LA NACION

Con medio país en ruinas, Irak no halla quien pague la cuenta del desalojo a EI

Hasta el momento, no hay voluntario­s que se ofrezcan a colaborar con la reconstruc­ción

- Susannah George y Lori Hinnant AGENCIA AP

MOSUL.– A lo largo de 4 kilómetros de la ribera occidental del río Tigris, casi no queda un edificio en pie. El laberinto de callejuela­s de la Ciudad Vieja de Mosul es un amasijo de hierros retorcidos y ruinas de hormigón. Cada hectárea soporta el peso de miles de toneladas de escombros, donde anidan piezas de artillería y explosivos no detonados.

Llevará años despejar ese desastre, y ese es apenas uno de los costados de la destrucció­n. Los militares iraquíes y la coalición liderada por Estados Unidos lograron desalojar al grupo terrorista Estado Islámico (EI) en todo el país, pero el costo de la victoria es prácticame­nte incalculab­le.

Tres años de guerra devastaron gran parte del norte y oeste de Irak. Bagdad estima que la reconstruc­ción del país rondaría los 100.000 millones de dólares, pero los líderes de Mosul, la mayor ciudad que controló EI, dicen que con esa cifra apenas alcanzaría para reconstrui­r su ciudad.

Hasta el momento, no hay voluntario­s que se ofrezcan a pagar la cuenta. El gobierno de Trump ya les avisó a los iraquíes que no piensa costear ningún intento masivo de reconstruc­ción. Irak espera que Arabia Saudita y otros países del Golfo levanten la mano, y es probable que Irán haga lo mismo. La ONU se está ocupando de reparar parte de la infraestru­ctura en unas dos decenas de ciudades y localidade­s de Irak, pero esos fondos son una ínfima parte de lo que se necesita.

Casi todas las ciudades y localidade­s sitiadas en ex territorio­s ocupados por EI necesitan algún tipo de reconstruc­ción. La más golpeada es Mosul: según estimacion­es de la ONU, 40.000 hogares necesitan ser reconstrui­dos o reparados.

“La responsabi­lidad de la reconstruc­ción recae en la comunidad internacio­nal”, dice Abdulsatta­r al-Habu, director de la municipali­dad de Mosul y asesor de la reconstruc­ción de la provincial de Ninive, donde se encuentra Mosul. Si Mosul no es reconstrui­da, dice el funcionari­o, “el resultado será el renacimien­to del terrorismo”.

La Ciudad Vieja de Mosul pagó el precio de ser el último bastión de EI. Ahora, en las calles, los escombros llegan hasta la rodilla. Los pocos edificios de seis o siete pisos quedaron reducidos a cascarones vacíos, armazones de hormigón. Poco queda de los centros comerciale­s y los edificios de oficinas. Y la mezquita de Al-Nuri, de 850 años de antigüedad, fue volada por los combatient­es de EI antes de su partida, y sólo queda en pie su famoso minarete.

En el extremo sur, las arcadas de piedra de los locales del histórico bazar donde se vendían especias, telas y otros artículos se derrumbaro­n, y los aleros que antes daban sombra a los compradore­s parecen haber sido arrojados al aire para aterrizar al voleo por toda la ciudad. En el extremo norte, de algunos edificios del complejo médico que alojaba a la Facultad de Medicina y el Hospital Jomhouriya sólo quedan escombros y pilas de basura.

Los cinco puentes que cruzan el Tigris fueron volados por los ataques aéreos, lo que obliga a que todo el tránsito avance por un carril único temporario que conecta el este con el oeste.

En Mosul hubo efectivame­nte dos batallas. La primera, desde octubre hasta febrero, liberó la parte oriental de la ciudad, que quedó casi intacta. La segunda pulverizó el lado occidental. Allí se atrincheró EI, y las fuerzas de Irak y de la coalición redoblaron su poder de fuego, lo que culminó en un combate casa por casa.

Donde la devastació­n es más densa es en la Ciudad Vieja, pero casi todos los barrios de Mosul occidental tienen cuadras enteras de casas, fábricas, infraestru­cturas y edificios públicos destruidos.

Hace más de una generación que una batalla semejante hizo presa a una ciudad. Los expertos militares comparan los asaltos sobre Mosul y la ciudad siria de Raqqa, también ocupada por EI, con la devastador­a batalla por la Hue, en 1968. Para algunos, hay que buscar incluso más atrás. “Lo único que se me ocurre es Dresde”, dice Stephen Wood, analista de la empresa de imágenes satelitale­s Digital-Globe.

Por las derruidas calles de la Ciudad Vieja, un puñado de gente ha comenzado con las tareas de reconstruc­ción. Amar Brahim vendió los objetos de oro de su esposa para reparar y pintar su café.

Brahim culpa a EI por la devastació­n, pero también cree que la obligación de la reconstruc­ción recae en Estados Unidos y otros países occidental­es.

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