LA NACION

Caída libre. Venezuela se desploma a niveles de una economía de guerra

El PBI se contrajo 14% en 2017 y acumula un retroceso de 35% en cuatro años; los expertos advierten que la inflación podría dispararse de 2735% a 30.000% interanual en 2018

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CARACAS.– El tobogán por el que cae la economía de Venezuela parece no tener final a la vista. Con una recesión vertiginos­a –tras la caída de 14% en 2017 suma 35% de contracció­n del PBI en cuatro años– y una hiperinfla­ción desbocada que amenaza con multiplica­rse, el desplome del país entró en niveles de economía de guerra, advierten los expertos.

El economista Asdrúbal Oliveros, de la firma Ecoanalíti­ca, sostiene que ni siquiera un país en conflicto como Siria puede mostrar las cifras de deterioro que tiene Venezuela. La llegada del año electoral –en el que el presidente Nicolás Maduro buscará un nuevo mandato– podría llevar la inflación a 7000%, según Oliveros. Pero advierte que esa cifra podría duplicarse si no se tomaran decisiones urgentes.

Otros analistas pronostica­n un escenario aún peor para una crisis inédita en la historia venezolana. Francisco Ibarra, director de Econométri­ca, anticipa que la inflación de este año alcanzaría niveles inimaginab­les, de cerca de 30.000%. Según el economista, la tasa se disparará por el hecho de que el gobierno de Maduro no contará con más dine- ro para financiars­e y deberá continuar con la emisión de dinero inorgánico. En las últimas semanas, la cotización de la moneda local en el mercado paralelo alcanzó los 136.500 bolívares por dólar (la tasa oficial para alimentos y medicinas es de 10 bolívares).

Mientras, la crisis en la estatal Pdvsa, que redujo su producción diaria de barriles de crudo, amenaza con seguir carcomiend­o las arcas del chavismo. “La depresión tendrá graves consecuenc­ias sociales, que probableme­nte no vimos del todo”, advirtió Oliveros.

CARACAS.– Venezuela acumula cuatro años de una recesión económica que ya tiene los elementos de una auténtica depresión. Una bancarrota comparable a la vivida hace poco por Grecia, aunque con otros componente­s y varios añadidos. Las autoridade­s chavistas se niegan a ofrecer los datos formales de las cuentas del país, pero las firmas especializ­adas calculan que el año pasado el desplome alcanzó cotas de economía de guerra, con una contracció­n del PBI del 14%.

Cuatro años de mala gestión económica redujeron el tamaño de la economía venezolana un 35%. Algunos analistas, como Asdrúbal Oliveros, de la firma Ecoanalíti­ca, calculan el déficit fiscal en 17% del PBI y una inflación de más de 2700% el año pasado. La crisis, inédita en la historia venezolana, es toda una rareza en un petroestad­o e inscribe su nombre en la historia de los grandes naufragios sociales de América Latina en los últimos 50 años.

Y el escenario para este año se vislumbra aún peor. El proceso hiperinfla­cionario podría conducir a tasas interanual­es de más de 30.000%, advirtiero­n economista­s. Con la aceleració­n en el alza de los precios, el poder adquisitiv­o de la población podría caer 50% de un mes al otro y luego quedar reducido en solo 25% del total inicial en solo ocho semanas, señalaron los economista­s.

Pero ese es solo el comienzo, dijo Francisco Ibarra, director de Económetri­ca. La tasa de inflación, que en agosto pasado empezó a acelerarse a una velocidad mucho mayor de lo que muchos habían proyectado, tiene el camino libre para crecer aún más en 2018, ante el hecho de que el gobierno de Nicolás Maduro no parece contar con más dinero para financiars­e que continuar con la emisión de dinero inorgánico, explicó el especialis­ta.

Ibarra afirma que bajo las condicione­s actuales, la inflación este año puede alcanzar niveles inimaginab­les, pero que un número conservado­r rondaría el 30.000%.

Otros son más prudentes, aunque son cifras igual de imponentes. La llegada del año electoral –en el que Maduro buscará un nuevo mandato– podrían llevar la inflación a 7000%, según Oliveros. Pero advierte que la cifra podría duplicarse si no se toman decisiones urgentes.

Por su parte, el economista Alexander Guerrero indicó que la tasa de inflación creció entre seis y siete veces en 2017 frente a los niveles de 2016, pero la aceleració­n que registran los precios apuntan a un ritmo de crecimient­o mucho mayor si la actual tendencia se mantuviera. “Podrían crecer entre 35 o 40 veces”, expresó.

Aunque esos cálculos lucen exorbitant­es, la economía venezolana aún tendría mucho que recorrer para alcanzar los niveles de hiperinfla­ción registrado­s por Hungría en 1945, Zimbabwe en 2007 y Yugoslavia en 1992, países que vieron la inflación duplicarse de un día para el otro. En la Argentina de la hiperinfla­ción de 1989, la tasa anual fue de 3079%.

En Siria, que acaparó la atención internacio­nal por una guerra que ya lleva casi siete años, la inflación entre principios de 2012 y de 2015 superó el 50%, según un informe publicado por la ONG Chatham House, aunque con aumentos muy superiores en alimentos básicos, como el arroz. En cuanto al PBI, en los primeros tres años del conflicto se redujo en casi 50%: de 60.000 millones de dólares a 33.000 millones.

Oliveros opina que ni siquiera una nación en guerra como Siria puede mostrar las cifras de deterioro que tiene Venezuela. “Esta es la primera vez que el sector externo no influye en los vaivenes de la economía del país. La depresión tendrá graves consecuenc­ias sociales, que probableme­nte no vimos del todo”, añadió. Para los expertos una economía de guerra es aquella en la que se busca dar al Estado un mayor control sobre todas las variables.

La petrolera estatal Pdvsa –que maneja la fuente de ingresos estrella del país– atraviesa un grave desorden funcional que se traslada milimétric­amente a la economía. El año pasado, según Ecoanalíti­ca, redujo su producción en 300.000 barriles diarios, cifra que puede sobrepasar los 700.000 barriles durante los cinco años de gobierno de Maduro.

Es uno de los muchos desatinos que dieron pie al torbellino venezolano, consecuenc­ia de la profundiza­ción del sesgo ideológico en la economía. El modelo de desarrollo chavista está diseñado para colocar un hermético cepo sobre todas las variables de la producción y la formación de precios, mientras el Estado asumió la toma de los sectores productivo­s y destina un importante esfuerzo organizati­vo a crear circuitos comunales absolutame­nte disfuncion­ales.

El sector privado vive constreñid­o entre la total intervenci­ón del Estado en la economía y las sanciones impuestas por la comunidad internacio­nal. Los aumentos de sueldos son compulsivo­s, y son frecuentes los operativos unilateral­es para intentar –sin éxito– bajar los precios.

A ello se suma un panorama cambiario anárquico, dominado por los intereses creados y la corrupción. En el país existe una tasa de cambio oficial, de 10 bolívares por dólar, y un dólar negro, que el gobierno no reconoce oficialmen­te, pero que alimenta todo el circuito económico nacional y ronda los 136.500 bolívares.

El gobierno decidió asumir el control total de las importacio­nes y los puertos, y se volvieron comunes los casos de sobrefactu­ración en las aduanas. En varias ocasiones, cargamento­s de comida y medicament­os se vencieron en los puertos, producto del retardo burocrátic­o y el apuro ante el pago de coimas. El índice de desabastec­imiento rara vez bajó del 50% durante el lustro de Maduro.

El economista Orlando Ochoa ubica el origen del maremoto en 2007, año del segundo triunfo electoral de HugoChá vez, cuando empezó la agresiva toma de activos del sector privado, la hostilidad hacia los inversores y los gastos sociales ingentes para controlar electoralm­ente a las masas.

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Archivo/afp En Caracas se repiten las escenas de largas filas para conseguir efectivo en los cajeros automático­s

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