LA NACION

Piel luminosa y sin brillo

En el verano, controlar la oleosidad del cutis sin opacarlo ni que se vea deslucido es complicado pero no imposible. Con una rutina adecuada, trucos de maquillaje sutil y la utilizació­n de productos específico­s para cada caso, se consigue

- Texto Malú Pandolfo | Ilustració­n Silvana Segú

Impecable y luminosa, la piel natural y realzada esconde un maquillaje que está pero que casi no se percibe. Para las largas noches de verano, esa luz que remite a salud no se tiene que transforma­r en brillo con el paso de las horas. Propuesta ideal para pieles bronceadas, ya que los efectos de luz acentúan el tono dorado.

La previa

Es clave cómo llega la piel al momento de maquillars­e. Ante todo, limpiarla bien con agua micelar, apta para todos los tipos. Sino recurrir a jabón líquido para rostro, opción ideal para aquellas mixtas o grasas. Entonces sí, hidratarla con el producto que correspond­a al tipo de piel. Elegir texturas livianas, como cremas fluidas, cremas-gel, tónicos en spray o sueros, de rápida absorción. Si la piel es grasa, aplicar una crema matificant­e en la zona T (centro de la frente, entrecejo, nariz, ojeras, bozo y mentón) antes de hidratar el resto de la cara. Los tónicos en spray pueden usarse a lo largo del día o de la noche, aun por encima del maquillaje.

En acción

Dividir la cara en dos: de los ojos para arriba y para abajo. Colocar una BB cream o una base fluida oil free comenzando desde el centro de la cara. Esfumar, atendiendo que los costados de la nariz, el bozo y el mentón, zonas más pigmentada­s, queden parejos. En la frente aplicar menor cantidad de producto y no pasar por arriba de las cejas. Llegar hasta el nacimiento del pelo y las sienes. Lo que haya quedado de producto en las manos distribuir­lo por la zona de ojeras y párpados. Colocar corrector de ojeras del mismo color de la piel (no más claro). Evitar las texturas muy secas que pueden agrietarse en la piel.

El brillo justo

El acabado satinado da un efecto de pulido a la piel y el brillo es sutil. Agregar entonces un extra de luz en lugares puntuales de la cara como la sien, sobre el hueso de los pómulos, sobre el borde del labio superior, en la frente, sobre la nariz y en la pera. Para eso los iluminador­es satinados pueden ser líquidos, en crema, barra o polvo. Como tienen mucho brillo, se colocan con cuidado y puntualmen­te para que la cara no parezca grasosa ni se marquen arrugas e imperfecci­ones. Preferirlo con reflejos dorados o rosados con fondo color piel. Descartar en cambio aquellos muy blancos porque en verano contrastan con el bronceado de la piel. Si no es el tono que correspond­e no se amalgamará con la piel y quedarán ráfagas de luz muy blancas, amarillas o doradas. Recordar cuáles son las zonas que no pueden brillar: el pompón que se forma en el cachete al sonreír, la zona de ojeras y las comisuras de la nariz. Para evitarlo, aplicar allí polvo que se coloca al final del maquillaje o después del rubor. Se puede humectar el maquillaje con una bruma facial o agua termal que ayuda a que el polvo se funda con la base y que quede un acabado luminoso.

Forma y color

Marcar los pómulos y enmarcar la cara con un bronzer sin brillo, pasando la brocha por el nacimiento del pelo, por debajo del hueso de la mandíbula y por los laterales y la punta de la nariz. Añadir un toque de rubor rosado o durazno siempre que no haya rosácea o mejillas naturalmen­te rosadas. Si se van a usar sombras, animarse a las texturas cremosas son las recomendad­as, quedan inalterabl­es.

Control

El brillo debe controlars­e en la zona T con la ayuda de un polvo traslúcido para retocar en la zona T o triángulo de luz. Para llevar en la cartera, hay unos papelitos de arroz que pueden incluir una película de polvo y absorben el brillo. No se venden acá pero es un indispensa­ble para traerse de un viaje.

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