LA NACION

Macri mueve a la dama en el conurbano

- Francisco Olivera

Algunos intendente­s lo tomaron como un reto. Fue, en realidad, un reproche a lo María Eugenia Vidal: sin estridenci­as, pero con una firmeza que a veces intimida. Era la mañana del 15 de diciembre, un día después de los primeros incidentes y el debate frustrado por la reforma previsiona­l que el Congreso aprobó tres días después. Escoltada por Hernán Lacunza, su ministro de Economía, Vidal aprovechó las instalacio­nes del Parque de la Cervecería que había conseguido Martiniano Molina, intendente de Quilmes, para dejarles a 69 jefes comunales de Cambiemos una advertenci­a: no puede ser que municipios con déficits monstruoso­s le pidan a la provincia fondos para inaugurar un polideport­ivo. “Lo pagan los contribuye­ntes”, insistió.

Lo que planteaba es un concepto contemplad­o en la ley provincial fiscal, aprobada a fin del año pasado. Si no se es ordenado con los gastos corrientes, mal se puede cumplir con la infraestru­ctura y los servicios. Macri suele incomodar con el tema a intendente­s: “¿Cómo es tu porcentaje de nómina salarial sobre presupuest­o?”, les pregunta. La provincia exhibe al respecto comportami­entos dispares: las comunas más prolijas tienen un índice de 30%, pero las más desordenad­as superan el 60%. Es el meollo del problema de un Estado cuyas nóminas tienden a crecer con cada administra­ción y que, si no se revisan, se convierten en aguantader­os de la política. Después de incorporar el control biométrico a sus instalacio­nes, algunos intendente­s se percataron de que parte de la plantilla no iba nunca a trabajar.

A todo esto aludió esa mañana la gobernador­a cuando exhortó a todos a que, si le pedían fondos para obras que no estaban previstas por el gobierno provincial y que se harían con endeudamie­nto, al menos tuvieran la deferencia de haber aprobado en sus respectivo­s concejos deliberant­es la ley de responsabi­lidad fiscal. Esa ley, a la que hasta ahora prometiero­n adscribir más de 90 de los 135 municipios, obliga a no subir el gasto corriente más arriba de la inflación, a no incorporar personal que supere el crecimient­o vegetativo de la población comunal y a no sumar empleados públicos durante los últimos seis meses del mandato.

Gracias al pacto fiscal y a la reforma previsiona­l, Vidal tendrá este año 40.000 millones de pesos adicionale­s a los que tuvo el año pasado. Serán 65.000 millones en 2019. Esa masa de recursos explica lo que es obvio: del éxito o el fracaso bonaerense dependerá el juicio que los votantes hagan sobre toda la gestión de Macri, cuya imagen positiva viene de caer, según mediciones propias, 7 puntos en diciembre. Ese deterioro, que en la Casa Rosada imaginan momentáneo, obedeció en gran parte a la pelea por la reforma previsiona­l que plantearon el kirchneris­mo, el massismo y la izquierda.

No es casual que esas fuerzas que no gobiernan territorio­s se hayan opuesto a esta estrategia, ni que sus adherentes hayan sido quienes sí los tienen, los gobernador­es del PJ. Será inevitable que, con la ley aprobada, esa pelea por recursos se traslade a la provincia, cuando arranque la paritaria docente y vuelva a emerger Roberto Baradel. ¿Qué argumento tendría para negar subas la gobernador­a que se ha llevado la mayor parte de fondos que, si no hubieran existido el acuerdo fiscal y la reforma, habrían ido a aumentos jubilatori­os? Es probable que ese sea el argumento de Baradel. El del Gobierno puede suponerse fiscal, pero estará condiciona­do por sucesos que exceden la paritaria: de manera directa o indirecta, las detencione­s del Juan Manuel “Pata” Medina y Marcelo Balcedo, dos sindicalis­tas bonaerense­s, muestran decisión de Vidal por investigar conductas gremiales. El otro ícono de estos presos, Omar “Caballo” Suárez, líder del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), tampoco escapa al área de influencia bonaerense: cayó luego de la intervenci­ón de la diputada Gladys González.

El Gobierno ha decidido que Vidal sea la gran protagonis­ta de la discusión nacional. La otra tensión será hacia adentro de la provincia y menos ruidosa: los jefes comunales. Hay quienes, desde el año pasado, vienen planteando asimetrías en la distribuci­ón de los recursos. “No vamos a cambiar nada: hay intendente­s que son insaciable­s”, dijeron cerca de la gobernador­a cuando consultó si era posible la nacion modificar, mediante ley, la coparticip­ación interna bonaerense. Es en realidad un debate conceptual: ¿debe privilegia­rse la geografía o la densidad de habitantes? En su libro Conurbano infinito, el jesuita Rodrigo Sarazaga hace algunos de estos planteos y publica el ranking de coparticip­ación: Ituzaingó, que gobierna Alberto Descalzo (PJ), aparece último de una lista de 135 municipios, con 1119 pesos per cápita a pesos corrientes en 2015, mientras que Pila, conducido por otro peronista, Gustavo Alfredo Walker, está primero, con $14.863. Uno de los peor ubicados, La Matanza (Verónica Magario), aparece muy abajo, con $1361, lejos del tercero del ranking, Tordillo ($13,151), donde gobierna otro miembro de Unidad Ciudadana, Héctor Olivera.

Es una puja clásica, conurbano vs. interior. Sarazaga afirma que 55% de la coparticip­ación de la provincia va al conurbano, pero en esa área vive nada menos que el 74% de los bonaerense­s y la pobreza llega al 82%. A esa dialéctica elemental habría que agregarle una más compleja: el reparto de fondos destinados a la salud, que suponen hoy el 37% de la coparticip­ación. Tal como está, el esquema beneficia a los que tienen hospitales municipale­s de alta complejida­d en detrimento de aquellos que solo acreditan centros de atención primaria propios. Esa asignación, que se hace por fuera de los hospitales nacionales o provincial­es y según la cantidad de camas de cada centro, genera sospechas entre funcionari­os nacionales. “Yo sé que muchos intendente­s inflan la cantidad de camas”, dijo a la na

uno de ellos. En el libro La provincia de cion Buenos Aires y sus municipios: los laberintos de una distribuci­ón anacrónica de los recursos, los investigad­ores de la Universida­d de General Sarmiento Alejandro López Accotto, Carlos R. Martínez, Irene Grinberg y Martín Mangas insisten con incógnitas parecidas a las de Sarazaga. Consignan, por ejemplo, un relevamien­to de coparticip­ación en el lapso 2003-2010 que, a precios de 2003, ubica primeras a las comunas que tienen hospitales municipale­s, como Malvinas Argentinas (1°, con $239 per cápita), San Isidro (2°, con $165) y Vicente López (3°, con $155), y mucho más rezagadas a las que no los tienen, como Lomas de Zamora (19°, con $94) o Tigre (22°, con $190). Son solo algunas de las susceptibi­lidades del territorio que Macri eligió para trascender su mandato. Será su gran batalla. El conurbano, eterno bastión del PJ y alegoría del fracaso argentino, no es un mal terreno para dirimir contiendas y, mejor aún, separar logros de meras declamacio­nes.

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