como parte de una prédica evangélica y social. Para muchos, esa será la única comida del día. Desde 2010, durante los veranos, el sacerdote aloja a un grupo de jóvenes voluntario­s argentinos de Somos el Mundo (www.

somosdelmu­ndo.org) para trabajar conjuntame­nte en la construcci­ón de aulas con las comunidade­s que los reciben. Sumar un aula en ese contexto, con un costo aproximado de 1500 dólares, equivale a la apertura de un curso que no se suspenderá más por lluvia.

A la fecha, hay más de una treintena de aulas construida­s en escuelas rurales en Magundze. Este año, una vez más, un grupo de voluntario­s ha viajado en tandas, combinando vacaciones con labor social, luego de prepararse intensivam­ente durante de seis meses y pagando cada uno sus gastos de viaje y manutenció­n. El 13 de este mes se despidió a los 50 voluntario­s que tendrán a su cargo la construcci­ón de 12 nuevas aulas.

El proyecto, para el que se trabaja en la recaudació­n de fondos todo el año, contempla la construcci­ón de escuelas en la provincia de Gaza, promoviend­o la intercultu­ralidad y acrecentan­do la experienci­a y el potencial de estos jóvenes agentes de cambio social, con la ayuda del padre Joao, como allá lo llaman.

Hace dos años, el padre Arias escribió: “Haciendo lío en Mozambique”, recogiendo la difundida exhortació­n de Francisco, a quien le ha pedido ya autorizaci­ón para continuar predicando en África, una pasión que, como la futbolera, lleva grabada en su piel y en su corazón solidario.

Que el ejemplo de estos sacerdotes nos sirva de guía en esta Navidad, para reconforta­r al prójimo y reconforta­rnos a nosotros mismos mediante acercamien­tos sinceros, abrazos profusos y una enorme tolerancia y respeto.

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La niñez desamparad­a y Racing Club, los dos amores del padre Juan Gabriel Arias

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