LA NACION

El Hombre de Negro, poeta secreto

- Pedro B. Rey

En los años noventa del siglo pasado el productor Rick Rubin tuvo la idea de contactar a Johnny Cash, un ícono de la música estadounid­ense en baja, para que grabara un disco solitario. Pronto –gracias al éxito– se sucedieron otros, hasta la muerte del cantautor. A la serie se la conoce hoy como los American Recordings. En ellos Cash (19322003), en esencia un artista country, con toques de rockabilly y rock, canta en el living de su casa, aferrado a su guitarra. Las grabacione­s no sólo le permitiero­n repasar parte de su repertorio, sino también fagocitar canciones ajenas: “Personal Jesus” hoy parece más un original suyo que el tecno de Depeche Mode. Los discos fueron un hito. A partir de entonces Cash dejó de ser una gloria americana para ser de todos.

El Hombre de Negro –como se lo conocía por la ropa funeraria que llevaba en sus shows– fue un self-made man musical. La dureza de su vida se refleja en las letras de sus canciones, una insistente narrativa permeada por la vida de los Estados Unidos profundos, el trabajo en el campo, la violencia, el crimen, los desgarros morales, los problemas con las drogas (como refleja la famosa “Cocaine Blues”) y, a partir de cierto momento, en busca de redención, las invocacion­es a Dios y Jesús. Cash era una suerte decowboy moderno, pero también un pastor de Biblia en mano.

John Carter Cash –el único hijo que tuvo con June, su segunda esposa, también música– fue el encargado de organizar Eternas palabras, esta antología de poemas póstumos. De la multitud de cartas y escritos que dejó su padre, logró extraer este puzle de manuscrito­s inéditos que se correspond­en con todas las épocas de su vida, desde los años cincuenta hasta 2000. Cash, sostiene el hijo, era un erudito, sobre todo en textos antiguos e historia: Flavio Josefo o La historia de la decadencia y caída del Imperio romano, de Edward Gibbon, son algunos de los títulos, anotados y maltratado­s de tanta lectura, que figuraban en su biblioteca.

Algunos ecos de esas lecturas pueden encontrars­e en los cuarenta y un poemas que componen el volumen. La edición, bilingüe, no enfrenta el original y su versión, como se estila, sino que propone dos libros consecutiv­os: uno en castellano, otro en inglés. Uno de los grandes poetas actuales, el irlandés Paul Muldoon, se encarga de acentuar en un segundo prólogo la relación de los textos –y las canciones de Cash– con la tradición de la balada escocesa-irlandesa, con su ritmo y su sentido del humor.

¿Qué hay en los poemas arrancados a los papeles del Hombre de Negro que no haya en sus letras? La lente del artista sigue siendo la misma: figuran hombres de a caballo y perros en un bosque, un muchacho que piensa hacer desmanes con su pistola, la conjura de una adicción. El erotismo (“Oro esparcido por todos lados”) adquiere mayor intriga en el tranco largo del poema y Job, vieja fascinació­n de Cash, recibe un largo sermón que se vuelve pura ironía. Las notas autobiográ­ficas, que surcan casi todo su cancionero, encuentran aquí su máxima tensión en “No hagáis una película sobre mí”. El futuro terminaría por hacerle una zancadilla: sólo un par de años después de su muerte, un biopic, Walk the Line, contó la vida de Cash (y de June) de manera excepciona­l.

Aunque las versiones en castellano resultan dignas y literales, son los originales los que revelan el alcance poético del bardo estadounid­ense. El inglés puede ser –sobre todo en poesía– una lengua terrosa, llevada por la brisa de sus múltiples vaivenes rítmicos. La dicción de Cash es apretada, por momentos tan bella y elemental que remeda los repiqueteo­s de un trote o un galope y, en otros, la pausa del vaquero bajo la sombra de un árbol.

La edición de Eternas palabras no es inocente. Aprovecha la aparente resolución que el Premio Nobel a Bob Dylan dio a un viejo dilema. ¿Es poesía? Sin duda, como lo es la de tantos juglares del pasado, aunque el lector que alguna vez disfrutó el registro tardío de Cash –una formidable voz de barítono, pastosa y asmática– se descubra marcándole­s el ritmo a estos poemas, como si por algún descuido su autor se hubiera olvidado de ponerles música.

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ETERNAS PALABRAS Johnny Cash Sextopiso Trad.: A. Catalán 238 págs., $ 630

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