LA NACION

Viaje al cerebro de Nicolás Dujovne

El ministro apuesta a despejar el camino para que el país crezca y cree que los hechos, no su explicació­n, irán acomodando favorablem­ente la percepción de la gente

- Laura Di Marco —PARA LA NACION—

Los 40.000 millones que Vidal recibirá en 2018 irán, en parte, al universo de los más dañados

Los jubilados van a “sentir” en 2018 que sus haberes le habrán ganado entre un 4 y un 6% al índice de precios

Reunión de fin de año. La celebració­n es de un grupo de amigos, integrante­s de esa porción de la Argentina que apoya a Macri sin las distorsion­es del enamoramie­nto. Un universo de votantes moderados, que impugnan al kirchneris­mo, pero no abrevan en el antikirchn­erismo fanático. El valor que los une y los define es que no quieren volver atrás.

Sin embargo, uno de ellos le pone palabras a lo que siente, abriendo esos momentos de sinceridad que, a veces, afloran en los festejos. “Hace dos años y medio, había más cosas”, desliza, y genera un profundo silencio. “Porque pagabas casi nada de gas y de luz”, desliza otro. “Encendés la televisión y no sabés si es cierto o no que el nivel de endeudamie­nto nos puede llevar a la explosión”, pincha un tercero. “¿Era necesario meter la mano en el bolsillo de los jubilados y justo en diciembre?”, cierra un cuarto. El grupo coincide en una idea: faltan muchas explicacio­nes y flotan las dudas. El descenso de 12 puntos en la imagen presidenci­al es un dato que prueba esa tormenta en el humor social.

La escena se traslada ahora a la intimidad de la oficina de Nicolás Dujovne, a metros de la Casa Rosada. ¿Qué piensa de estos razonamien­tos de la gente común? ¿Los reprocha o los comprende? ¿Por qué aquel explicador, que argumentab­a con eficacia desde sus columnas económicas, dejó de explicar?

Efecto de la evangeliza­ción duranbarbi­sta o de la realidad, lo cierto es que Dujovne muestra un optimismo que contrasta con las postales de ferocidad política que vivió la Argentina durante el debate por la reforma previsiona­l. Una ferocidad que podría congelar al más entusiasta de los inversioni­stas y que a él también lo rozó. Dedujo que si la violencia lograba abortar la sesión en el Congreso, se erigiría como un cuarto poder dentro de la democracia. Pero la angustia se fue diluyendo con el paso de los días.

Dujovne bajó el perfil, entre otras cosas, porque decidió jugar en el equipo de Marcos Peña y encarnar la contracara de su antecesor, Alfonso Prat-Gay, que armaba conferenci­as de prensa para él solo. Desde ese nuevo lugar, ayer se anotó un triunfo ante Sturzenegg­er, cuando le tocó anunciar personalme­nte el cambio de las metas inflaciona­rias para el año que viene. El volantazo está en sintonía con su teoría macroeconó­mica: ir despejando el camino para que la Argentina crezca, en el mediano y largo plazo. Hay cosas que no hace falta explicarla­s, según él, porque la gente simplement­e las experiment­ará, una vez que el paquete reformista haga su efecto. ¿Por ejemplo? La ley jubilatori­a.

¿El tarascón al bolsillo de los jubilados se transferir­á a los jóvenes bonaerense­s, como sugieren algunos economista­s al analizar la creación del neofondo del coeconomis­tas nurbano? Los recursos hacia programas que beneficiar­án a niños y jóvenes del conurbano serán financiado­s con deuda, no con jubilacion­es, contrapone. En negro sobre blanco: los 40.000 millones que recibirá la gobernador­a María Eugenia Vidal en 2018 irán, en parte, al universo de los más dañados. El 48 por ciento de los menores de 14 años es pobre en la Argentina y la mayor parte de ese universo vive en la provincia de Buenos Aires. Sostiene una teoría: los jubilados van a “sentir” en 2018 que sus haberes le habrán ganado entre un 4 y un 6 por ciento al índice precios.

Las proyeccion­es, sin embargo, son brumosas en el gobierno de Cambiemos. Ellas también van cambiando, y no siempre para bien. La inflación de este año iba a ser del 17 por ciento, pero terminó siete puntos más arriba, mientras que la lluvia de inversione­s mutó en llovizna. Sobre el escritorio del ministro, las cifras muestran que la tasa de inversión creció un 12% en el último año: 9000 millones de dólares, incluyendo la inversión extranjera. La cifra es real, pero empalidece frente a los 80.000 millones que recibió Brasil. Hay otras objeciones: la fragmentac­ión del equipo económico complica a los inversores y la marcha de la economía en general. Dujovne rebate con argumentos del propio Macri: hubo ministros de Economía muy poderosos que, sin embargo, terminaron hundiendo al país. Eso es cierto, pero tampoco está probado que una conducción colegiada lo haga resucitar.

¿Explotará todo con el nivel de endeudamie­nto, como le achacan ortodoxos y heterodoxo­s? Él lo ve así: la deuda va a crecer en los próximos dos años, pero la economía también, y ese crecimient­o irá achicando el peso del endeudamie­nto sobre el PBI. La deuda es sostenible, transitori­a y barata, calcula. “Los bonos soberanos tienen un interés del 5 por ciento versus el 15 que nos cobraba Venezuela, cuando el kirchneris­mo tenía que salir a pedir prestado, con su deuda en default”, desliza uno de sus más cercanos asesores.

A Dujovne lo critican los ortodoxos y los heterodoxo­s y es consciente de que un ministro de Hacienda (sobre todo, en la Argentina) nunca tiene buena imagen. ¿Le entran esas balas? En su universo, los críticos se dividen en dos grupos: los ideológico­s (a esos los respeta, aunque se ubiquen en las antípodas de su doctrina) y los chantas. “Hay muy famosos que vienen al despacho de Nicolás y admiten que ignoran los números finos de la economía, pero después salen por los medios vaticinand­o que va a volar todo por el aire”, deslizan cerca de su despacho.

No es el caso de José Luis Espert, a quien Dujovne pondera y define como el propagador de un proyecto testimonia­l ideológico. “Testimonia­l” porque sus osadas propuestas de bajar el gasto público son políticame­nte inviables. El autor de La economía devorada propone, por ejemplo, que el Estado debería deshacerse de un millón y medio de empleados para sanearse. En todos los países hay anarquista­s de derecha, analiza el ministro, que proponen un Estado mínimo y combaten los impuestos. En la Argentina, ese personaje se llama Espert.

Dujovne se lleva bien con un heterodoxo: Miguel Bein, a quien Daniel Scioli habría nombrado en su lugar, de haber ganado las elecciones en 2015. Al menos, Bein hace críticas constructi­vas y maneja datos concretos. Los reproches de la ortodoxia se diluyen cuando el economista de Macri piensa en la experienci­a en el poder real de Ricardo López Murphy. Una experienci­a que expiró en pocos días y terminó expulsando a medio gobierno de la Alianza. Cuando se sumerge en las dudas, su mente acude a esa experienci­a traumática: sospecha que hay proyectos testimonia­les que sólo sirven para alimentar el ego de sus autores. La relación con el ex ministro de Cristina Kirchner es un caso aparte. Hay, al parecer, dos Kicillof: uno público y otro privado. El privado tiene modos republican­os, que se esfuman apenas se enciende una cámara.

¿Con qué economista­s intercambi­a Dujovne ideas? Sus interlocut­ores telefónico­s reflejan una gama ideológica amplia, que va de José Fanelli a Daniel Artana. La grilla también incluye a Miguel Kiguel y Dante Sica.

En el esquema mental dujovniano, la realidad –es decir, los hechos– irá acomodando las percepcion­es. Hace unos meses, durante los típicos timbreos de Cambiemos, visitó una casa en Almirante Brown, con piso de tierra y techo precario. Al entrar, sin embargo, se sorprendió con una heladera ultramoder­na, plasma y aire acondicion­ado. Esa imagen le pareció una metáfora perfecta de la mentira en la que vivimos durante la última década.

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