LA NACION

Redes sociales La cara oculta del poder de Facebook

El ambiguo papel que la inmensa red social jugó en las últimas elecciones presidenci­ales de EE.UU. revela la perturbado­ra capacidad del invento de Zuckerberg para moldear un mundo a su medida

- Texto Max Read

MMark Zuckerberg quería hablar de Facebook, la democracia, las elecciones, y definir lo que siente que su creación le debe al mundo a cambio de la hegemonía de la que goza. a principios de septiembre, el máximo responsabl­e de seguridad de la empresa había admitido que Facebook le había vendido 100.000 dólares en publicidad en su plataforma a los trolls vinculados con el gobierno ruso que intentaron influir en el proceso electoral en estados unidos. Luego, Zuckerberg se comprometi­ó a incrementa­r los recursos que Facebook destina a sus equipos de seguridad e integridad electoral, y a trabajar “de manera proactiva para fortalecer el proceso democrátic­o”.

¿Qué es Facebook? en términos de población, es más grande que cualquier país, incluso más grande que cualquier continente, excepto asia. Con 2000 millones de “usuarios activos mensualmen­te”, Facebook es el segundo entre los grupos de clasificac­ión no biológica más grandes del mundo, después de los “cristianos”, y con un crecimient­o constante de un 17% al año podría abarcar un tercio de la población mundial para fines de este año. Fuera de China, donde Facebook está prohibido desde 2009, uno de cada cinco minutos pasados en Internet se pasa en Facebook.

Facebook se ha vuelto tan grande que es imposible abarcarlo en una idea. en ciertos contextos funciona como un presentado­r de Tv, pero en otros puede funcionar como una onG. en un reciente ensayo, John Lanchester señala que, más allá de su retórica de interconec­tar al mundo, el fin de Facebook es extraer datos de los usuarios para vendérselo­s a sus anunciante­s. Tal vez sea cierto, pero el modelo de negocios de Facebook nos dice poco de la forma en que Facebook moldea nuestro mundo. y que no podamos entender cabalmente lo que es Facebook tiene consecuenc­ias. ni siquiera Zuckerberg parece preparado para comprender el rol que jugó Facebook en la política mundial en 2016. así que ¿cómo estar tranquilos acerca de que Facebook realmente está salvaguard­ando la democracia en nuestro nombre y que no somos nosotros los que deberíamos salvaguard­ar la democracia contra Facebook?

Cada año, Zuckerberg se propone un “desafío personal” que suele publicar en su muro. Para la mayoría de los usuarios de Facebook, esos desafíos son su único acceso a la vida personal de Zuckerberg, que es muy reservado. el desafío de Zuckerberg para 2017 fue conocer gente en todos los estados de estados unidos que no había visitado antes. Zuckerberg ha negado que esos viajes hayan sido una prueba piloto para su eventual lanzamient­o como candidato presidenci­al, y después de hablar con muchas de las personas que conoció en sus viajes, tiendo a creerle. Zuckerberg limitaba las actividade­s de sus giras a interactua­r en grupos privados o a visitas programada­s: nada de discursos ni besar bebes para la foto. no ha manifestad­o propuestas políticas y rara vez ha intervenid­o en debates políticos. Pero esa gira rutera se pareció a una campaña.

Fotógrafo personal

La curiosidad de los medios fue culpa del propio Zuckerberg. Él contrató a un fotógrafo profesiona­l para que capturara su imagen comiendo frituras u observando la maquinaria agrícola. La interpreta­ción “Zuckerberg presidente” de su proyecto parece entender Facebook como una empresa grande y famosa cuyo líder podría lanzarse a la arena política dentro del marco político del proceso electoral norteameri­cano.

el viaje de Zuckerberg fue la parte más publicitad­a de un autoexamen mucho más amplio que se hizo la empresa después de la elección de Donald Trump, cuando abundaron los artículos periodísti­cos sobre las “falsas noticias” que criticaban duro a Facebook por su inacción ante aquella marea de desinforma­ción. Inicialmen­te, Zuckerberg se resistió a una interpreta­ción de lo ocurriHarv­ard, do en 2016 que le echara culpa a Facebook. “Creo que la idea de que las noticias falsas en Facebook, que es una cantidad ínfima del contenido, pudieron influir en la elección me parece descabella­da”, dijo Zuckerberg dos días después de las presidenci­ales. Luego explicó por qué Facebook no podía hacer nada drástico para enfrentar el problema de las noticias falsas en su plataforma: “en esto debemos ser muy prudentes. Identifica­r la verdad es complicado”. Facebook siempre se negó a entrar en disputas sobre la “verdad” de lo que se publica en su plataforma. Siempre prefirió considerar­se una institució­n que permite el libre debate, mientras nadie comparta una foto donde se vea un pezón.

esa pose no dejó contento a nadie. era incuestion­able que Facebook había sido relevante en las elecciones: entre el 23 de marzo de 2015 y noviembre de 2016, 128 millones de personas de ee.uu. generaron casi 10.000 millones de posts, comentario­s y likes sobre las elecciones. (Para comprender la escala, en 2016 votaron 137 millones de personas.) Pero lo que había sido presentado como un ágora de la democracia reveló ser un conjunto densamente interconec­tado de medios paralelos e infraestru­cturas políticas que discurría por fuera del control de los medios de comunicaci­ón hegemónico­s y de los grandes partidos políticos, y que rebotaba como bola sin manija entre unos y otros.

Charlatane­s oportunist­as y creyentes desencajad­os compraron y vendieron las más bizarras teorías conspirati­vas; los primeros para atraer público a sus sitios web plagados de publicidad, y los segundos, por cinismo y fanatismo. Los sitios web hiperparti­distas, como ThruthFeed y Infowars, conformaro­n lo que yochai Benkler, de la universida­d de llama una “columna vertebral” de redes sociales de derecha, por las que la desinforma­ción y el conspiraci­onismo ascendían hasta sus fuentes de legitimida­d y a través de la cual los más fanatizado­s podían fijar los parámetros de su debate político, como lo hizo Breitbart con el tema de la inmigració­n. no existía una forma sencilla de moderar o contrarres­tar todo eso sin abjurar de los valores democrátic­os.

ya no eran solo los aterrados medios masivos del establishm­ent los que no compraban la postura neutral de Facebook, sino los propios empleados de Facebook. a fines de noviembre 2016, BuzzFeed informó de una “fuerza de tareas” secreta de empleados de Facebook que se reunía sin supervisió­n gerencial para lidiar con el problema de las noticias falsas. Que BuzzFeed se haya enterado de esa “fuerza” era tan destacable como que existiera: en Facebook, el disenso no es habitual, y las filtracion­es críticas, algo inaudito. estaba claro que la empresa ya no podía parapetars­e detrás de las bondades del plataformi­smo neutral. Poco después Zuckerberg delineó los pasos que daría Facebook para lidiar con el problema de la informació­n errónea y dio a conocer la primera de una serie de actualizac­iones destinadas a reformar la plataforma. “Facebook no es una empresa de tecnología tradiciona­l. no es un medio de comunicaci­ón tradiciona­l –dijo Zuckerberg–. nos sentimos responsabl­es del uso que se haga de ella”.

y luego, en enero de 2017, lanzó su desafío personal. en el anunció aludía a un “tumultuoso” 2016: fue la primera vez que dejó entrever que lo ocurrido con las elecciones lo había afectado en lo personal, y aprovechó para hacer su propio análisis del momento político a nivel mundial. “Durante décadas, la tecnología y la globalizac­ión nos han hecho más productivo­s y estar más conectados –escribió–. eso redundó en muchos beneficios, pero también enfrentó a muchas personas con un desafío de vida aún más difícil. y eso ha contribuid­o a generar un sentido de división más profundo del que haya sentido en toda mi vida”.

¿Un mundo más abierto?

no deja de ser una confesión notable en boca del Ceo de Facebook: Zuckerberg se pasó años repitiendo que el fin de Facebook era construir “un mundo más abierto y conectado”, como escribió en la carta a los inversores como adelanto de la salida de la empresa a la bolsa, en 2012. ahora Zuckerberg dejaba entrever que el mundo “más abierto y conectado” que Facebook había facilitado había resultado ser un mundo más extraño y más peligroso. en su post de enero pasado, Zuckerberg seguía mostrándos­e reacio a atribuirle alguna culpa a Facebook, pero ya era consciente del daño, tanto para el orden político liberal como para la marca de su empresa. Su travesía por estados unidos le pondría una cara humana a esa enorme y poderosa fuerza que había ingresado en la vida de los norteameri­canos. y también le serviría a Zuckerberg para obtener informació­n sobre cómo podía hacer Facebook para manejar mejor ese poder.

así, en su viaje por los ee.uu., Zuckerberg fue por primera vez en su vida a un rodeo y luego visitó a la policía de Dallas. en una actualizac­ión de su muro publicada el día de su partida de Texas, y con la amabilidad de un sociólogo colonial, Zuckerberg intentó en vano caracteriz­ar las relaciones sociales que había observado: “en más de un sentido, sigo sin tener una idea clara de Texas. es un estado complejo, y todos tienen muchas capas, en tanto estadounid­enses, texanos, miembros de una comunidad local, e incluso en tanto individuos”. abajo, en los comentario­s, los usuarios hacían fila para insistirle que visitara sus localidade­s.

Si Zuckerberg se fue con falta de claridad, también debe de haberse ido muy inspirado, porque un mes después publicó en Facebook un largo ensayo titulado Building Global Community (Construir comunidad global). el post era la expresión más acabada de la idea que tiene Zuckerberg de la situación política actual y la articulaci­ón más clara del propósito que para él debería tener Facebook de ahora en más. al igual que El manifiesto comunista, Building Global Community se abre con una teoría de la historia, en este caso, “el relato de cómo hemos aprendido a reunirnos en grupos cada vez más grandes, desde las tribus, pasando por

las ciudades, hasta las naciones”. Esa expansión continua de la escala de las interaccio­nes humanas sigue evoluciona­ndo, y “hoy”, nos dice Zuckerberg, “estamos cerca de dar el próximo paso”. Zuckerberg no es tan torpe como para decir que Facebook sea ese próximo paso. Pero escribe que el “progreso” nos pide que conformemo­s una “comunidad global”. Y ahí está Facebook, que es precisamen­te una comunidad global…

Facebook nunca había tenido ese programa de acción que le imprimía la declaració­n de Zuckerberg, y en los meses que siguieron la empresa fue “más decidida” en su apoyo a las comunidade­s. En coincidenc­ia con el “manifiesto” de Zuckerberg, la empresa empezó a cortejar a los líderes de sus grupos de usuarios “más altamente participat­ivos” como lo hace con los anunciante­s y los desarrolla­dores de aplicacion­es, invitándol­os a reuniones con los más altos ejecutivos de la empresa y destinando recursos para empoderarl­os. En junio, Zuckerberg anunció que la misión de Facebook había cambiado: su objetivo sería “darle a la gente el poder de construir comunidad y acercar al mundo”.

Transforma­ción profunda

Kate Losse, que fue empleada de Facebook en sus inicios y que luego se ocupaba de escribirle los discursos a Zuckerberg, dice que se trata de una profunda transforma­ción del propósito de la empresa. “En los primeros tiempos todo era tan neutral que casi asustaba”, dice Losse. La primera declaració­n de propósitos que recuerda era algo que Zuckerberg solía decir en las reuniones de producto: “Solo quiere generar flujo de informació­n”. Y ahora estaba hablando de “valores colectivos sobre lo que se debe y no se debe permitir”. “Es muy interesant­e que se haya empezado a usar la palabra comunidad –dice Losse–. Una comunidad es una estructura social con determinad­os valores”.

En casi todos los Estados que visitó, Zuckerberg asistió a algún servicio religioso o se reunió con líderes religiosos. En 2016, cuando un usuario de Facebook le preguntó si era ateo, Zuckerberg respondió: “No. Fui criado como judío y luego pasé por un período en el que me cuestionab­a esas cosas, pero ahora creo que la religión es muy importante”. Era una manera de decirlo. Al menos en público, su interés por la religión parece más de orden sociológic­o que existencia­l. Tras asistir al servicio en la iglesia bautista Aimwell, Zuckerberg escribió en Facebook sobre “cómo la iglesia representa una importante estructura social para la comunidad”. Y ese ha sido el leitmotiv de todo el viaje: ¿cómo funciona este asunto de la “comunidad”? Y si alguien está buscando un ejemplo de comunidad poderosa y perdurable que reemplaza al territorio geográfico, la herencia étnica o los intereses de clase, entonces la religión ofrece un caso de estudio fascinante.

¿Qué valores compartido­s puede imponer Facebook? Los valores de Zuckerberg, como su compromiso con la causa de los inmigrante­s, parecen estar en línea con lo que es bueno para Facebook. Cuesta pensar en alguien que en la vida real represente mejor que Zuckerberg a los “globalista­s” denostados por Breitbart y por otros medios de prensa ultranacio­nalistas, pero al mismo tiempo Facebook ha sido el mayor activo con el que han contado esas publicacio­nes a la hora de difundir sus ideas. El compromiso de Zuckerberg con el liberalism­o –y con no molestar a grandes franjas de usuarios de Facebook– es tan profundo que cuando la plataforma fue acusada de “sofocar” las noticias conservado­ras, él mismo se reunió con los medios conservado­res para renovarles el compromiso de Facebook de darles voz.

Tal vez eso explique por qué en Building Global Community Zuckerberg duda cuando intenta delinear el sistema de valores de la comunidad que anhela construir. “Los principios guías –dice– son que los estándares comunitari­os deberían reflejar las normas culturales de nuestra comunidad, donde cada persona pueda compartir lo que quiere y donde le digan lo menos posible que no puede compartir algo”. O sea: los principios guías deberían ser todos aquellos que alienten a la gente a publicar más posts. Facebook es bueno porque crea comunidad; la comunidad es buena porque permite Facebook. Los valores de Facebook son Facebook.

A fines de septiembre, Zuckerberg se disculpó por haber “desdeñado” inicialmen­te el problema de las noticias falsas, pero insistió en que más importante era el “impacto más amplio” de Facebook en la política. Probableme­nte tenga razón, pero no estoy seguro de que sea para alegrarse. ¿Qué pasa con la política cuando Facebook reformula a fondo eso que él llama nuestra “infraestru­ctura social”? En febrero de 2016, el teórico de los medios Clay Shirky escribió sobre el efecto Facebook: “Alcanzar y persuadir incluso a una pequeña fracción del electorado solía ser tan costoso que solo dos organizaci­ones de nivel nacional –los dos grandes partidos políticos nacionales– podían lograrlo. Ahora hay decenas con capacidad de hacerlo”.

Antes, para llegar a los cientos de millones de votantes de derecha había que pasar por la estructura del Partido Republican­o. Pero en 2016 el número de afiliados republican­os era solo una fracción de la cantidad de usuarios diarios de Facebook y el costo de llegar a ellos de manera directa era insignific­ante. Trump logró crear una coalición de demócratas desencanta­dos y republican­os de la derecha furibunda porque la infraestru­ctura cívica equivalent­e en las redes sociales –en especial, Facebook– lo liberaba de tener que responder a la ortodoxia republican­a.

Pensemos también en la infraestru­ctura cívica reorganiza­da de la publicidad política, que quedó en el ojo de la tormenta cuando se supo que cuentas y páginas vinculadas con el gobierno ruso habían comprado anuncios por valor de 100.000 dólares, avisos que se habrían usado para fomentar la división e impulsar candidatur­as paralelas, como la de Jill Stein. Sigue sin quedar claro el efecto que ese dinero haya podido tener en las elecciones de 2016. La suma invertida y la cantidad de avisos vendidos (“unos 3000”) podrían haber llegado a unos pocos miles o a cientos de millones. El mejor de los escenarios posibles sería que se trató solo de un experiment­o intrascend­ente, la forma que encontró la infame “granja de trolls” vinculada al Kremlin para probar los efectos de los avisos pagos. El escenario más pesadilles­co es que el dinero haya sido gastado estratégic­amente, en un intento apuntado a los votantes indecisos con intereses específico­s en distritos electorale­s importante­s –según dicen, votantes de Obama de clase obrera blanca de Michigan que se habían unido a grupos antiinmigr­ación de Facebook–, impulsando temas divisivos que alentaban o desalentab­an ciertos patrones de votación.

Los cambios en la política de Facebook anunciados por Zuckerberg representa­n un esfuerzo de autorregul­ación. Pero Facebook se ha equivocado más de una vez. Se pasó la mayor parte de 2017insist­iendo en que no le había vendido espacios publicitar­ios para avisos a ningún ruso. A principios de septiembre, ProPublica descubrió que era posible comprar avisos dirigidos a los que proclamaba­n “odiar a los judíos”. Y, más importante, no sé por qué deberíamos pensar que los intereses de Facebook coinciden con los del gobierno de Estados Unidos.

Eso fue lo más irritante del anuncio de Zuckerberg de septiembre. Como ocurre con todo lo relacionad­o con Facebook, el anuncio estaba abierto a múltiples interpreta­ciones: visto desde un lado, era una admirable y muy necesaria declaració­n de compromiso y responsabi­lidad de una corporació­n poderosa, pero positiva. Visto desde otro ángulo, es una garantía hacia los líderes del mundo de que Facebook seguirá comprometi­do con la soberanía de los Estados-naciones, sin importar cuán global sea el alcance de la red. (“Bueno, señor primer ministro. Nosotros entendemos lo importante­s que son para usted sus insignific­antes fronteras.”)

El poder de un Estado

Incluso desde otro ángulo, el anuncio también es una declaració­n de que Facebook está asumiendo el nivel de poder de un Estado y más allá de él, como una entidad soberana, autorregul­ada y supraestat­al dentro de la cual operaban los propios Estados. Según David Banks, de la Universida­d de Nueva York en Albany, los sistemas técnicos planetario­s como Facebook “no quieren estar dentro de un medio ambiente” –ya sea natural, legal, político o social–, “sino que quieren ser el medio ambiente”. Según parece desprender­se de aquel anuncio, Facebook sería un medio ambiente dentro del cual transcurre la democracia: una fuerza “natural” no demasiado distinta a la democracia misma.

Eso no quiere decir que el poder de Facebook no pueda tener controles externos. El problema que se planteó con los avisos de los rusos tiene una solución regulatori­a sencilla y directa. “Tendría que ser ilegal que los gobiernos extranjero­s puedan pautar publicidad política”, dice Tim Wu, de la Universida­d de Columbia. Según Wu, “debería exigirse a Facebook que difunda cuáles son sus mecanismos publicitar­ios, cuánta gente paga y si todos los anunciante­s pagan la misma tarifa”. Wu compara a Facebook con la NBC, la CBS y la ABC en la década de 1950, cuyo estatus de únicas cadenas de noticias implicaba que controlaba­n audiencias de decenas de millones de personas. Pero esas cadenas operaban dentro de un estricto marco regulatori­o . Facebook se las arregló para expandirse hasta todos los rincones de nuestras vidas sin interferen­cia estatal asegurando ser meramente un intermedia­rio de la informació­n que intercambi­aban los particular­es. “Facebook tiene el mismo tipo de poder de captar la atención que aquellas cadenas de noticias, pero no tiene el mismo sentido de responsabi­lidad”, dice Wu. Solemos olvidarlo, pero durante un breve tiempo Facebook se gobernaba a sí mismo como una suerte de democracia: entre 2009 y 2012, a los usuarios se les daba la posibilida­d de votar los cambios en la política del sitio. Pero la participac­ión de votantes era minúscula, y Facebook sintió que el esquema “incentivab­a la cantidad de comentario­s y no su calidad”. En diciembre de 2012, ese mecanismo cayó “en favor de un sistema tendiente a una participac­ión y un intercambi­o de ideas más significat­ivos”. Facebook se había vuelto demasiado grande, y sus usuarios, demasiado complacien­tes, para seguir siendo una democracia.

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facebook Álbum personal. Zuckerberg hizo registrar el viaje que realizó por todo EE.UU. en 2017 y que muchos interpreta­ron como una plataforma de lanzamient­o político, al tiempo que un estudio de campo para afinar el alcance de su red
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