in vain, de Haas, un misterio para el ojo y para el oído
El estreno de la obra del compositor austríaco, que vino de visita, ejerció una fascinación irresistible
D espués de escuchar y ver la pieza de Georg Friedrich Haas (la obra es también para el ojo), el crítico Alex ross escribió en la revista The new Yorker un artículo bastante extenso que concluía con acentos de canonización: “in vain es una obra maestra que transforma la sala de concierto en el lugar de un misterio estremecedor”. Ya antes, el director simon rattle había dicho, en la misma línea, que in vain era “una de las primeras obras maestras del siglo XXi”. corría 2010 cuando salió esa nota de ross. La pieza de Haas es de 2000 y su estreno argentino (y latinoamericano), con la presencia además del compositor austríaco, se hizo esperar. Pero esa espera valió la pena. nadie que haya asistido a la única función, parte del ciclo colón contemporáneo, hace apenas un mes, a fin de noviembre, habrá salido igual que cuando entró. in vain, escrita para 24 instrumentos, es de esas piezas que se escriben y se escuchan muy de tanto en tanto. La dirección magistral de erik Oña duplicó esa condición excepcional.
La vanidad a la que alude el tídagaciones, tulo admite una interpretación más general. “Todas las cosas están gastadas,/ más de lo que se puede expresar./ ¿no se sacia el ojo de ver/ y el oído no se cansa de escuchar?” Haas convierte esos versos del eclesiastés en una verdadera fuerza artística. rattle, para citarlo una vez más, compara la superficie de in vain con la de las pinturas de mark rothko: habría en ambas una idéntica fijeza que se vuelve dinámica a fuerza de una contemplación obstinada. Hay algo indudablemente visual en esta pieza, que Haas explota teatralmente con el uso de la iluminación de la sala: pasajes de media luz, pasajes de oscuridad total y otros de brusca alternancia y luz y tiniebla.
Pero aquello que vuelve inolvidable in vain no es solamente esta singular espectacularidad ni la minuciosidad de su escritura. no. es algo menos banal y muy poco técnico: la melancolía radical, su tristeza sin atenuantes. Lo dijo Haas apenas llegado a buenos Aires: “La música es capaz de transformar la tristeza y la desesperación en belleza”.