LA NACION

Más control en planes provincial­es de vivienda

El Gobierno creó un registro que deberán usar los distritos que reciban fondos nacionales; el objetivo es eliminar la discrecion­alidad en la asignación y los fraudes contra el Estado

- Pablo Fernández Blanco

obra pública. El Gobierno creó un registro único de beneficiar­ios de viviendas sociales al que deberán adherir todas las provincias que quieran recibir fondos nacionales para la construcci­ón de esa clase de proyectos. Buscan eliminar las irregulari­dades que se encontraro­n en los últimos años, como la discrecion­alidad en la asignación y el uso político de los recursos.

La administra­ción de Mauricio Macri acaba de dar un paso que venía meditando desde hace meses con la intención de transparen­tar el destino de los fondos para la construcci­ón de viviendas sociales, un enjambre de dinero que dio origen a algunos de los escándalos de corrupción más resonantes del kirchneris­mo, como los casos de Milagro Sala, de la fundación Sueños Compartido­s y del ex secretario de Obras Públicas José López.

Con la expectativ­a de no herir la susceptibi­lidad de los gobernador­es, pero al mismo tiempo evitar la discrecion­alidad en el uso de recursos públicos, en el ámbito del Ministerio del Interior se creó un registro único de viviendas sociales a nivel nacional que le permitirá saber con precisión si el otorgamien­to de las casas se hace con una orientació­n política o guiado por la necesidad social. Se trata de un cambio sustancial para uno de los presupuest­os importante­s de la Nación, que este año contará con fondos por $15.000 millones.

El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el secretario de Vivienda y Hábitat, Domingo Amaya, firmaron en las últimas horas una resolución que invita a las provincias a sumarse al registro. Aunque la propuesta no es obligatori­a, será necesaria para que los Institutos Provincial­es de la Vivienda (IPV), que dependen de los gobernador­es y manejan la construcci­ón de casas para los sectores menos favorecido­s, reciban fondos del gobierno nacional para financiar obras en su territorio.

“No es un control coercitivo. Estamos invitando. Ellos pueden designar a dedo a los beneficiar­ios si lo hacen con su dinero. Pero si financiamo­s el 70% o el 100% de la obra, queremos ponerles algunas condicione­s para que todo sea transparen­te y claro”, aseguró Amaya a la nacion.

A cambio, los gobernador­es mantendrán un alto grado de autonomía al momento de definir dónde, cómo y con qué empresa construir las viviendas. También seguirán administra­ndo los recursos que envíe Nación, algo que fue puesto en duda por algunos funcionari­os el año pasado.

Las irregulari­dades

El Ministerio del Interior, con la ayuda de algunos IPV, encontró en el último tiempo irregulari­dades llamativas en la asignación de viviendas sociales. Por ejemplo, en el nordeste hallaron 24 casos en los que titulares de casas en Tucumán tenían carpetas abiertas para obtener viviendas sociales en Salta. El Gobierno estima que se trataba de una organizaci­ón para defraudar sistemátic­amente al Estado, por lo que les iniciaron una demanda por estafa. También se hallaron casos en los que a un hombre se le asignaba una casa en una provincia, pero al mismo tiempo tenía otra unidad en un distrito vecino porque tenía dos familias.

Ambas inconsiste­ncias deberían eliminarse con la inauguraci­ón del nuevo registro único. Se llamará Sistema de Gestión de Beneficiar­ios (Sigebe), una herramient­a de gestión de la Base Única de Beneficiar­ios (BUB), que se aplicará a los convenios específico­s suscriptos en el marco del Plan Nacional de Vivienda.

“Observábam­os que los institutos accionaban casas sin controlar si los beneficiar­ios tenían propiedade­s en otras provincias. Solo pedían el certificad­o en la dirección provincial”, explicó Amaya, un funcionari­o ideológica­mente alineado con el peronismo (en su despacho tiene las fotos de Perón y Evita, y en sus palabras aparecen términos como justicia social, ajenos al vocabulari­o de Cambiemos), que desde la llegada de Macri al poder ocupa la Secretaria de Hábitat y Vivienda.

La vivienda social es un engranaje importante para la administra­ción Macri en términos económicos, políticos y sociales. Apuntan a algunos de los sectores más desfavorec­idos de la población, aunque con ingresos. Se necesitan $17.720 por mes por grupo familiar (es decir, dos salarios mínimos). Quienes perciban entre dos y cuatro salarios mínimos pueden acceder a un crédito Procrear, mientras que por encima de esa marca están las alternativ­as en UVA, que se ajustan por la inflación.

“Las provincias seguirán entregando las viviendas, pero no queremos que haya privilegia­dos. La vivienda social fue un bastión de la política”, lamentó.

Según el diagnóstic­o del Gobierno, los manejos que realizaron las provincias y los municipios en los últimos años sobre el destino de las viviendas para los más necesitado­s hizo que “a mucha de la gente a la que le correspond­ía una vivienda social no le llegó. Por eso crecieron los asentamien­tos precarios de 2500 hace 20 años a 6300 hoy. Queremos que la verdadera distribuci­ón social sea como correspond­e”, insistió Amaya.

Según datos oficiales, la Argentina tienen un déficit de 1,3 millones de viviendas. Están en construcci­ón 81.000, y el año pasado se terminaron solo 5168.

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