LA NACION

András Schiff, el único. Esa noche en que el pianista hizo magia en el Colón

Su versión de El clave bien temperado, de Bach, fue un punto altísimo en la historia del teatro

- Pablo Kohan

Hay obras de arte paradigmát­icas que permanecen milagrosas, intactas, magistrale­s y eternas. Así son, entre algunas otras más, el david, Don

Quijote, El ciudadano y la catedral de notre dame. Y seguirán estrictame­nte igual por los siglos de los siglos. Pero, a diferencia de lo que acontece con las artes plásticas, la literatura, el cine o la arquitectu­ra, la música es un arte performáti­co que tiene vida mientras sucede. Y si la Sinfonía nº 9, de beethoven, y Tristán e isolda tienen el mismo nivel de excelencia y magnificen­cia que esas maravillas antes mencionada­s, la música, silente y escrita, necesita del intérprete que la extraiga de la partitura. Y esos instantes, cuando la música suena en vivo, para bien o para mal, son únicos e irrepetibl­es. este año, András schiff interpretó, en piano, el primer libro de El clave bien

temperado, de bach, y construyó un concierto que debería estar en los anales de los acontecimi­entos más intensos y notables de la historia del Teatro colón.

en absoluta soledad y sin intervalos, schiff ofició una ceremonia musical en la que elevó su ofrenda a la memoria de bach al tiempo que regalaba un presente único que quedará imborrable en la memoria (o en el alma) de quienes tuvieron la fortuna de estar allí. este pianista húngaro es, posiblemen­te, el más completo y versátil de todos los que habitan el planeta. de bach a bartók, de schubert a Janácek, o de beethoven a schumann, como solista, como músico de cámara o junto a orquestas, schiff deslumbra por sus modos de aproximaci­ón a las obras que interpreta. en todos los repertorio­s en los que se inmiscuye, schiff estudia, observa y analiza hasta que, en función de esas inLa llega a lecturas tan personales como inobjetabl­es y novedosas. Pero además, lejos de cualquier encicloped­ismo de la interpreta­ción, schiff es, por sobre todo, un artista sensible, un músico de una elocuencia emocional superior.

su presencia en el colón y su interpreta­ción de esa obra descomunal concitaron tanta aceptación y tantas admiracion­es que, este año, prácticame­nte, no hubo ninguna duda sobre quién fue la gran figura musical. Hubo muy buenas orquestas, óperas más que dignas y músicos y cantantes que ofrecieron recitales y conciertos fantástico­s. Pero, ese día, schiff hizo magia. La música de bach fluyó por senderos desconocid­os y los preludios y las fugas de El clave bien temperado fueron presentado­s en toda su complejida­d, en toda su genialidad. El

clave… es considerad­o, unánimemen­te, una obra teórica. sin embargo, desde sus manos y desde esa mente brillante, la colección de veinticuat­ro preludios y fugas se transformó en una serie de dípticos extraordin­ariamente bellos. Lejos de la reiteració­n de algún patrón aplicable mecánicame­nte a todos los preludios y las fugas, schiff entendió las intimidade­s de cada uno y, desde ese convencimi­ento, supo elaborar y darles el trato exacto. Así, trabajando, se hacen los milagros.

A varios meses de aquel lunes de gloria, en el momento de escoger a la figura del año, schiff emerge inapelable y victorioso aunque este último adjetivo, tan vinculado a lo deportivo, parezca tal vez inadecuado para un músico como él, un pianista insuperabl­e, un artista excepciona­l que se especializ­a en la construcci­ón de momentos inolvidabl­es.

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Soledad aznárez

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