Hora de recalcular sin cambiar el GPS
La expectativa que trajo el simple anuncio del cambio de metas de inflación dio la medida del desvío en el que estaba incurriendoel Gobierno. No fue un plan económico ni muchas medidas concretas. Los escenarios que mostró el equipo económico fueron casi un “recalculando”.
Viene de tapa
Este “recalculando” muestra a un gobierno que decidió escuchar las alertas de muchos sectores de la sociedad (desde los principales operadores económicos hasta los ciudadanos de a pie) de que fijar en un nivel alto las tasas de interés para vencer la resistencia de la inflación a la baja ya no resultaba efectivo, al menos no en estos niveles.
El otro aspecto importante, que el Gobierno se ocupó de remarcar en la propia imagen de la conferencia de prensa en la Casa Rosada, fue la unidad del gabinete, más allá de los debates internos que venían trascendiendo en las últimas semanas.
En la resolución de esos debates, todos cedieron un poco: la demanda del “ala política” (básicamente, desde la Jefatura de Gabinete) hacia el presidente del Banco Central de que aceptara bajar las tasas de interés de referencia surtió efecto, pero Federico Sturzenegger también impuso su criterio: el cambio de metas –dijo, palabras más o menos– permite [ahora sí y no cuando se lo pedían sin más, sería el subtexto] recalibrar los instrumentos, que en su caso son las tasas de política monetaria y de las letras que emite la autoridad monetaria (Lebac). ¿Esto implica que decidirá en lo inmediato una baja de esas tasas? No necesariamente. Lo dijo él con todas las letras: “El tiempo, la forma y la cantidad en que se darán esos cambios lo irá definiendo el Banco Central”, reservándose un grado de autonomía.
“Agradezco a mis colegas que me hayan invitado a cruzarme desde la calle Reconquista [sede del BCRA] hasta aquí”, expresó en ese mismo sentido, consciente de que a los ojos de los mercados (locales, pero más aún los internacionales) podría no estar bien visto que un presidente del Banco Central acepte indicaciones del poder político.
Obtuvo una concesión adicional: la intención de apuntar a una baja de tasas necesitaba de la decisión del Tesoro de reducir sustancialmente la asistencia del BCRA para financiar el déficit.
En definitiva, todos son conscientes de que el foco del problema (o, al menos, uno de los más importantes) está en la necesidad de bajar el déficit fiscal, un potro al que la Argentina le cuesta domar desde hace demasiados años.
Lo que no pocos analistas observaban ayer es si bastará con este recálculo de la meta de inflación para que bajen las tasas, con el objetivo adicional de garantizar un crecimiento económico más o menos sostenible en el 3,5% anual a partir del año próximo. La meta del 15% anual de inflación en 2018 es bastante dura de alcanzar, evalúa, por ejemplo, Federico Furiase, de la consultora Eco Go. Según su análisis, aun con esa meta “no hay tanto margen para bajar las tasas”, teniendo en cuenta que el promedio de los analistas que releva habitualmente el BCRA (el llamado REM) prevén, con el actual nivel de tasas, una inflación del 16,6% el año próximo.
La movida de ayer explica en sí misma las causas de la disparada del dólar por encima de los $ 19. Con una inflación que apunta a cerrar el año cerca del 24% (siete puntos por encima de la meta máxima del Central), la cotización había subido un 11% desde principios de año y hasta hace dos semanas (cuando comenzó la escalada). La escalada de los últimos quince días, y especialmente tras el cierre de ayer, elevó la paridad casi un 23% en el año.
Con estos números, Sturzenegger ya no deberá recurrir al tipo de cambio real multilateral (el que mide la paridad del peso respecto de una canasta de monedas de los principales socios comerciales del país, que según mostró ayer lleva un aumento del 23% en el año) para defenderse de quienes lo critican por el atraso cambiario. Ahora, también el dólar se acerca a ese nivel.
El Gobierno deberá cuidar ahora que la devaluación del peso no impacte en los precios, para no realimentar la rueda de la que tanto cuesta salir. Si lo logra, podrá contentarse con el impacto que el nuevo nivel del tipo de cambio tendrá sobre las cuentas externas, que se ven bastante comprometidas. Por lo pronto, el déficit de la balanza comercial llegó al récord de US$ 7656 millones en el acumulado enero-noviembre, y mientras las exportaciones crecieron un magro 1,2%, las importaciones lo hicieron al 19,9% en ese período. Es cierto el argumento del ministro Dujovne: las compras de bienes de capital, que se traducen en inversión, fueron las que más subieron (17,3%), pero en un nivel similar (17%) lo hicieron las importaciones de bienes de consumo, que suelen competir con productos locales. Pero además, el impacto de esos bienes en un aumento de la producción exportable es mucho más lento de lo que la salida de divisas genera en el déficit externo.
El reconocimiento de la situación le dará al Gobierno un buen instrumento de negociación a la hora de discutir salarios. La señal la dio el acuerdo que se cerró con los gremios de Aerolíneas Argentinas, en torno del 17% (sin contar un bono adicional). Con la nueva señal de precios, la intención será negociar en torno del 15% y tratando de evitar la cláusula gatillo. Habrá que ver el resultado.