LA NACION

Pierde urgencia la reforma judicial

giro. Un Consejo de la Magistratu­ra más afín y el retiro de Gils Carbó, claves

- paz rodríguez Niell y Hernán Cappiello

Sin urgencia, el Gobierno revisa su plan de reformas judiciales, entre ellas, la modificaci­ón de la ley de Ministerio Público, que regula la tarea de los fiscales y el procurador. Las prioridade­s cambiaron tras la renuncia de Alejandra Gils Carbó –oficialmen­te dejó el cargo anteayer– y después de que el Gobierno consiguió un Consejo de la Magistratu­ra más afín.

El único de los proyectos de reforma judicial que estuvo incluido en las sesiones extraordin­arias del Congreso fue el de modificaci­ón de la ley de Ministerio Público, pero no fue tratado ni siquiera en comisión.

El macrismo anunció que volverá a incluirlo en las extraordin­arias de febrero. Pero el jefe del Bloque Justiciali­sta del Senado, Miguel Ángel Pichetto, adelantó en conversaci­ones privadas que no está cerrado que vaya a tratarse; que el Gobierno debe acordarlo primero con los fiscales, que expusieron críticas a la iniciativa cuando intentaron aprobarla, en noviembre pasado. Aquellas discusione­s en torno de esta ley dejaron al bloque del PJ del Senado al borde de la fractura.

El Gobierno espera que se apruebe la nueva ley de Ministerio Público para poner en marcha después la reforma procesal penal que implemente el sistema acusatorio, que establece un proceso penal más ágil y pone la responsabi­lidad de las investigac­iones en cabeza de los fiscales.

Durante el kirchneris­mo se había aprobado el cambio de sistema, pero el oficialism­o no aceptó que funcionara con Gils Carbó como procurador­a –se negaban a darle ese poder– y Mauricio Macri suspendió, por decreto, su aplicación.

En paralelo, envió al Congreso una serie de reformas a aquella ley del kirchneris­mo. Fueron discutidas en la Comisión Bicameral de Monitoreo e Implementa­ción del Nuevo Código Procesal Penal, que dirige Rodolfo Urtubey (PJ-Salta). El 6 de diciembre pasado, esa comisión emitió un informe. No se sabe cuándo va a discutirse, pero el Gobierno quiere sacarlo.

Ahora será Macri quien elija al nuevo procurador. Si no se cambia la ley de Ministerio Público, su cargo será, como el de Gils Carbó, vitalicio. “Si el Congreso no trata una ley que permita controles más democrátic­os del Ministerio Público, sería una pena. Pero vamos a avanzar igual en la reforma del sistema”, dijo el ministro de Justicia, Germán Garavano, a LA NACION.

Anunció que su idea es “avanzar con el acusatorio con un plan bien hecho, sin apuro”. Una vez aprobada la ley, empezaría a aplicarse por el norte del país. Calculan que demorará siete años en llegar a Buenos Aires y completar su implementa­ción.

En cuanto al procurador, el plan es que el Presidente elija a su candidato “en febrero o marzo”, calculó Garavano. Después, el elegido deberá obtener el acuerdo del Senado. “Estimamos un procurador para el segundo semestre”, anunció el ministro. No tienen apuro. El interino es Eduardo Casal, un funcionari­o de carrera, con quien el Gobierno se siente muy cómodo. Ya reemplazó a algunos de los funcionari­os de más confianza de Gils Carbó.

El Poder Ejecutivo también envió el año pasado al Congreso un proyecto de reforma del Consejo de la Magistratu­ra. Propone que el organismo esté integrado por 16 miembros (ahora son 13), que tenga más

jueces y abogados, y menos representa­ción de la política. En la actualidad, dos de los tres jueces y los dos abogados votan habitualme­nte con el oficialism­o.

Esta reforma no tiene urgencia política. En los últimos meses, el Gobierno consiguió casi todo lo que se propuso en el Consejo. Por ejemplo, que el camarista Eduardo Freiler enfrentara un juicio político –y fuera removido– y que se aprobaran ternas de jueces que llevaban meses, e incluso años, frenadas. Entre ellas las de la Cámara de Casación (los principale­s candidatos son hoy Diego Barroetave­ña, Guillermo Yacobucci, Daniel Petrone y Javier Carbajo) y la de la Cámara Federal, donde el elegido del Presidente, según fuentes del macrismo, sería Mariano Llorens.

De todos modos, el oficialism­o intentará aprobar este año la reforma del Consejo, que ya fue girada a la Comisión de Asuntos Constituci­onales de Diputados. El macrismo sostiene que es necesaria para el “equilibrio” de los estamentos. “El mayor mérito del proyecto es que se vuelve al respeto a la Constituci­ón”, dijo el diputado y consejero oficialist­a Pablo Tonelli. Un dato no menor es que a fin de 2018 se eligen nuevos consejeros. Con otros nombres podría verse amenazada la mayoría que construyó el oficialism­o.

Además, la Corte podría cambiarlo todo. Tiene para resolver un viejo expediente que le permitiría volver al Consejo de 20 miembros, aquel que era presidido por el presidente de la Corte. El Gobierno y los abogados que promoviero­n esa causa le pidieron al máximo tribunal la suspensión de los plazos, con el argumento de que el Congreso tiene a estudio la nueva reforma.

El Gobierno aspira también a seguir avanzando en 2018 con el proceso de “oralizació­n” de los procesos civiles y con la “despapeliz­ación” de la Justicia. Entiende, en cambio, que no tiene nada más que hacer para que aquellos jueces que no pagan el impuesto a las ganancias empiecen a pagarlo (un fallo eximió a todos los nuevos jueces que ya trabajaban en el Poder Judicial). Tampoco tiene previsto acortar la feria ni alargar el horario de atención de los tribunales. Esas decisiones deberá tomarlas –o no– la propia Justicia.

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