Hollywood pone en marcha sus premios y aquí, en cambio, se perdió otra oportunidad para darles jerarquía
“Ser perfecto es aburridísimo”, confesó hace unos días Hugh Jackman de paso por madrid. muy a su pesar, seguramente, el australiano tuvo que aludir a aquello que se ha convertido en un consenso: Jackman es capaz de hacer todo bien. Detrás del carisma y la fotogenia (pocas estrellas de Hollywood brillan tan alto en esos dos atributos) aparece la estampa de un artista completo. Sabe cantar, sabe bailar, se mueve en los escenarios de broadway con la misma elevada destreza que en los sets de filmación. Y en el cine, por si necesitábamos una demostración definitiva, hay que verlo en Logan, una de las mejores películas de 2017 y seguramente la mejor performance de Jackman en toda su brillante carrera al servicio de la pantalla grande. con 49 años cumplidos hace muy poco (los celebró el 12 de octubre), encontró la oportunidad de mostrar todas esas facetas juntas en una película cuyo título perfectamente podría definirlo. Jackman es un gran showman. es el gran protagonista de una película de consciente anacronismo, que reivindica sin complejos al cine también como una gran acumulación virtuosa de artificios, colores, sonidos y sensaciones muchas veces excesivas, pero al mismo tiempo atrapantes y cargadas de energía. Un musical que a la vez rinde tributo a la figura de P. T. barnum, el inventor del circo moderno.