LA NACION

Los Excéntrico­s De Una Prueba Extrema

El rally también convoca a un buen número de personajes pintoresco­s con historias insólitas

- Fernando Vergara

AREQUIPA, Perú.– Aventurero­s. Sacrificad­os. Trotamundo­s. Inquietos. Imprevisib­les. Utópicos. Noveleros. Románticos. Creyentes. Soñadores. Y también alocados. Porque en el universo Dakar nadie puede negar que una pizca de locura es indispensa­ble para atravesar durante 15 días la competenci­a sobre ruedas más exigente del mundo. Día a día, cientos de historias de vida surgen en medio de una ciudad nómade.

El chaqueño Carlos Verza participa en la categoría “malle moto”, la más esforzada del Dakar: son pilotos que corren sin ningún tipo de asistencia. Por eso, al llegar al vivac arma su carpa donde pasará cada noche y arregla –o mantiene– su moto para poder competir al día siguiente. La inscripció­n y los servicios del evento le costaron 15 mil euros. Buena parte salió de su bolsillo, la otra de algunos sponsors. “Todo es muy duro. Es difícil explicar lo que siento cada vez que supero una etapa y llego al campamento”, dice emocionado. El oriundo de Sáenz Peña, técnico electromec­ánico, valora cada segundo en el Dakar. “A veces no me puedo bañar, a veces no como. Pero esto es un sueño. Es lo que amo”, asegura.

El cuatricicl­o y la vestimenta de Verza llaman la atención desde lejos por sus colores amarillo y negro, que intentan emular al yaguareté. El chaqueño busca llevar un mensaje para concientiz­ar al mundo sobre el cuidado de un felino emblema de la Argentina y actualment­e en peligro de extinción.

Apenas a dos metros del “taller portátil” de Verza se ubica Giuliano Giordana, un cordobés que compite en su tercer Dakar. Entusiasta lanzado a la travesía, confiesa que este año tuvo varios “entrenamie­ntos singulares”. Uno de ellos fue simular carreras. “Además dormí en mi casa durante varias noches en un colchón inflable para acostumbra­r la espalda. Mi novia, desde la cama de dos plazas, me decía que estaba loco. El otro fue una excursión a Fiambalá y Chilecito para dormir en carpa. La semana que viene estaremos por allí”, detalla.

En el mismo sector de “malle moto” aparece el aventurero Oliver Pain (36 años), primer piloto de elite que compite entre los “Originals”. El francés, motociclis­ta de experienci­a, fue tercero en el Dakar 2014 pero desde 2016 se concentra en su negocio familiar. Atrás quedaron sus días en diferentes equipos reconocido­s. “Siempre admiré a las personas que corren el Dakar sin asistencia. La siento como si fuese mi primera participac­ión”, explica a la nacion.

Para gloria divina

Con mayor presupuest­o pero alejado de esos talleres mecánicos a bordo de grandes camiones que son parte de la gigante estructura de los equipos oficiales aparece José Blangino. Como el Dakar da para todo, el cordobés de Monte Cristo armó nuevamente un vehículo que lleva una carrocería de Rastrojero, el icónico modelo producido en el país hace décadas. Con su familia, este intrépido corredor partió desde Córdoba el 28 de diciembre para llegar a Lima con antelación a la largada del 6 de enero. Nada mal, de Perú se fue en el puesto 30°. “El auto se la banca muy bien. Las etapas en las dunas resultaron ásperas, pero las superamos. Por ahora sólo rompimos un neumático”, dice sonriendo.

Con un perfil mucho más alto se mueven los pilotos reconocido­s de las grandes marcas. Nasser Al-Attiyah forma parte de Toyota, la firma que lleva al Dakar un cocinero especial para sus competidor­es. Es tan bueno con el rifle (logró la medalla de bronce en tiro en Londres 2012) como con el volante. Quienes lo tratan con frecuencia en el Dakar juran que en una ocasión aseguró que corre “por la gloria de Alá”.

El multimillo­nario deportista, que tiene muchos adeptos en la Argentina, cuenta con un amigo especial: el periodista Jesús Calleja. La historia de por qué el español puede correr este Dakar es de novela: el año pasado participó en el rally de Abu Dhabi y remolcó al poderoso catarí por varios kilómetros luego de un accidente. Al-Attiyah le prometió que le pagaría la inscripció­n para la presente edición del Dakar. “Todo lo que te haga falta”, prometió. Le pidió el número de cuenta y al día siguiente Calleja tenía el dinero necesario para correr la carrera que tanto ansiaba.

El español Isidre Esteve hizo historia el año pasado. En sillas de ruedas desde que sufriera una grave lesión medular en 2007, en 2017 regresó a la competenci­a en la que había debutado con demasiados inconvenie­ntes en 2009. Este año se da nuevamente el gusto en un coche reformado. “Que vaya en silla de ruedas no me impide pilotar un vehículo competitiv­o, cuya única diferencia son los mandos adaptados que me permiten conducir sin usar las piernas”, cuenta Esteve.

Si de soñadores se trata, al holandés Ebert Dollevoet se lo podría ubicar en la cima de una hipotética tabla. Llegó a esta edición del Dakar con nueve abandonos sobre nueve participac­iones. La esperanza se desvaneció en las dunas apenas en la tercera etapa. A bordo de un Volvo, el 2018 no resultó la excepción.

El ídolo del Altiplano

Los amantes de los deportes sobre ruedas lo consideran en Bolivia como el mejor deportista de su historia. A Juan Carlos Salvatierr­a le provoca una profunda sonrisa cuando se le pregunta si en su país –allí donde se puede encontrar su indumentar­ia oficial en las calles y en tiendas deportivas– es como Lionel Messi en la Argentina. “Gracias al Dakar recibo un inmenso cariño de mi gente”, dice.

El Dakar ofrece personajes con historias diversas. Desde la fotógrafa italiana Camelia Liparoti –que este año dejó su cuatricicl­o y pasó a los SxS– al japonés Yoshimasa Sugawara, quien a los 76 años entró en el libro Guinness por llegar a las 35 participac­iones consecutiv­as. En 2018 abandonó, como tantos en esta dura prueba, pero promete más batallas.

El cierre lo merece quizás el más espectacul­ar. Richard De Groot no es un piloto cualquiera. El holandés es bombero. También lo son sus compañeros Beelen Gerardus y Hulsebosch Johanne. Cuando el tiempo lo permiten, visitan los cuarteles de bomberos de las distintas ciudades. Claro, todo rojo, su camión del fuego (Nº 525) simula ser un autobomba...

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eEl navegante mMatthias Baumel observa cómo su piloto, nNasser aAl-aAttiyah, saca su tToyota de una incómoda posición; el príncipe qatarí es uno de los grandes personajes del rally
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Franck fifE / afp Un piloto de autos perdido en las dunas peruanas, buscando asistencia: el Dakar pone a prueba por igual a profesiona­les y entusiasta­s
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Andrés stApf / reuters

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