Por qué borges no ganó el Premio nobel en 1967
Su obra era “demasiado exclusiva”, reveló la Academia
La lotería babilónica de uno de sus cuentos no funcionó para sí mismo. “Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles.” Así empezaba el relato. Jorge Luis Borges habrá pasado, por lo menos imaginariamente, por todos esos estados, pero nunca le tocó el Nobel. Los azares de la Academia Sueca, tan parecidos a los de la lotería, no fueron propicios con él. El propio Borges solía burlarse un poco del caso. “No darme el Premio Nobel se ha convertido ya en una antigua tradición escandinava. Cada año me nominan para el premio y se lo dan a otro. Ya todo eso es una especie de rito”. Eso dijo en 1979, pero los rumores acerca de su candidatura empezaron a circular hacia fines de la década de 1950. Algunos de los secretos de ese esquivo azar sueco salieron ahora a la luz con la “desclasificación”, medio siglo después según las normas, del informe del Nobel de 1967. Según recoge el diario sueco Svenska Dagbladet, el presidente del Comité, Anders Osterling, rechazó a Borges porque resultaba “demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura”.
La manera en que está formulada la impugnación podría haber sido un caso del arte de injuriar. “Exclusivo”, “artificial”, “ingenioso”, “miniatura”. Parece, para nosotros, un encadenamiento de elogios. Pero no para Osterling que, en cuanto jurado del mayor premio mundial de literatura, juzga a Borges demasiado literario. Podríamos hacer esta conjetura: con insistencia, la Academia premió escritores que mantenían una “relación con el mundo”, mientras que Borges mantiene una relación con la literatura, ajena al mundo, según el jurado. Borges entendía más de literatura que los académicos que lo juzgaban. “Pierre Menard” estaba fuera de su alcance, mientras que, en cambio, Miguel Ángel Asturias, el premiado del 67, era un escritor “más a mano” para ellos. Sabemos ahora por qué Borges no ganó el Nobel ese año; quedarán para más adelante, para futuras “desclasificaciones”, las razones por las que no lo ganó en 1968, 1969, 1970…
Lo público y lo privado
La revelación del documento de la Academia agrega una dimensión crítica a las razones conocidas hasta ahora; razones públicas y privadas. Lo público quiere decir aquí “lo político”. No es un secreto la inclinación progresista del cuerpo académico sueco, ni el timing para que esa preferencia quedara en evidencia. La visita de Borges a Chile en 1976, para recibir de manos de Augusto Pinochet el doctorado honoris causa de la Universidad de Chile, fue decisiva. Ese gesto implicó una excomunión automática del Nobel. La acción de la Academia vino por boca de Artur Lundkvist, quien, según el escritor Volodia Teitelboim, concluyó: “La sociedad sueca no puede premiar a alguien con esos antecedentes”. Esta versión fue confirmada por María Kodama. Según Kodama, se le advirtió a Borges de la inconveniencia de ese encuentro con Pinochet para la obtención del Nobel, pero él no cambió sus planes”, no quiso “dejarse sobornar”.
Pero ahí no termina la beligerancia de Lundkvist. En su libro Borges, esplendor y derrota (Tusquets), María Esther Vázquez cuenta que en 1964 acompañó a Borges a una cena con escritores suecos, en Estocolmo. Uno de los invitados leyó un poema que luego Borges ridiculizó por lo bajo ante los comensales. Los versos eran de Lundkvist, que se enteró de todo. “Lundkvist se convirtió después en secretario permanente de la Academia Sueca. Y nunca le perdonó a Borges semejante humillación.”
Las tradiciones sobreviven a los hombres, y cada generación de la Academia sueca consiguió mantener viva la suya de negarle el premio a Borges. Lo confinó a otra estirpe, la de los excluidos: ahí habita con Joyce, Tólstoi, Proust, y sus amados Franz Kafka y Alfonso Reyes.