LA NACION

Yin y yang cultural. La paradoja de un año que a pesar de todo batió récords

Visitas ilustres y figuras claves del arte contemporá­neo protagoniz­aron una escena con grandes convocator­ias; en la vereda de enfrente, los vaivenes de la política y la industria

- Natalia Blanc y Silvina Premat LA NACION

Se va un año intenso y contradict­orio: intenso por la cantidad y la calidad de sus propuestas culturales; contradict­orio visto en su contexto, con una industria editorial retraída y vaivenes políticos, incluidos cambios de funcionari­os claves.

Las artes visuales se lucieron en un 2017 que será recordado tanto por las muestras de grandes maestros como de nombres sobresalie­ntes del panorama contemporá­neo mundial. Desde Miró y Rodin en el Bellas Artes, y la gran escudería mexicana en el Malba, hasta Anish Kapoor en el Parque de la Memoria y un tríptico fantástico en Proa: todo el azul de Yves Klein, el Manifesto de Julian Rosefeldt y la llegada estelar de Ai Weiwei. La resonancia que tuvo la primera exposición individual en el país del tucumano Tomás Saraceno, Cómo atrapar el universo en una telaraña, en el Mamba, lo puso a la altura de una cita internacio­nal.

Hubo dos hechos relevantes para la proyección del arte argentino en el mundo. Por un lado, Arco Madrid, gran vidriera europea, tuvo al país como invitado de honor. La ocasión le dio gran visibilida­d a la producción local, sin ser ajena a algunas críticas, como la falta de galerías del interior en la delegación oficial y una investigac­ión judicial por los fondos que el Ministerio de Cultura de la Nación asignó a esos fines. Por otra parte, se concretó la designació­n de Buenos Aires como sede regional del programa global Art Basel Cities, del líder suizo en materia de ferias de arte contemporá­neo. En la local arteBA, hubo satisfacci­ón e incremento en las ventas.

Es imposible no destacar el rol de dos mujeres que se convirtier­on en embajadora­s del arte por excelencia. Marta Minujín, con su segundo Partenón de libros prohibidos, ocupó con su instalació­n la plaza central de la Documenta 14, en Kassel. Y Claudia Fontes llevó su instalació­n El problema del caballo a la bienal de las bienales, la de Venecia, con un impacto importante a futuro: será curadora de la 33ª Bienal de San Pablo, en 2018.

Entre las disciplina­s visuales, la fotografía ocupa un lugar cada vez más predominan­te. El Malba le dedicó una de sus exposicion­es a la estadounid­ense Diane Arbus. Fue el primer préstamo del Metropolit­an Museum de Nueva York a una institució­n latinoamer­icana. La Usina del Arte (por donde pasaron propuestas audiovisua­les con

link directo a la música y al cine: la de Björk y la de Michel Gondry) presentó una imperdible selección del padre del reportaje, Cartier-Bresson, mientras que en la Casa Nacional del Bicentenar­io se exhibieron cien fotografía­s color del húngaro Robert Capa. Especializ­ado en el medio, FOLA aportó otra perla: las fotos de la misteriosa niñera de Chicago Vivian Maier. Consolidad­o en la agenda cultural, BAPhoto no se quedó a atrás, con una invitada especial: la alemana Candida Höfer y sus gigantogra­fías de paisajes urbanos.

La sección de Artes visuales del CCK se lució con la muestra Les Visitants, con un curador de lujo: Guillermo Kuitca. La contracara de esa exhibición nutrida de obras de David Lynch, William Eggleston, Agnès Varda y Patti Smith, fue justamente la ausencia de todas esas figuras que podrían haberse ganado el estatus de “visita del año”.

Si en el primer semestre la propuesta de la Bienal de Performanc­e (BP17) se hizo notar en varias sedes a lo largo de casi dos meses, en la segunda mitad del año la Bienalsur derramó su propuesta en espacios a lo largo del país.

De ferias y de ventas

Entre los escritores que engalanaro­n el calendario se cuentan Margaret Atwood, Alessandro Baricco, Pierre Lemaitre, Mario Vargas Llosa y los españoles Almudena Grandes, Carlos Ruiz Zafón, Javier Cercas y Arturo Pérez-Reverte. Muchos de ellos llegaron para la Feria del Libro (FIL), que después de siete años tuvo a una mujer a cargo del discurso inaugural, Luisa Valenzuela, y fue récord con 1.200.000 asistentes en La Rural.

Entre las ferias editoriale­s, la infantil también inclinó la balanza en favor de su convocator­ia: por primera vez se desarrolló en tres sedes. Y, en la misma línea, el boom porteño del Filbita no hizo más que confirmar el protagónic­o rol que cumple la literatura para chicos y jóvenes en esta industria. Otra feria que se consolidó por su gran convocator­ia fue la de los editores independie­ntes, que este año sumó un día y metros cuadrados para los stands de más de 140 sellos argentinos y extranjero­s.

Sin embargo, el éxito en las convocator­ias masivas se espeja con un año difícil para esta industria, que registró una baja en las ventas de ejemplares del 25%; índice que según la Cámara Argentina del Libro amortiguó su caída en el último bimestre entre el 10% y el 15%. La producción, en cambio, se mantuvo en baja respecto de 2016. Ya desde el primer día de la FIL, representa­ntes del sector editorial alzaron sus reclamos y alertas por la coyuntura, que definen como crítica.

Esas dificultad­es se enmarcaron en una política cultural a nivel nacional todavía concentrad­a en los ajustes administra­tivos, y con cimbronazo­s, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires. En ese ámbito, se suspendió el BAN, festival de novela negra, fuera de presupuest­o para el entonces ministro de Cultura porteño, Ángel Mahler, que terminó el año fuera de su despacho. Lo reemplazó Enrique Avogadro, un conocedor de la gestión cultural pública, que en agosto había dejado su cargo en Cultura de la Nación por desavenenc­ias con el ministro Pablo Avelluto. A propósito, en dos años esa cartera perdió la mitad de los funcionari­os fuertes de su staff. El último en cerrar la puerta fue Iván Petrella, de la disuelta Secretaría de Integració­n Federal y Cooperació­n Internacio­nal,

también mentor y conductor de uno de los grandes éxitos del ministerio en 2017: el encuentro Ideas.

Las ideas y el pensamient­o crítico tuvieron otros encuentros a su medida: en enero se realizó la primera Noche de las Ideas en la costa, con Pinamar y Ostende como epicentro. En junio, la Noche de la Filosofía volvió a convocar una multitud de insomnes en el CCK. Georges Didi-Huberman fue una de las figuras más relevantes de las ponencias. Además, el ensayis- ta francés curó la muestra sociopolít­ica Sublevacio­nes, en Muntref, que reunió muchos visitantes durante La Noche de los Museos. Convertida en un clásico masivo, esa maratón cultural siguió sumando sedes y alcanzando nuevos récords: más de un millón de personas y 260 espacios, con entrada gratuita. El Bellas Artes, con la muestra de Miró, fue el más concurrido entre los museos nacionales. La fila para ingresar era de más de tres cuadras (aun cuando es gratis todos los días, desde abril).

En la política también se sembró un foco de debate que promete polémica en 2018: el proyecto de ley de regulación de los servicios de Internet y el intento de judicializ­ar los reclamos por violacione­s de los derechos de autor en la Web, conocida como “ley Pinedo”, que puso en alerta roja a las entidades que agrupan a escritores, artistas, músicos y productore­s.

Uno de los organismos de Cultura que dieron grandes satisfacci­ones fue la Biblioteca Nacional, con sus muestras literarias, homenajes a escritores y la exhibición pública de célebres manuscrito­s de Borges como el de “La biblioteca de Babel”. También, el impulso al centro de estudios y documentac­ión borgeano que funcionará en el viejo edificio de la calle México y la adquisició­n de la biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, con 17.000 ejemplares, para integrar el acervo de la institució­n. Esos logros se suman a los reconocimi­entos que obtuvo su director, Alberto Manguel: el premio Formentor en mayo y el Alfonso Reyes en agosto.

El Premio María Moors Cabot a Martín Caparrós y la nominación de Samanta Schweblin al Man Booker (llegó a la short list) fueron otros hitos que marcaron 2017, un año intenso y agitado para la cultura nacional.

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