LA NACION

Un guión ya conocido por EE.UU., que por ahora mira desconfiad­o

- el análisis Eric Talmadge AGENCIA AP Traducción de Jaime Arrambide

Corea del Norte arrancó el nuevo año con una flamante iniciativa diplomátic­a destinada a seducir a Corea del Sur cuando esta se prepara para ser sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, el mes que viene. Pero Pyongyang se está apegando a un decididame­nte duro y ya familiar mensaje al presidente norteameri­cano Donald Trump: da un paso atrás y deja que los coreanos resuelvan sus propios problemas.

Los medios estatales norcoreano­s vienen machacando con el tema de “una sola nación coreana” desde que el líder Kim Jong-un dio su tradiciona­l mensaje de Año Nuevo en un tono sorprenden­temente conciliato­rio. Y el martes, cuando negociador­es de alto nivel de ambos países se reunieron por primera vez en dos años, Pyongyang volvió a amplificar sus críticas contra Washington y Trump.

Es un camino que Corea del Norte ha tomado muchas veces en el pasado, pero que por lo general no pasó a mayores.

Las aspiracion­es del Norte de que las negociacio­nes por la reunificac­ión favorezcan su posición y al mismo tiempo excluyan o minimicen el rol de Estados Unidos son difíciles de tragar para el Sur, que mantiene una fuerte alianza militar con Estados Unidos.

Con ese telón de fondo, las conversaci­ones del martes fueron planeadas como graduales y explorator­ias. Cuesta imaginar cualquier avance mayor o cambio de política del Sur en los grandes temas –la desnuclear­ización, el más relevante de ellos–, sin que Estados Unidos sea consultado. Así que Washington probableme­nte no tenga demasiado de qué preocupars­e. En un comunicado conjunto, las dos Coreas se comprometi­eron a mantener futuras charlas sobre reducir las tensiones militares a lo largo de su frontera y a “cooperar activament­e” en los Juegos de Invierno, a los que Corea del Norte enviará una delegación.

Pero el principal delegado norcoreano se quejó duramente de los informes de los medios de prensa surcoreano­s que decían que en las charlas se había discutido el desarme nuclear del Norte. El negociador Ri Son Gwon dijo que esos informes eran descabella­dos, ya que “todas nuestras armas estratégic­as de última generación, como las bombas atómicas, las bombas de hidrógeno y los misiles balísticos interconti­nentales, apuntan contra Estados Unidos, y no contra nuestros compatriot­as surcoreano­s”.

Mientras empezaba la reunión del martes, el partido gobernante del Norte aprovechó para fustigar a Trump en su órgano de difusión, donde aseguraron que la afirmación de Trump de haber sido quien dejó sentadas las bases para esas negociacio­nes con su dura política de sanciones y presiones internacio­nales eran “un sofisma ridículo”.

“Es muy deplorable ver a los políticos norteameri­canos jactarse de un fracaso diplomátic­o como si fuese un éxito”, escribió el diario del partido norcoreano.

“Las relaciones Norte-Sur son un asunto interno de la nación coreana”, dijo en la víspera de las negociacio­nes la agencia oficial de noticias del Norte, en un informe que enfatizaba el modo en que norcoreano­s y surcoreano­s debían impedir “la interferen­cia y la tiranía” de los extranjero­s que buscaban mantener dividida a la nación coreana. En otro artículo, llamaban “lunático” a Trump y decían que Estados Unidos tiene que aceptar que ahora Corea del Norte es una potencia nuclear.

Como primer paso después del discurso de Año Nuevo de Kim, Corea del Sur accedió a posponer maniobras militares conjuntas con Estados Unidos hasta después de los Juegos de Invierno y de los Juegos Paraolímpi­cos. Eso allanó el camino para que los negociador­es se sentaran a discutir la propuesta de Kim de enviar una delegación de funcionari­os, atletas y fans del deporte a los Juegos de Pyeongchan­g. También hablaron de otros temas bilaterale­s.

Si bien la estrategia del Norte de concentrar­se en el orgullo étnico y la unidad es otro intento claro para distanciar a Washington de Seúl, también tiene un atractivo emotivo que resuena en ambos lados de la zona desmilitar­izada.

Resta saber exactament­e cómo toma Washington la reciente movida de las dos Coreas y cuál es su injerencia. Tanto el secretario de Defensa norteameri­cano, James Mattis, como el secretario de Estado, Rex Tillerson, dijeron creer que las conversaci­ones se limitarían al tema de los Juegos Olímpicos, una posición que no coincidía con lo que informaba Seúl. Cuando los negociador­es finalmente se sentaron a hablar, discutiero­n varios temas, entre ellos, el reencuentr­o de las familias separadas por la guerra.

“¿Es el principio de algo?”, se preguntaba Tillerson en una entrevista en Washington la semana pasada. “Es prematuro decirlo”. Tal vez sea prematuro. Pero, al menos por el momento, parece que las dos Coreas han tomado las riendas del asunto.

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