Premios de primera y de segunda
El primer aviso promocional de la transmisión televisiva oficial de la próxima entrega del oscar en estados Unidos se conoció anteayer. Producido por la cadena Abc, puede verse por YouTube.
La escenografía es muy sencilla. muestra a Jimmy Kimmel (anfitrión por segundo año consecutivo) con el mismo atuendo que llevará a la ceremonia, a la izquierda de dos enormes oscar. Detrás, un fondo blanco. Kimmel dice que solamente tiene dos deseos para esta navidad. el primero es que todo el mundo vuelva a verlo conducir la ceremonia del próximo 2 de marzo. el segundo es un jet pack, una de esas mochilas propulsoras que se cargan sobre la espalda y que permiten elevarse gracias a la propulsión de unos motores a chorro. Por supuesto, el efecto visual se emplea al máximo y Kimmel no tarda nada en agradecerle a su madre y emprender el vuelo. Todo el chiste dura apenas 15 segundos.
como es de esperar, el comienzo de la cuenta regresiva hacia la fiesta más importante del año para la industria del cine trajo de nuevo a la memoria el bochorno de la ceremonia de este año, cuando Warren beatty y Faye Dunaway anunciaron un título ganador como mejor película que resultó ser otro. Probablemente ese papelón haya resultado mucho más gracioso (por razones involuntarias, por supuesto) que este primer spot del oscar 2018 lanzado por Abc. Pero la gracia mayor está en otro lado: alguien tuvo una idea promocional, otros escribieron el guión, otros pensaron en la escenografía y la puesta en escena, otros hablaron con Kimmel y seguramente aprovecharon sus sugerencias. conclusión básica y sencilla: hubo y hay gente trabajando en lo que se va a hacer, se va a decir y se va a mostrar en la próxima fiesta del oscar, que este año luce una cifra redonda, el número 90. Y quienes trabajan en ese propósito saben muy bien que todo lo que se haga, se diga y se muestre tendrá que ser más o menos original. o por lo menos dejar constancia de que hubo ideas dando vueltas y que no será una ceremonia manejada con piloto automático.
Salvando las distancias, porque en términos de producción y disposición de recursos para su organización el oscar no puede compararse con ninguna otra entrega de premios, esos modestísimos 15 segundos promocionales nos recordaron lo poco, lo poquísimo que se trabajó en la Argentina para que los premios televisivos que la propia industria local podría considerar como los de mayor representatividad tuviera una mínima identidad televisiva. el spot inaugural del oscar 2018 mostró más ingenio que despliegue económico. ¿Por qué los Premios Tato no recurrieron a algunas de las figuras más caracterizadas del medio para concebir, producir y hacer algo parecido? Podrían haberles consultado a los organizadores del Festival de mar del Plata, que hace un par de temporadas tuvieron la feliz ocurrencia de armar un breve y eficiente sketch en el que las grandes personalidades de nuestro star system se unen y organizan para asistir a la muestra y terminan viajando en un ómnibus escolar manejado por el gran José martínez Suárez. De nuevo, mucho más ingenio que dinero. Y en nada más que 47 segundos. Vale la pena volver a verlo.
Unos 2500 profesionales de los medios audiovisuales votan cada año las ternas de los Premios Tato, que incluyen aquellos rubros artísticos (escenografía, montaje, iluminación, vestuario, maquillaje) que otras distinciones equivalentes desechan o ignoran. es comprensible que con tantas categorías premiadas se piense en una transmisión televisiva de dos dimensiones: una para los premios principales, los más destacados, y otra previa y menos glamorosa con el resto de los reconocimientos.
Lo que no parece plausible es destacar los mayores méritos de la vida televisiva de todo un año en cada una de sus manifestaciones sin que la propia ceremonia que los cobija responda a esa misma exigencia. ni siquiera pudo enmendarse sobre la marcha una gaffe repetida en cada enunciación de candidatos a algún rubro en la fiesta principal: en todos los casos, la transmisión televisiva exhibía un notorio delay entre lo que se decía y lo que se veía. Las voces y los labios de cada protagonista estaban completamente fuera de sintonía. Sin la mínima sincronización. Una emisión organizada y promovi- da por la cámara Argentina de Productores independientes de Televisión (capit), responsable de la mitad de la programación disponible en la Argentina y de la mayoría de los ciclos ganadores, no puede permitirse semejante desliz.
Pero ese desacierto podría disimularse si lo que funciona alrededor luce elaborado, original, creativo. Una vez más faltó el maestro de ceremonias decidido a recorrer con lengua filosa o amable, según la ocasión, el año completo de la TV, reírse de sus penurias y festejar sus logros. Faltó el guionista dispuesto a plasmar en uno de esos monólogos que no se olvidan los mejores momentos de la temporada que pasó. Faltaron los editores encargados de compilar en pocos minutos todo lo que fuese digno de recordar en este año televisivo. Faltaron los actores resueltos a dedicarle un tiempo de su actividad a participar de algún sketch, algún cuadro musical o alguna ocurrencia más o menos pensada a recordar cuál es el lugar de la televisión en la vida de cada uno de nosotros. Faltaron los productores empeñados en adaptar los grandes momentos de 2018 en la TV al formato de una fiesta pensada nada más que para aplaudirlos. Todo eso faltó. en cambio, como siempre, sobraron muestras de pereza, de indolencia, de desapego. ¿Tan ocupados están todos los nombres destacados de la TV como para dedicarle algún tiempo a hacer un poco más televisivo el reconocimiento a lo mejor de la propia pantalla?
el veredicto incontrastable, también como siempre, estuvo en los números. el rating mostró que en la noche de los Tato el capítulo diario de Las estrellas se vio más que la premiación. 11.7 contra 11.3. cifras bajísimas. Y eso que estuvieron casi todos los nombres fuertes del medio. Se perdió otra oportunidad. Una más. Pero lo que más parece haberse extraviado es la certeza, quizá definitiva, de que los premios de la televisión entregados en la Argentina funcionan a partir de dos anomalías: no se tiene en cuenta al público y tampoco se tiene en cuenta a la propia televisión. cualquiera de los invitados, si se pusiera en el lugar del televidente, diría frente a la pantalla que se aburre sin remedio. Tal vez sostenga lo mismo frente a cada nueva ceremonia del oscar, pero siempre se dispone a verla de nuevo.
En la noche de los Tato el capítulo de Las
estrellas se vio más que la premiación El spot inaugural del Oscar 2018 mostró más ingenio que despliegue