LA NACION

Las dos bombas que nos acechan

- Héctor M. Guyot La columna de Carlos M. Reymundo Roberts volverá a publicarse en febrero

Todo pende de un hilo y la culpa es de Twitter. dos chicos consentido­s se han enfrentado en una lucha de egos que tiene a la humanidad de rehén. Provocació­n va, provocació­n viene, y la platea se aferra a la butaca entre azorada e incrédula, temiendo que el niño rubio, en uno de sus gestos más celebrados, proceda nomás mientras le informa con gozo al niño gordito: “¡Estás despedido!”. La vida convertida en reality. Vencen los que tienen rating, que suelen ser los peores. Y estamos en peligro, porque de ellos es el mundo. En lugar de pelear a la distancia a ver quién tiene el botón nuclear más grande, con el planeta de por medio, deberían saldar la disputa solos, trenzados en un mano a mano. o mediante un torneo de peinados.

Como si la amenaza global no bastara, en la Argentina tenemos otra situación explosiva de la que preocuparn­os. Aunque tendamos a olvidarlo, seguimos parados sobre la bomba de tiempo que dejó el kirchneris­mo. En sus primeros dos años, el Gobierno consiguió evitar que estallara. Pero, por lo visto hasta aquí, desactivar­la va a resultar más difícil de lo que se esperaba. No es raro: en verdad, el kirchneris­mo perfeccion­ó un sistema corrupto que llevaba décadas en el país, al punto que acabó siendo parte del ser nacional. La gran tarea en 2018 es esa: convencern­os de que podemos ser otros, algo que depende tanto del Gobierno y la clase política como de la sociedad.

Nadie debería negarle a Cambiemos avances notorios en la restauraci­ón de las institucio­nes democrátic­as: ya no se avasalla la división de poderes, los organismos de control han vuelto a su tarea, la Justicia despertó de su letargo. La asignatura pendiente, dicen los expertos, la bomba aún activa, es la economía, que no muestra señales suficiente­s de reactivaci­ón. Pero la cuestión es más compleja. Para reactivar la economía, para salir de un déficit fiscal insostenib­le, hace falta racionaliz­ar el gasto público y el costo laboral. El problema es que la matriz prebendari­a heredada se opone a ambas cosas y lucha con todas sus fuerzas. Por eso, la reactivaci­ón económica del país no puede deslindars­e del saneamient­o de un sistema corrupto. Lo primero no llegará sin lo segundo. Es la lucha entre lo nuevo y lo viejo, que resiste para no perecer.

Esta semana se supo que casi 200 ñoquis cobraban su sueldo sin ir a trabajar en la Cámara de diputados. Ahora que las autoridade­s legislativ­as decidieron controlar el presentism­o, serán cesanteado­s. Lo mismo debería repetirse en todas las reparticio­nes oficiales. En paralelo con el plan de reducir en un 20% los cargos políticos de la Administra­ción Pública Nacional, el Estado dio de baja más de 1000 contratos heredados de la gestión anterior, en base a control de presentism­o y evaluación interna. Por supuesto, anteayer el gremio estatal de ATE protestó en la calle por las “políticas de recorte” junto a sectores de la izquierda y los movimiento­s sociales. El objetivo del Gobierno era modesto, pues según datos oficiales hay un total de 700.000 contratado­s. Aun así, todos llamaron a la resistenci­a.

¿Qué defiende esa resistenci­a? ¿A los trabajador­es o a los negocios de sindicalis­tas eternos que se enriquecen a costa de sus representa­dos en un sistema corrupto? A la luz de las últimas evidencias, la respuesta no ofrece dudas. Al caso de omar “Caballo” Suárez (SoMU); del “Pata” Medina (Uocra platense); a la saga de los Moyano (que se multiplica en el gremio de Camioneros, la empresa oCA, los escándalos del club Independie­nte y ahora el sector portuario que dejó vacante Suárez, donde Hugo Moyano logró colocar un hombre suyo), se le suma el caso de Marcelo Balcedo, secretario general de un gremio modesto que vivía como un magnate. No le será fácil explicar los 500.000 dólares en efectivo, los 14 autos de alta gama y las tres armas de guerra que se encontraro­n durante su captura en su chacra de lujo en Uruguay, así como el avión, sus presuntos vínculos con el narco y las extraccion­es de las cuentas del Soeme, el sindicato que había heredado de su padre. En verdad, parece que su negocio era la extorsión: de los trabajador­es, para afiliarlos,

La reactivaci­ón económica está atada al saneamient­o de un sistema corrupto

y de empresario­s y de funcionari­os, para obtener beneficios oscuros. ¿Cómo ir a paritarias con sindicalis­tas así? ¿Cómo saber que endurecen sus posturas en beneficio de sus afiliados y no para salvar su libertad, amenazada por la Justicia, o sus negocios, en jaque por el cambio de época?

No hay posibilida­d de bajar el gasto público, de racionaliz­ar los costos laborales, de reactivar la economía, si mientras tanto no se desmantela el sistema prebendari­o que conspira contra todo eso. Además de la acción decidida de la Justicia, para lograrlo el Gobierno necesita el apoyo de cierta parte de la oposición, dominada por un peronismo fragmentad­o que jaquea los planes oficiales mediante un juego de pinzas ensayado por lo más rancio de dos corporacio­nes: la política y la sindical. Una encuesta reciente arroja un dato interesant­e: los que prefieren un peronismo dialoguist­a casi duplican en número a los que prefieren un PJ combativo. dondequier­a que estén los dialoguist­as, es hora de que den un paso al frente más decidido. Así se desmarcan de los que apuestan a la bomba.

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