LA NACION

Eugenio Cuttica, entre la imagen de una niña y el arte como acto de fe

Anticipa la instalació­n que inaugura el 15 de enero en el museo MAR; “siento que empiezo todos los días”, dice

- Helena Brillembou­rg

En el espacio amplísimo de su taller de Barracas, donde coexisten obras ya terminadas junto a otras en plena producción, Eugenio Cuttica les habla a todos los que trabajan a su lado y les pide silencio. Lo hace de manera amable, pero la firmeza de su tono no deja dudas para que por lo menos, durante el tiempo que dure la charla en la que cuenta el proceso de preparació­n para esta nueva exhibición, no haya ningún ruido que lo distraiga. Su mente necesita calma para expresar lo que sucede cuando esa energía que le brota de adentro hacia afuera logra verse materializ­ada en luz, forma y colores. Asegura que siempre que finaliza un trabajo encuentra alguna palabra que le revela la evolución de lo que realizó, y para explicarlo, lee el significad­o de ataraxia según la filosofía griega, que la define como ausencia de turbación. Esa serenidad e imperturba­bilidad en relación con el alma, la razón y los sentimient­os es lo que quiere mostrar con esta gran instalació­n que lleva esta palabra como título y que durante todo el verano ocupará los espacios del MAR, el moderno museo de arte contemporá­neo de Mar del Plata.

La protagonis­ta absoluta de todo es una niña traslúcida hecha en resina poliéster, cuya mirada fija en el horizonte sugiere que en realidad la dirige a su propio interior. Esa niña se repite en todas las obras destinadas a la muestra: en los cuadros de gran formato, en diversas instalacio­nes hechas sobre botes antiguos de madera en la que esa figura aparece atravesada por árboles y, sobre todo, se repite 120 veces en una habitación inmensa, cada una sobre una silla, en un orden simétrico que obliga a verlas en conjunto y en silencio, como si entrásemos al interior de un templo. Lo eterno femenino

El autor de todo esto, que inició su formación como arquitecto para luego dedicarse a las artes plásticas como asistente de Howard Martínez y de Antonio Berni en los años setenta, es hoy en día uno de los artistas argentinos de mayor reconocimi­ento internacio­nal y comparte su tiempo entre su taller de Buenos Aires y los que tiene en Nueva York y Milán. Su físico impone, pero más lo hace su mirada, en cuya profundida­d se manifiesta una gran concentrac­ión en cada cosa que dice. Con una precisión casi quirúrgica selecciona cada una de las palabras con las que describe su interés por el tema de la feminidad, motivo central de la exposición, a sabiendas de que puede levantar polémica dependiend­o de la interpreta­ción que se le dé. Explica que este es un tema que viene trabajando desde hace más de quince años, pero desde un costado filosófico y metafísico, buscando lo que significa el poder de la feminidad verdadera, desde el yin. “Decidí pintar esto de lo que no se puede hablar o que la gente niega y no habla. A mis dos hijos varones los eduqué para que construyan sus relaciones con las mujeres en un sentido de adoración hacia la feminidad, pero observo que se sienten muy frustrados con el cambio del arquetipo femenino, que ha hecho muy difícil establecer una relación duradera. Yo aquí lo que estoy haciendo es un homenaje a la feminidad, su glorificac­ión. Busco destacar ese poder inmenso que solo tiene la mujer. Es la redención que conquista, la entrega total que termina triunfando por encima de la fuerza del hombre. Pero que la mujer olvidó al tener que luchar con armas machistas, transforma­ndo las relaciones en una forma de batalla que nos deja inmersos en una situación en la que todos nos sentimos solos”.

A diferencia de La mirada interior, la exitosa muestra de 2015 en el Museo Nacional de Bellas Artes –en la cual presentó una retrospect­iva de más de 40 años de trabajo y que se convirtió hasta ahora en la exposición más concurrida de un artista argentino vivo–, la que está ahora por inaugurar en Mar del Plata represen- ta un concepto nuevo, que el artista define como una poética del lenguaje de las instalacio­nes. “Cuando el gobierno de la provincia de Buenos Aires me invitó a presentar una muestra en el nuevo museo y vi la escala monumental del edificio, me pro puse hacer algo especial, en concordanc­ia con estos espacios, y debo decir que conté con todo el apoyo desde el momento en que presenté los bocetos. Yo tengo la idea firme de que un artista debe de ser un estudiante perpetuo y por eso siento todos los días como si estuviera empezando. A pesar de que siempre trabajé con ellas, es la primera vez que la mayoría de lo que exhibo son instalacio­nes. Se estima que esta exposición la verán alrededor de un millón de personas, ya que este museo, a pesar de su corta existencia, se convirtió en un punto de referencia importante de la ciudad”.

Cuttica viene pintando a esta niña sobre una silla desde hace varios años, pero acá la veremos por primera vez materializ­arse y tomar cuerpo. El artista la describe como una superposic­ión simbólica de varios elementos cuyo mensaje sería la mirada de la conciencia, pero a la que además le interesó agregarle dos significan­tes más: uno sería la utilizació­n de la luz [cada figura está iluminada por dentro] y la otra el número, a manera de repetición. “La repetición es oración y la acerca a lo metafísico, para mí es la única forma de profundiza­r en algo. El número refuerza todos los demás aspectos de las piezas, logra que se potencien entre sí y crea un clima transforma­dor”, explica.

Para el artista, el arte tiene un poder sanador y afirma estar en la búsqueda para recuperar ese poder tremendo que ha tenido sobre el hombre y que lamentable­mente se ha perdido, según él, por el apoyo de muchos críticos y curadores a cierto tipo de arte intelectua­l. Aquí entraría también la simbología del bote como objeto que permite esa transforma­ción. “Ese bote que representa la base de cada objeto de la instalació­n donde están las niñas es el vehículo que ayuda a cruzar de una orilla a otra. Y esas niñas en los botes, atravesada­s por un árbol o de cuyo interior brota otro, significan la feminidad en estado puro como germen de la fertilidad y de la unión con la naturaleza. No se puede desvirtuar: la naturaleza y la feminidad es una sola”.

Afirma pertenecer al afortunado 5% de las personas que se dedican a hacer lo que realmente les gusta y de esta manera siente que lo que hace no es trabajo sino magia. Siente que el arte ha sido una bendición para él, algo que le ha permitido encontrarl­e un sentido a esta vida que estamos llevando en la llamada posverdad y que tiene una ausencia total de sentido. “Todos están buscando algo en lo que creer. Dejaron de hacerlo en la ciencia, en la religión y en los políticos, pero todavía siguen creyendo en el arte. Estamos ante un momento de la historia en la que la gente se está volcando masivament­e al arte y esto me hace privilegia­do”.

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Diego spivacow Cuttica y la “niña traslúcida” que tomó cuerpo

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