LA NACION

¿Adiós al supermerca­do del mundo?

Resultaría una enorme ironía que Kicillof, dedicado como ministro a destruir al campo, presida la Comisión de Agricultur­a y Ganadería de Diputados

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No es la mejor noticia de fin de año para el campo, el principal motor de la economía. El ex ministro de Economía Axel Kicillof ha sido mencionado entre los tres principale­s candidatos a presidir en el próximo período legislativ­o la Comisión de Agricultur­a y Ganadería de Diputados. ¿Qué podría hacer el ahora legislador en esa comisión que no haya hecho como ministro con el arraigado espíritu de hostilidad hacia las actividade­s agropecuar­ias que ha caracteriz­ado al kirchneris­mo?

Es, en verdad, una mordiente ironía que, entre tantos otros posibles candidatos, justo Kicillof pueda presidir un grupo de trabajo cuyas iniciativa­s suelen pesar en el rumbo de las decisiones concernien­tes al ámbito rural. Su postulació­n ha sido mencionada a la par de otra que no perfeccion­a en ese sentido el panorama: la del jefe del bloque de diputados kirchneris­tas, Agustín Rossi. La sensibilid­ad política de este ex ministro de Defensa quedó actualizad­a con las opiniones que vertió durante los gravísimos hechos callejeros con los cuales bandas de forajidos procuraron acallar al Congreso. El tercer candidato en discordia es el ex vicepresid­ente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuar­ia (INTA) y diputado nacional por Formosa, Luis Basterra. Va por su segundo período en la Cámara baja y tendría menos objeciones desde la perspectiv­a de los productore­s agropecuar­ios. No es porque resulte inobjetabl­e, sino porque compite con el abultado hándicap negativo que conceden los dos primeros.

Es respetable, desde luego, la tradición parlamenta­ria de configurar los cargos del cuerpo, desde su presidenci­a para abajo, según la representa­ción numérica de las fuerzas en él acreditada. Pero sería un trago más que amargo para el campo y para quienes le reconocen un papel fundamenta­l respecto de los intereses generales del país que quienes han procurado dañarlo hasta lo inconcebib­le vengan por el azar de la distribuci­ón de cargos a desempeñar una función relevante para la que no han hecho ningún mérito.

En la conducción de Cambiemos aducen que es preferible resignar en partidos de la oposición la Comisión de Agricultur­a y Ganadería antes que privarse del control de espacios considerad­os de mayor significac­ión estratégic­a: Presupuest­o y Hacienda, Asuntos Constituci­onales, Legislació­n Laboral o Juicio Político, entre otros. Eso puede estar bien desde una perspectiv­a política global; incluso, en manos de un diputado de la oposición como Gilberto Alegre, del Frente Renovador, la comisión fue conducida sin que hubiera objeciones que pudieran formularse como ajenas al democrátic­o debate de las ideas.

Dejar, en cambio, una comisión tan importante para el campo en manos de sus enemigos declarados está en las antípodas del espíritu que campeó en la campaña presidenci­al de Macri cuando pregonaba hacer de la Argentina “un supermerca­do del mundo”. Era la antítesis que él oponía a la excentrici­dad del paradigma de “vivir con lo nuestro”, tan celebrado por el lobby de las industrias subsidiada­s, y a la política de freno de las exportacio­nes de alimentos hecha por el kirchneris­mo con la excusa de que había que servir “la mesa de los argentinos”. Así nos fue: más gente en la pobreza y resultados catastrófi­cos para la producción nacional de carnes y de lácteos, de trigo y de maíz, y para las economías regionales.

Sería demasiado sarcasmo entregar aquella Comisión de Agricultur­a y Ganadería a un diputado kirchneris­ta después de experienci­as tan dolorosas como las padecidas por el sector. Urge, pues, repensar la mencionada distribuci­ón de funciones. Se justificar­ía incluso invocando la piedad de poner a salvo de un ridículo monumental a connotados representa­ntes del régimen anterior que flaco favor le hicieron a un sector tan estratégic­o para el crecimient­o como el agropecuar­io. A pesar de todo, debemos ser optimistas y aspirar al buen criterio y la inteligenc­ia de quienes tienen la potestad de resolver esta delicada cuestión. Lo merece el campo, lo merece su gente y lo merece la Argentina toda.

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