LA NACION

El intendente cool que temía morir de un balazo

- Marcelo Veneranda

Pantalón elastizado, zapatillas amarillas y una remera al cuerpo que deja ver su reciente tatuaje en el brazo y permite sospechar que pasa horas en el gimnasio. La imagen de “soltero crónico” –lo es– del intendente de Merlo y nuevo presidente del PJ bonaerense, Gustavo Menéndez, contrasta con el tono casi pastoral de su discurso político. El mismo con el que militó las encíclicas del Papa entre sus pares del conurbano.

La Iglesia fue, en su momento, un respaldo que le permitió sobrevivir a la disputa que durante años mantuvo con el dueño y señor de Merlo, Raúl Othacehé, al que enfrentó en 2011 de la mano de Eduardo Duhalde, venció en 2013 junto a Sergio Massa, pero sólo pudo destronar en 2015, cuando por primera vez el kirchneris­mo le habilitó la interna. Menéndez se movía con chaleco antibalas en esos tiempos.

“El Tano” carga una mochila judicial: una causa por la desaparici­ón de 600.000 pesos del Casino de Mar del Plata en 2007, cuando era director del área en la gobernació­n de Felipe Solá. Menéndez le achaca la causa a Othacehé, pero el expediente sigue abierto.

Con Othacehé derrotado, Menéndez tomó rápido control del distrito. Aceleró la gestión, pero también llevó shows y eventos culturales a una tierra que los extrañó por años. Visitó al papa Francisco más de una vez, pero también hizo un book de fotos vestido como James Bond cuando cumplió 50.

Aprovechó su paso por todos los peronismos para tejer relaciones en el PJ, explorar una posible reunificac­ión y ascender velozmente en la jerarquía partidaria. Rodeado por la mayoría de los intendente­s bonaerense­s, destronó del PJ al matancero Fernando Espinoza, cercano a Cristina Kirchner. Antes, en octubre último, venció con claridad a Cambiemos.

Menéndez no parece urgido por dar un nuevo salto en su carrera. Dice que intentará la reelección en Merlo en 2019. Y que ahora le toca poner el hombro para que “otro compañero” escale.

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