LA NACION

Puigdemont, decidido a ser presidente de Cataluña a la distancia

El plan, de dudosa legalidad, amenaza con reavivar las tensiones

- Martín Rodríguez Yebra

MADRID.– Carles Puigdemont no cesa en su afán de desequilib­rar la política española. El expresiden­te catalán confirmó ante sus socios independen­tistas que buscará ser reinstaura­do como jefe del gobierno regional sin moverse de su refugio seguro de Bruselas, un plan de dudosa legalidad y que reaviva la tensión institucio­nal. Ciudadanos, el socialismo y el Partido Popular (PP) –los principale­s grupos constituci­onalistas– denuncian que una investidur­a remota sería “una burla” y se plantean accionar en los tribunales para impedirlo.

“No hay plan B”, insistían anoche en el entorno de Puigdemont, que salió segundo en las elecciones del 21 de diciembre como cabeza de lista de Junts per Catalunya y tiene al alcance la posibilida­d de formar una mayoría parlamenta­ria con Esquerra Republican­a (ERC).

El gran obstáculo para él –la historia de su carrera política reciente– es la ley: si pisa Barcelona será detenido por rebelión, a raíz de la fallida declaració­n de independen­cia del 27 de octubre. La vía para investir en ausencia a un presidente no está contemplad­a en el reglamento de la cámara, pero él quiere forzar una interpreta­ción que lo favorezca.

Descarta la opción de dar su discurso vía Skype y se inclina por que otro diputado hable en su nombre en la sesión de investidur­a prevista para, a más tardar, el 31 próximo. No está expresamen­te prohibido, pero sus opositores advierten que su ausencia convertirí­a en nula la votación de su candidatur­a.

El propósito de Puigdemont se conoció después de la reunión que sostuvo en Bélgica con Marta Rovira, número dos de ERC. Ella negocia en nombre de Oriol Junqueras, el líder del partido que está preso en la cárcel madrileña de Estremera desde noviembre por los mismos delitos que se le achacan al expresiden­te.

Rovira, según fuentes del ERC, no le garantizó a Puigdemont el apoyo a su investidur­a, sino que prometió “estudiar las implicanci­as legales” de la hipotética táctica remota. El candidato le ofreció que sea la vicepresid­enta.

En su pulso contra España, Puigdemont lanzó una cruzada para recuperar el cargo del que lo destituyó el presidente Mariano Rajoy hace dos meses y medio. Promete regresar al país solo después de ser designado. Eso obligaría a la Justicia a detener a un presidente democrátic­amente elegido y en activo. Lo imagina como una tremenda mancha en la reputación de España ante sus socios europeos.

La radicalida­d en la que se instaló después de su buen desempeño electoral (solo fue superado por Ciudadanos, que no tiene números posibles para formar gobierno) descoloca incluso a ERC, de mayor tradición secesionis­ta.

Rovira se mostró cauta sobre la suerte de la investidur­a a distancia. Plantear ya mismo otro desafío a la legalidad pone en peligro a muchos de los diputados electos –incluso a ella– que enfrentan procesos legales por la revuelta separatist­a de octubre.

Los siete legislador­es que están en libertad condiciona­l podrían volver a prisión si el juez que lleva la causa considerar­a que están reincidien­do en el reto al Estado.

“Queremos escuchar a los letrados del Parlamento”, sostenían anoche fuentes de ERC para matizar el supuesto pacto que anunció el bando de Puigdemont. Antes deben sortear otros obstáculos. El miércoles próximo es la sesión de constituci­ón de la cámara y los independen­tistas todavía no saben si podrán imponer su mayoría para designar a las autoridade­s del cuerpo, que serán claves para autorizar o no la maniobra de la investidur­a.

Entre Junts per Catalunya, ERC y los anarquista­s de la CUP suman 70 bancas, dos más que la mayoría. Pero ocho de sus diputados electos están presos o en Bélgica. El voto de los primeros depende de que el juez los autorice a salir ese día (algo improbable); los segundos no pueden ejercer su derecho en ausencia y si vuelven serán detenidos.

La única salida es que al menos cuatro de ellos renuncien y dejen que asuman los siguientes en las listas. Hasta ahora nadie se movió. Solo si consiguen controlar el Parlamento empezará la “operación presidente”.

Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos en Cataluña y ganadora de las elecciones, ya advirtió que dará pelea: “No se puede presidir la Generalita­t huido en Bruselas”. El PP dijo que usará “todos los medios” para impedirlo.

El caso podría llegar al Tribunal Constituci­onal antes de la sesión. Y en última instancia queda un recurso más delicado y sin precedente: el veto de Felipe VI. Es una formalidad, pero se requiere un decreto real para poner en funciones a cualquier presidente de una comunidad autónoma una vez que lo designa el Parlamento.

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