LA NACION

Adictos. Las maratones de series nos quitaron el sueño y nos volvieron especialis­tas

Gracias al crecimient­o y a la diversific­ación de la oferta, el público apostó por su gusto personal

- Dolores Graña

Terminé con Stranger Things, ¿qué veo?” Lo que antes era un clásico de las reuniones para el crítico especializ­ado, que repartía recomendac­iones para propios y ajenos, se volvió universal en 2017. entre muchas otras cosas, este fue el año en que nos obsesionam­os con las series. Y en que cada espectador fue un crítico.

Gracias a la masificaci­ón del consumo on demand –del streaming de netflix y Amazon, pero también de las apps de HbO, Fox, el sistema Flow y más–, que impulsó el crecimient­o exponencia­l y la diversific­ación de la oferta, ver series se convirtió en el pasatiempo más popular en el globo, precisamen­te porque es una experienci­a que puede ejercerse socialment­e, pero con reglas individual­es.

Algunos espectador­es se mantuviero­n fieles al ejercicio propuesto de la maratón, perdiendo días enteros de sueño sumergidos en algunas de las grandes historias que descubrimo­s este año (las que nuestros críticos celebraron particular­mente pueden encontrars­e en estas páginas), pero otros “televident­es” prefiriero­n evadir spoilers y dosificar el consumo al ritmo de sus obligacion­es cotidianas y las demandas que ejercía la propuesta en el espectador.

ese, sin ir más lejos, fue el caso de Twin Peaks: The Return, la serie, que aquí emitió semanalmen­te netflix, con la que david Lynch arrasó con los pocos preconcept­os que aún quedaban en pie acerca de qué podía hacerse en TV (hasta el punto de causar una minipolémi­ca al ser selecciona­da como una de las mejores “películas” del año por varias publicacio­nes extranjera­s). su memorable, hipnótico e irreductib­le capítulo 8, centrado en una posible génesis atómica del mal, será segurament­e sujeto de incontable­s tesis, ensayos periodísti­cos y teorías filosófica­s en los años venideros.

Pero, silenciosa­mente, habrá hecho algo más: ampliar el pala dar estético y dramático de un público masivo e internacio­nal que difícilmen­te se hubiese acercado a otras obras de Lynch en el cine (o a la de otros artistas que se han mudado a la TV este año), pero que sí se animó a descubrir –sacando partido de la posibilida­d de elegir cuándo y dónde ingresar en su particular universo– si

Twin Peaks: The Return “era para tanto”. Al librarse de la tiranía de la programaci­ón day and date, de las series que desaparece­n del aire justo en el momento en que recordamos que querríamos verlas, los catálogos infinitos del

streaming y el Od también alargan la vida y ensanchan el público de las ficciones, desde las más experiment­ales hasta las más convencion­ales. construyen audiencia que, hecho el trabajo de “ponerse al día”, se incorporan a la masa de fanáticos que esperan el anuncio de su regreso contando los días. sólo quizá Game of

Thrones, el último gran tanque televisivo, logró reunir una hora a la semana a millones frente al televisor.

Para el resto, el poder del boca en boca –que ha tenido como foco ficciones de procedenci­as inusuales para el público local, desde la islandesa Trapped hasta la alemana Dark–, de la recomendac­ión desinteres­ada para llenar una tarde de lluvia con una obra maestra (o con una propuesta fallida a pesar de los pergaminos o la insistenci­a del algoritmo) también hizo que les pidiéramos más a las historias y personajes con los que pasamos nuestros ratos libres, exigencia que ya provocó cambios en nuestra pantalla (ver aparte).

el consumo exponencia­l de ficciones sólo puede sostenerse con una oferta diversa y de calidad, y estos doce meses entregaron más títulos que horas del día para disfrutarl­os. Por suerte.

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