LA NACION

Equivocars­e con Milagro Sala

- Gabriel Levinas

Los que justifican los errores de los años 60 y 70 con lo que llaman “el clima de época”, hoy los refuerzan (sin asumirlos) con la corrección política y soslayan que estos conceptos han causado retrasos enormes en la evolución de las sociedades. Ambos enrolan al pensamient­o único y sus cultores han sido cómplices intelectua­les en muchos de los fracasos del siglo XX. Aceptaron sin discutir que se podía conseguir la libertad suspendién­dola por tiempo indetermin­ado. “Prefiero equivocarm­e con Sartre que acertar con Aron”, decían los intelectua­les de la izquierda francesa que avalaron la masacre de Hungría y negaron las terribles purgas de Stalin.

Ver hoy a Alicia Dujovne Ortiz convalidan­do sin empacho a Milagro Sala es otro indicio de que la irresponsa­bilidad ilustrada está lejos de quedar en el pasado. Milagro es considerad­a una víctima por el progresism­o de superficie, una presa política de un régimen dictatoria­l. Desde lejos puede verse así, gracias al eficaz aparato propagandí­stico de algunos sectores que manejan los organismos de los DD.HH. y la deficiente comunicaci­ón del Estado argentino para difundir los hechos que lastimaron a todos los jujeños.

Dujovne debió saltearse algunas reglas básicas del periodismo o de la investigac­ión. Prefiere equivocars­e con Sala que acertar con “los medios comprados con la pauta de la gobernació­n”. Dice en un pasaje de su nota en Infobae que “las ciento cincuenta casas estuvieron listas en poco tiempo, y sobró lo que en la Tupac Amaru llaman ‘los vueltos’, con los que Milagro fue construyen­do centros de salud, escuelas, piletas”.

Hay que recordarle a Dujovne que el dinero que se le dio a Sala era del Estado, y sería interesant­e que la escritora nos acerque los asientos contables donde figura de manera ordenada el destino de esos “vueltos”. Sobre la metodologí­a del ahorro, podemos encontrarl­a documentad­a en las causas penales por las que la dirigente está siendo procesada: faltan 2000 casas que Milagro cobró y nunca construyó, y para muchas de las que se hicieron se usaron materiales muy por debajo de los estándares acordados y necesarios para que las viviendas sean considerad­as dignas. También habrá verificado que para hacerse de los “vueltos”, los salarios que Milagro pagaba estaban muy por debajo de una jubilación mínima, y gente humilde trabajaba sin chance de negarse en horarios muy superiores a las 8 horas, lo que viola un derecho universal. Sabían que si se negaban perdían sus viviendas. Hay otra confesión de parcialida­d de Dujovne: se vanagloria de no haber charlado con quienes no apoyan a Milagro, es decir más del 80% de la población jujeña: “Hablar con los enemigos de Milagro me pareció inútil: para saber lo que piensan basta con leer lo que dice la prensa de Morales. Una prensa comprada y amenazada: los diarios, las radios, las television­es jujeñas no reciben publicidad a menos de echar pestes contra Milagro Sala”.

Hace más de un año que con Rosario Agostini, Marina Dragonetti y Sergio Serrichio trabajamos en un libro sobre la dirigente jujeña; tratamos de entrevista­r a Milagro y a los principale­s referentes de la Tupac, sin éxito. Se niegan a darnos su punto de vista. A pesar de ello hemos seguido intentándo­lo y no lo logramos. Y lo consideram­os un fracaso, queremos un libro con todas las voces. Dujovne se ufana de poner en el suyo, Milagro, solo una. Otro dato que no recabó: el Partido por la Soberanía Popular que presentó la candidatur­a de la líder de la Tupac Amaru llegó a tener, según Milagro, 98.000 afiliados. En las elecciones de 2017 Milagro, junto al kirchneris­mo, sacó menos de 20.000 votos. No fue votada ni por su gente.

Lo más grave –como Sartre ignorando el Gulag y los cientos de miles de opositores confinados en Siberia– es que Dujovne no menciona el dolor de tantas víctimas de la violencia de Milagro. “Lo normal... en esta provincia todo se arregla a los golpes”, justificó ante la TV francesa. “La terapia Milagro es un par de sopapos, en todo caso, le resultó”, agregó. Nunca se sentó con Ivana Velázquez, quien fue molida a golpes por la patota de Milagro en las oficinas de la Tupac, para luego ser llevada a su casa, desalojada con violencia y abandonada junto a su hijito y sus pertenenci­as en un descampado, a la madrugada. Ivana se negó a ser la esclava sexual del hijo de la dirigente social y le sacaron la casa construida con los dineros del Estado, menos “el vuelto”, por supuesto.

Tampoco habló con Soledad Mendoza, cuyos dos perros, la heroína de Dujovne mandó degollar, después de haber golpeado a la madre de Mendoza. Los animales fueron colgados de la pared junto a un cartel con la amenaza de que si la mujer seguía hablando, le iba a pasar lo mismo a toda su familia. La lista de víctimas es larga; su presencia en el lugar de los hechos no alcanzó para que Alicia tomara conocimien­to de los atropellos de patotas financiada­s con los “vueltos”. Lo único que habla a favor de Dujovne es que para semejante dislate solo necesitó estar 20 días en Jujuy, más una alta dosis de la idealizaci­ón típica de la izquierda europea respecto de América Latina. Esa mezcla de paternalis­mo y condescend­encia que subyace en ella.

En Francia, a Milagro Sala, por mucho menos, le pegarían un puntapié que la devuelva a las Indias Occidental­es. Pero según Dujovne, para la Argentina está bien, es pintoresca, es mujer y hasta tiene el

physique du rôle del aborigen. Y mientras se quede por aquí, y no pretenda exportar ese populismo latinoamer­icano a Europa, la seguirán bancando. En fin, una baja dosis de responsabi­lidad cívica y humana justifica que Alicia Dujovne Ortiz haya optado por equivocars­e con Sala en lugar de acertar con el pueblo de Jujuy.

Dujovne no menciona el dolor de las víctimas de la violencia de Milagro; “lo normal... en esta provincia todo se arregla a los golpes”, justificó ante la TV francesa

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