LA NACION

Dasha Zakharova.

“El wingsuit es mi vestido favorito”

- Texto Alejandro Rapetti | Foto Gentileza Alejandro Montagna

Existen solo ocho pilotos activos de wingsuit en la Argentina y ella es la única mujer que lo practica, capaz de saltar de un avión a 4000 metros, volar un wingsuit durante dos minutos a más de 250 km por hora y aterrizar para contarlo. Para aquellos despreveni­dos, la práctica del wingsuit flying (vuelo en traje aéreo) deriva del paracaidis­mo, y se divide a su vez en dos grandes disciplina­s con perfiles de riesgo muy distintos: en la primera –que practica Dasha Zakharova– se salta desde aviones; la segunda, mucho más arriesgada, combina con salto BASE o proximity (saltos que se realizan desde los cuatro puntos fijos y elevados en la tierra: edificios, antenas, puentes y acantilado­s o montañas). En todos los casos, la experienci­a culmina con la apertura de un paracaídas casi al final del vuelo.

Madre de dos hijos (Thiago, de 11 años, y Naomi, de 13), Dasha nació en la ex Unión Soviética, en la ciudad de Eupatoria, el 24 de enero de 1981. Cuando tenía 15 años, sus padres decidieron dejar todo y mudarse a la Argentina, donde revalidó sus estudios secundario­s y luego estudió enfermería en el Hospital Británico. Cuenta que también estudió artes plásticas (sus obras pueden verse ingresando a pinterest.es/dashitazak/mis-trabajos/) y expuso en el Centro Cultural Borges y en diferentes galerías en Buenos Aires, Uruguay e Italia.

“Hoy ocupo mi vida en mis tres pasiones: mis hijos, la pintura y el vuelo humano”, sintetiza Dasha, que además del ruso, también habla fluido inglés, español e italiano. Y por si fuera poco se ha convertido en la única argentina con dos récords mundiales homologado­s por la Federación Internacio­nal de Aviación, uno de los cuales también fue homologado por Gu in ness .“Mi primer récord mundial fue el Secuencial Femenino: un grupo de 117 mujeres saltamos en California desde siete aviones que volaban en formación cerrada a 7000 metros de altura, para conformar en un mismo salto dos figuras consecutiv­as de 117 paracaidis­tas conectadas. El segundo también fue secuencial pero mixto, con la participac­ión de 122 paracaidis­tas, en Florida”, recuerda Dasha.

–¿Cómo llegaste a la Argentina?

–Luego de la caída del Muro de Berlín, las cosas empezaron a empeorar para muchos rusos. La situación económica fue aun peor para los países de la ex Unión Soviética que se independiz­aron de Rusia. Ese fue el caso de Ucrania, donde vivíamos con mis padres. En 1996 mi madre logróconve­ncer a mi padre de emigrar. Los destinos posibles eran Australia y la Argentina. Elegimos la Argentina porque era más fácil conseguir una visa de inmigrante. –¿Y cómo fueron tus inicios en el paracaidis­mo? –Cuando viajé a Nueva Zelanda tuve la oportunida­d de hacer un salto en bungee. La experienci­a fue intensa y me encantó. Algún tiempo después, descubrí que en Lobos, a solo 100 kilómetros de Buenos Aires, podía saltar de un avión. Mi enamoramie­nto con la caída libre fue casi instantáne­o. No bien aterrice de mi primer salto decidí que quería ser paracaidis­ta. Hoy tengo 815 saltos de los cuales 320 son de wingsuit. He saltado en más de 10 países distintos de 15 tipos diferentes de aeronaves, incluyendo globos aerostátic­os, helicópter­os y hasta el Hércules C130, que es un transporte militar con rampa y lleva 100 paracaidis­tas. –¿Cómo recordás tu primer salto con wingsuit? –Fue casi tan aterrador como mi primer salto en paracaídas. Sin embargo el nerviosism­o duró hasta el instante en que salí del avión y desplegué las alas. En pocos segundos mi traje comenzó a volar y empecé a sentir la velocidad horizontal. Yo digo que mi wingsuit es el vestido favorito de mi guardarrop­as. –¿Tuviste alguna vez algún episodio con el traje al saltar? –En varias ocasiones las cuerdas del paracaídas principal se enredaron y no se armó de manera correcta. En la mayoría pude resolver el enredo, pero en tres ocasiones el paracaídas se inclinó en tirabuzón hacia abajo y entré en emergencia. En esos tres casos tuve que “desprender”. Esto es un procedimie­nto que consiste en desprender­se del paracaídas principal y abrir el paracaídas de emergencia. Un paracaidis­ta bien entrenado reacciona frente a estos problemas como un soldado en combate: resuelve la situación siguiendo al pie de la letra un procedimie­nto, con un golpe de adrenalina encima pero sin perder la calma y el foco en el problema. Las decisiones en paracaidis­mo se toman en segundos porque nos acercamos muy rápido al suelo: caemos el equivalent­e a 16 pisos por segundo. –¿Qué es lo que te atrae de saltar desde los aviones con ese traje? –La sensación de vuelo humano es la más pura que existe, no se compara ni con un parapente, ni con un planeador ni con un ala delta. Es tu cuerpo dentro de un traje alado de material sintético, nada más. Muy pequeños movimiento­s de piernas y brazos controlan la dirección, la velocidad y el ángulo de ataque, exactament­e igual que lo hace un pájaro. Volar por la inmensidad del cielo con otros wingsuits a tu lado es algo mágico, es una sensación de libertad muy difícil de describir. A veces vemos nuestros videos y parecen imágenes de un videojuego. –¿Cuáles son los riesgos que corrés al saltar en un traje aéreo? –No existen estadístic­as oficiales sobre el vuelo con wingsuit. Uno de los pocos países que tienen estadístic­as oficiales confiables sobre paracaidis­mo tradiciona­l es Estados Unidos. Según esa estadístic­a en los últimos 10 años ocurrió un accidente fatal cada 125.000 saltos. Este número en general sorprende positivame­nte; la gente espera escuchar un número mayor de fatalidade­s. Ahora, si miramos el índice de mortalidad de wingsuit combinado con BASE, haciendo vuelos a baja altura en las montañas, solamente el año pasado murieron 40 personas sobre un total de unas 500 que practican esa disciplina. Esto hace que el wingsuit con BASE a baja altura sea el deporte más peligroso del mundo. –¿Nunca temiste por tu vida? –Los paracaidis­tas tenemos una frase: “Para aquellos que saltan, no hay explicació­n necesaria; para aquellos que no saltan, no hay explicació­n posible”. Esto no es simplement­e un deporte, es algo que te define. Tu vida tiene un antes y un después de ser paracaidis­ta. El riesgo de muerte siempre está, pero aprendemos a convivir con él. Una buena instrucció­n inicial, un entrenamie­nto permanente, una actitud metódica y un equipo en buenas condicione­s son los elementos que reducen el riesgo de accidente significat­ivamente, pero no lo eliminan. –¿Qué les dirías a los que les gustaría saltar pero no se animan? –Algo que dijo el actor Will Smith el día que saltó: “Las mejores cosas en la vida están al otro lado de nuestros miedos”. Enfrenten sus miedos, domínenlos y sientan el placer de la autosupera­ción. La vida es corta y vivirla intensamen­te es clave. No tenemos que usar el miedo, la rutina, la familia, el trabajo o el hecho de ser mujer como excusas. Todo el mundo tiene una tarde libre en algún momento para ir a hacer un salto.

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