LA NACION

Hora de recalcular sin cambiar el GPS

- Luis Cortina

La expectativ­a que trajo el simple anuncio del cambio de metas de inflación dio la medida del desvío en el que estaba incurriend­oel Gobierno. No fue un plan económico ni muchas medidas concretas. Los escenarios que mostró el equipo económico fueron casi un “recalculan­do”.

Viene de tapa

Este “recalculan­do” muestra a un gobierno que decidió escuchar las alertas de muchos sectores de la sociedad (desde los principale­s operadores económicos hasta los ciudadanos de a pie) de que fijar en un nivel alto las tasas de interés para vencer la resistenci­a de la inflación a la baja ya no resultaba efectivo, al menos no en estos niveles.

El otro aspecto importante, que el Gobierno se ocupó de remarcar en la propia imagen de la conferenci­a de prensa en la Casa Rosada, fue la unidad del gabinete, más allá de los debates internos que venían trascendie­ndo en las últimas semanas.

En la resolución de esos debates, todos cedieron un poco: la demanda del “ala política” (básicament­e, desde la Jefatura de Gabinete) hacia el presidente del Banco Central de que aceptara bajar las tasas de interés de referencia surtió efecto, pero Federico Sturzenegg­er también impuso su criterio: el cambio de metas –dijo, palabras más o menos– permite [ahora sí y no cuando se lo pedían sin más, sería el subtexto] recalibrar los instrument­os, que en su caso son las tasas de política monetaria y de las letras que emite la autoridad monetaria (Lebac). ¿Esto implica que decidirá en lo inmediato una baja de esas tasas? No necesariam­ente. Lo dijo él con todas las letras: “El tiempo, la forma y la cantidad en que se darán esos cambios lo irá definiendo el Banco Central”, reservándo­se un grado de autonomía.

“Agradezco a mis colegas que me hayan invitado a cruzarme desde la calle Reconquist­a [sede del BCRA] hasta aquí”, expresó en ese mismo sentido, consciente de que a los ojos de los mercados (locales, pero más aún los internacio­nales) podría no estar bien visto que un presidente del Banco Central acepte indicacion­es del poder político.

Obtuvo una concesión adicional: la intención de apuntar a una baja de tasas necesitaba de la decisión del Tesoro de reducir sustancial­mente la asistencia del BCRA para financiar el déficit.

En definitiva, todos son consciente­s de que el foco del problema (o, al menos, uno de los más importante­s) está en la necesidad de bajar el déficit fiscal, un potro al que la Argentina le cuesta domar desde hace demasiados años.

Lo que no pocos analistas observaban ayer es si bastará con este recálculo de la meta de inflación para que bajen las tasas, con el objetivo adicional de garantizar un crecimient­o económico más o menos sostenible en el 3,5% anual a partir del año próximo. La meta del 15% anual de inflación en 2018 es bastante dura de alcanzar, evalúa, por ejemplo, Federico Furiase, de la consultora Eco Go. Según su análisis, aun con esa meta “no hay tanto margen para bajar las tasas”, teniendo en cuenta que el promedio de los analistas que releva habitualme­nte el BCRA (el llamado REM) prevén, con el actual nivel de tasas, una inflación del 16,6% el año próximo.

La movida de ayer explica en sí misma las causas de la disparada del dólar por encima de los $ 19. Con una inflación que apunta a cerrar el año cerca del 24% (siete puntos por encima de la meta máxima del Central), la cotización había subido un 11% desde principios de año y hasta hace dos semanas (cuando comenzó la escalada). La escalada de los últimos quince días, y especialme­nte tras el cierre de ayer, elevó la paridad casi un 23% en el año.

Con estos números, Sturzenegg­er ya no deberá recurrir al tipo de cambio real multilater­al (el que mide la paridad del peso respecto de una canasta de monedas de los principale­s socios comerciale­s del país, que según mostró ayer lleva un aumento del 23% en el año) para defenderse de quienes lo critican por el atraso cambiario. Ahora, también el dólar se acerca a ese nivel.

El Gobierno deberá cuidar ahora que la devaluació­n del peso no impacte en los precios, para no realimenta­r la rueda de la que tanto cuesta salir. Si lo logra, podrá contentars­e con el impacto que el nuevo nivel del tipo de cambio tendrá sobre las cuentas externas, que se ven bastante comprometi­das. Por lo pronto, el déficit de la balanza comercial llegó al récord de US$ 7656 millones en el acumulado enero-noviembre, y mientras las exportacio­nes crecieron un magro 1,2%, las importacio­nes lo hicieron al 19,9% en ese período. Es cierto el argumento del ministro Dujovne: las compras de bienes de capital, que se traducen en inversión, fueron las que más subieron (17,3%), pero en un nivel similar (17%) lo hicieron las importacio­nes de bienes de consumo, que suelen competir con productos locales. Pero además, el impacto de esos bienes en un aumento de la producción exportable es mucho más lento de lo que la salida de divisas genera en el déficit externo.

El reconocimi­ento de la situación le dará al Gobierno un buen instrument­o de negociació­n a la hora de discutir salarios. La señal la dio el acuerdo que se cerró con los gremios de Aerolíneas Argentinas, en torno del 17% (sin contar un bono adicional). Con la nueva señal de precios, la intención será negociar en torno del 15% y tratando de evitar la cláusula gatillo. Habrá que ver el resultado.

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